Toda persona que padezca algún trastorno mental tendrá derecho a recibir la atención sanitaria y social
La salud mental de la población mundial, en los actuales momentos atraviesa estadios de fragilidad, debido al coronavirus y sus estragos. En este tiempo, que observamos distanciamiento físico, como medida preventiva para combatir la pandemia que nos afecta, mantener equilibrada nuestra salud mental, es cada vez más difícil.
Esa anhelada óptima salud mental,definida por la 12-06, como un bien público a ser promovido y protegido por el Estado a través de políticas públicas, planes y medidas de carácter legislativo, administrativo, judicial, educativo y de otra índole, es cada vez más espinoso mantenerla en buen estado. Incluso, la llamada salud espiritual. Esta implica que hagamos esfuerzos constantes para alcanzar ese estado de bienestar físico, mental y social, que nos plantea la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Toda persona que padezca algún trastorno mental tendrá derecho a recibir la atención sanitaria y social que corresponda a sus necesidades de salud y será atendida y tratada con arreglo a las mismas normas aplicables a las demás personas con enfermedades físicas, indica la Ley de Salud mental en su artículo 30. Pero, ¿qué podemos hacer al identificar personas que a todas luces parecen sufrir inestabilidad mental, ante la gran carga de angustia que vivimos diariamente a consecuencia del covid-19_
Por otro lado, desconocemos las acciones concretas que realizan las autoridades competentes durante esta cuarentena, para elevar el nivel de salud mental de las personas. Adolecemos de comunicación efectiva. Solo trasciende informaciones en los medios de comunicación de masa de casos donde hubo arbitrariedad y uso de la fuerza policial contra civiles y viceversa; escenas de violencia de violencia, indisciplina de la población…, en fin, historias que causan más estrés y evidencian crisis en la comunicación gubernamental.
Sabemos que comunicar es tarea difícil, la población necesita más. Pensemos en ella, como un bebé cuando empieza a caminar. Así nos languideció el coronavirus. No habíamos vivido esta experiencia, pero necesitamos más ayuda, abrigo e información oportuna, permanente.
Lógicamente como dice el dicho catalán: “con la amargura de la enfermedad es que se conoce la dulzura de la salud”. Hasta William Shakespeare, argumentó que muchas veces no valoramos nuestro bienestar hasta que hemos experimentado el sufrimiento”. Eso nos ocurre ahora. Añoramos la vida antes de la covidianidad, pero no es tiempo de vivir en el pasado. Debemos adaptarnos y continuar; hacer fructuosos esfuerzos para alcanzar bienestar y felicidad.
En el libro titulado Nuestra Felicidad, su autor el psiquiatra Luis Rojas Marcos, precisa: “he decidido ser feliz porque es bueno para la salud”. Imitémosle, ser feliz es tarea simple, sé que aun dentro de esta catástrofe podemos transitar ese camino.
El reconocido psiquiatra dominicano, Cesar Mella Mejías, en su libro De Psiquiatría y Otras Cosas, dedica un capítulo para analizar al ser humano del sufrimiento a la esperanza, y en él, asegura que el ser humano no nació, se multiplicó y desarrollo para autodestruirse: “… y aunque siempre ha sido insaciable, curioso, amante del poder y necesitado de indagar el futuro…, la solidaridad y el bien deben triunfar por sobre el egoísmo y el mal. La existencia seguirá y de seguro será mejor, por los siglos de los siglos…amén”.
Es necesario que sigamos el vuelo de la vida. Recordemos que el cuerpo es nuestro jardín y la voluntad es nuestro jardinero, por lo que, “para que pueda florecer debemos regarlo y arrancar las malas hierbas”. Ellas son incluso esos pensamientos negativos o derroteros y esas malas acciones que nos roban el bienestar y la paz.
No basta con alimentarse de manera bien y ligera, respirar profundamente, vivir con moderación, cultivar la alegría y mantener el interés por la vida, es necesario, como aconsejan los sabios, ir más allá si es necesario, en pos de conseguir el bienestar colectivo.
No en vano un sabio aseguró que: “La buena salud y el buen juicio son dos de las mayores bendiciones de la vida”. Aceptemos y accionemos, elevemos nuestra salud mental, aunque para ellos redoblemos esfuerzos dentro de este panorama hostil, confiados en que podemos continuar y elevar nuestro bienestar emocional. ¡Mantengamos buena salud mental aun ante el sufrimiento!
Hasta la próxima entrega.
La autora reside en Santo Domingo
Es educadora, periodista, abogada y locutora.