La estela de muertos y las experiencias de los sobrevivientes patentizan que la Covid-19 no es un retozar, jamás, y como devoción en el nuevo año, les presento esta novena
Sonaron las campañas que aurora la ida del azaroso 2020, dormido yo en el envoltorio de una colcha, para no retorcerme en la nostalgia por tantos amigos y seres humanos que viajaron a la eternidad, por la ferocidad del coronavirus y sus efectos colaterales. Ese año fue tan pesado que ni siquiera los cohetes voladores me movieron de ese ensueño profundo en mi alcoba. Y, al abrir los ojos tempranito en la mañana, sentí que despegaba vuelo, desde una pista holgada, el atezado avión-calendario anual, que recibí componiendo una novena en un año que ha despertado más atención y expectativa que nunca antes.
Después de los efluvios del Sol poniente, apagado ya el lucero de la tarde, en balcones de edificios y fachadas de ranchos acampaba una soledad quebradiza, en un contraste con el tradicional conjuro de la Navidad. Las bandadas de golondrinas se escabulleron, asustadas por el Covid-19, y porque no vieron borrachos ni oyeron la francachela de los bodegones. Exiguamente rompieron el encogimiento la muchachada que se divertían en su inocente jaleo en parqueos y patios, y las matronas que ultimaban preparativos para las comilonas e inciensos, a fin de ahuyentar los maleficios y por un bienaventurado 2021. El tonelaje de las emanaciones de ese frenético patógeno me llevó, prematuramente, a la cama.
Ese último día nocturno del viejo año pandémico se nos quitó de encima -se asentó como único en los anales nacionales- con las calles y parques en penumbras por el toque de queda desde las 7 de la noche; las fiestas televisivas sin bailadores en las casas por las aflicciones luctuosos del alma, con menos petardos y con el lanzamiento del cañonazo con poquísimas personas felicitando y abrazando con ademanes, distantes y con mascarillas.
Siendo omiso a las mil veces fracasadas profecías apocalípticas sobre la presencia del Anticristo, el juicio final y la esfumación de la tierra, hechas por alquimistas, psico-astrólogos, astrónomos, teólogos, matemáticos y brujos, abriguemos la esperanza de que sus números místicos, contentivos de vaticinios agoreros-alarmistas y fatídicos- realistas, rodarán por entre las piedras y los sedimentos. Los mitos y leyendas en torno a las señales de los tiempos envejecen y se disipan en las lozanías primaverales y otoñales.
La estela de muertos y las experiencias de los sobrevivientes patentizan que la Covid-19 no es un retozar, jamás, y como devoción en el nuevo año, les presento esta novena, augurando que sea observada, para su evaporación:
1.– A la comunidad, rogarle por más comprensión y disciplina.
2.- A los científicos, implorar porque el Ser Supremo le conceda más inteligencia y voluntad para perfeccionar las vacunas y otros medicamentos anticuerpos.
3.- A los médicos y sus auxiliares, para que los ángeles guardianes les premien con más tranquilidad y pericias para la curación.
4.- A los gobernantes palaciegos y cuerpos castrenses y policiales, por la consecución de más sabiduría, creatividad, equilibrio, valentía y acierto en sus decisiones para proteger a los ciudadanos.
5.- A los líderes espirituales, para que intensifiquen sus rezos/oraciones y meditaciones para finiquitar los temores y angustias, y fomentar la seguridad y la armonía.
6.- A los políticos, para que sean menos egoístas e insinceros, y más desprendidos y honestos.
7.- A los empresarios, más a los pequeños y medianos, para que reciban el aliento y los incentivos para mantener y crear riquezas/empleos.
8.- A los dominicanos todos, a fin de que respeten la madre naturaleza, que con la pandemia llora porque está siendo azotada inmisericordemente.
9.- A los periodistas, para que tengan más protección en su labor de informar y orientar, y a los “comunicadores”, para que se profesionalicen y peroren con más ética, claridad y eficacia.
Han pasado los desusados agasajos navideños, y ahora celebramos, cobijados por una temperatura piadosa, fresca y serena, la fiesta de la fantasía, la cual nos indica que desde ahora tenemos que empezar a trabajar, para avanzar en este 2021, en los planos personal y nacional.
Si nos llenamos de pesimismo y repetimos el viejo canto de sirena de que las cosas vendrán peores, inútilmente seguiremos la fábula de El ratón, la rana y el milano que, por pensar mal y querer dañar a los demás, se destruyeron en su propio atea incandescente.
Finalizada la conmemoración de los santos Reyes, justo es reencausar energías para evadir y encarar con valentía y aplomo el virus infernal y otros tantos problemas que atenazan nuestro equilibrio y subsistencia.
En un corto lapso de tiempo sin precedentes, oficialmente han sido autorizados el uso de dos medicamentos antivirales contra el coronavirus, y en el 2021 la humanidad establecerá un hito histórico en la prontitud de la inmunización del rebaño. Ya se desarrollan -con perspectivas prometedoras- cerca de 170 proyectos de vacunas para prevenir el germen patógeno, y Estados Unidos, el Reino Unido, Rusia y China han comenzado la vacunación masiva.
Sobran las razones para impregnarnos de optimismo. Recibimos este nuevo año con noticias halagüeñas: hallazgos de nuevas proteínas, el desarrollo de probióticos y prebióticos, métodos para prevenir la contaminación de aguas, para el control de calidad y seguridad alimentarias y la creación de nuevos y mejores cultivos alimenticios, como variedades de arroz.
La esperanza y confianza nos acompañan. Saludamos el 2021 con la utilización de microrriñones, la declaratoria de que Africa está libre del polio, la terminación del mayor brote de ébola, los descubrimientos de los primeros embriones de tiranosaurio, criaturas marinas y el cráneo más antiguo del Homo erectus; la Luna cuenta con más agua de lo proyectado, el polvo de estrellas más antiguo que El Sol y una nueva galaxia oculta en la vía láctea.
En el ámbito dominicano, pululan avisos y vaticinios sobre acontecimientos económicos catastróficos, por la covid-19. Son prioritarias, imperativamente, las reformas macroeconómicas, más allá de los déficits fiscales, el tipo de cambio y las fluctuaciones en la tasa de interés, menos crecimiento económico y una racionalización cada vez más en el gasto público. Roguemos por la ampliación de los ingresos estatales, para afrontar las calamidades y sostener los programas sociales imprescindibles para la subsistencia de miles de depauperados.
Son preferenciales la implementación de nuevas estrategias competitivas de recuperación de la economía y el incremento de las zonas francas, las remesas y las exportaciones; la recuperación del flujo turístico y el freno de la deuda pública y la pobreza; el mantenimiento de los programas sociales para atajar los sufrimientos y agobios de amplios sectores marginados y la detención de la inflación, que baja la demanda de bienes y servicios.
También despuntan como impostergables frenar de golpe la haitianización del país, seguir ahogando la delincuencia y el narcotráfico, aplicar con más rigor las disposiciones para continuar cortando las alas del acostumbrado dispendio estatal, y para que sean sentenciados -penal y monetariamente- los imputados de sustraer, olímpicamente, amplios recursos del erario público, sin mirar banderías ni jerarquías políticas, empresariales ni sociales.
Entretanto, avispados de nuestro patio presagian que la economía será mejor de lo que se ha dicho, y ojalá que no sea un simple deseo o un interés por soldar certidumbre. Sin descartar los milagros, tenemos que prepararnos para enfrentar contratiempos inéditos, y ahorrar con inteligencia.
En fin, estas son las advertencias y los regalos más anhelados por los dominicanos en este nuevo calendario anual. Estas aspiraciones podemos resumirlas en cuatro: evaporar la Covid-19, mejorar la calidad de vida, bajar la impunidad y garantizar la justicia social.
Los reportes sobre el coronavirus son, por momentos, aterradores en la broza de la calamidad, y también positivos en los experimentos científicos sobre el virus. Más que pensar en colmenas perdidas y abejas sin comida, tenemos que ser optimistas y encender una luz entre las tinieblas.
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