Sépase que cuando el reloj marque las doce de la noche este 31 de diciembre, el mundo no cambiará del gris al rosa, ni una aurora boreal llegará a danzar con nosotros al Trópico de Cáncer; ni empezará una nueva era en que habrá de erradicarse la codicia; ni las superpotencias entonarán al unísono un mea culpa por los daños causados. Nada de eso. El tiempo seguirá siendo lo que es desde que fue designado para nacerle un cauce al Universo. Sépase que al 2020 le importará un comino que haya llegado el 2021, y a éste le importará lo mismo el número con que lo han designado. Porque ambos son una misma cosa: Tiempo. Simplemente eso.