El mandatario cometió el peor error de su carrera política, con efectos inmediatos como el aislamiento y la deserción de partidarios.
El presidente Donald Trump se propinó un autogol cuando el pasado miércoles propició una protesta en Washington para presionar al Congreso a desconocer los resultados de las elecciones del 3 de noviembre y que desencadenó en una acción violenta repudiada por los estadounidenses y el mundo.
Los manifestantes asaltaron la sede del Capitolio, donde ya el Senado y la Cámara de Representantes contaban los votos. Las turbas penetraron a la fuerza a la sede, incluso portando armas, lo que desencadenó un enfrentamiento con un saldo de 4 muertos, varios policías heridos y decenas de apresados.
Fue necesario decretar el toque de queda en Washington y activar la guardia nacional que se encargó de avanzar hacia el Capitolio, despejando el área de los protestantes, hasta lograr el control de la sede, que daría paso luego a la reanudación de los trabajos que culminaron con la proclamación de Joe Biden, lo que Trump pretendía impedir.
Ante los hechos, la reacción del candidato electo no se hizo esperar. Calificó la acción como una insurrección y un atentado a la democracia estadounidense e instó al presidente Trump a que se dirigiera a la nación para poner fin al cerco que se mantenía en el capitolio.
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El presidente Trump luego dirigió un mensaje en el que volvió a repetir que él había ganado las elecciones y que se la habían robado y en el cual exhortó a sus partidarios a regresar a casa en paz.
Si como afirman medios estadounidenses la manifestación violenta fue ideada y alimentada por el mandatario, la jugada política le resultó “un tiro por la culata”, pues sus legisladores partidarios debieron bajar la guardia, algún desistieron de impugnar la elección de Biden como había anunciado, y los que mantuvieron la postura, lucieron errático en los argumentos para sostenerla.
Lo visible es que desde consumados los hechos, Donald Trump no tuvo más camino que comenzar a retroceder, hasta asegurar que va a permitir una transición ordenada de un poder que hasta el jueves en la mañana lucía determinado a pelear.
El Congreso certificó, bien entrada la noche, la victoria del demócrata Joe Biden en las elecciones presidenciales del pasado 3 de noviembre, tras una jornada que estuvo marcada por los disturbios que desembocaron en un asalto al Capitolio.
"Los votos para presidente de Estados Unidos son los siguientes: Joseph R. Biden Jr., del estado de Delaware, ha recibido 306 votos; Donald J. Trump, del estado de Florida, ha recibido 232″, notificó el vicepresidente Mike Pence al término de la sesión.
En total hay 538 votos del Colegio Electoral, por lo que se necesitan 270 para hacerse con la Casa Blanca.
Durante horas la sesión bicameral quedó en suspenso debido a la toma del Congreso por parte de un grupo de seguidores del presidente Donald Trump, que incluso se cobró la vida de una mujer que participaba en el asalto. Sin embargo, en torno a las ocho de la tarde, los legisladores -que habían tenido que ser evacuados- regresaron al pleno.
"Volvamos al trabajo", dijo un lacónico Pence al retomarse la sesión, unas seis horas después de que los legisladores tuvieran que ser evacuados por causa de los altercados.
Pence, quien presidió el proceso de certificación de los votos del Colegio Electoral y a quien Trump ha criticado por no poner fin al proceso, pese a que el vicepresidente carece de la autoridad para hacerlo, lamentó que se trataba de "un día oscuro en la historia".
"A los que trajeron el caos a nuestro Capitolio hoy, no ganaron. La violencia nunca gana, lo hace la libertad y esta es aún la casa del pueblo", dijo el vicepresidente.
Igualmente, la presidenta de la Cámara de Representantes, la demócrata Nancy Pelosi, se dirigió directamente a los vándalos: "Han fallado (…) Se hará justicia".