Aunque la fiesta ha comenzado bien, los malos augurios que se ciernen sobre el futuro período de administración demócrata no son nada halagüeños.
“Las fiestas no son buenas por la forma como comienzan, sino por la forma en que terminan”, dice un reconocido refrán popular. Y este es aplicable no solo al nuevo presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, sino también al expresidente Donald Trump.
Biden, electo por el Partido Demócrata, ha iniciado su período de cuatro años de gobierno firmando órdenes ejecutivas y propuestas de leyes al Congreso que están siendo aplaudidas por la mayoría de los norteamericanos y la comunidad latina.
Aunque la fiesta ha comenzado bien, los malos augurios que se ciernen sobre el futuro período de administración demócrata no son nada halagüeños.
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El nuevo inquilino de la Casa Blanca tiene por delante la responsabilidad de resolver las peores crisis en materia económica, política, salud y social que su antecesor le dejó como legado, y que no se resuelven con discursos esperanzadores ni acciones demagógicas paliativas.
Con respecto a Trump, el presidente Biden tiene la ventaja de poder enfrentar con éxito esas adversidades, por ser un político de profesión muy experimentado. Durante ocho años ocupó el cargo de vicepresidente de los EE.UU., en el gobierno de Barack Obama, y cuenta con un record de 36 años como senador, representando el estado de Delaware.
Nacido en Scranton, Pennsylvania, y proveniente de una familia de clase media, Biden logró su investidura como abogado para luego adentrarse de lleno a la política ingresando al Partido Demócrata, que posteriormente lo impulsó a ganar un cargo como senador cuando apenas tenía 29 años de edad.
Trump, heredero de fortunas multimillonarias con las cuales se abrió paso como inversionista en bienes raíces, llegó al poder con amplios conocimientos en materia comercial y empresarial, pero sin tener como base un “background” en la vida política.
El reinado de Trump como presidente a partir de enero de 2017 fue parecido, firmando órdenes ejecutivas y propuestas congresuales, muchas de las cuales fueron para eliminar ejecutorias gubernamentales de su antecesor, Barack Obama.
Como empresario, algunas de sus medidas en materia tributaria y económica fueron acertadas. Por sus ejecutorias generales, dio muestras de no haber leído nunca una obra sobre Política de Estado, ni hojeado siquiera el ensayo “La Política”, de Platón, escrita en el siglo V a.c., que sirvió de base para la administración de poder.
En su primer año, engreído y autoritario, Trump despidió a más de la mitad de sus asesores y ministros más cercanos por criticar o no estar de acuerdo con el mandatario en la forma de dirigir los destinos de la nación.
Ni hablar de sus enfrentamientos y desconsideraciones a periodistas y medios de comunicación que cuestionaban algunas de sus ejecutorias.
En materia de salud, la mentira y dejadez con que enfrentó la llegada de la pandemia del coronavirus ha costado más de 424,000 muertos y más de 25 millones de infectados.
Frustrado, terminó su mandato de la peor manera, no solo derrotado en sus pretensiones de seguir gobernando por cuatro años más los EE.UU., sino que hizo que el Partido Republicano perdiera el control del Senado.
Su peor estrategia política fue intentar con mentiras desconocer el triunfo legal y proclamación oficial de Joe Biden en el Congreso como presidente electo, alegando fraude electoral sin pruebas.
En su último discurso político en Washington D.C., cargado de arengas e incitaciones indirectas a la multitud que lo aclamaba con fervor incondicional, hizo que cientos de ellos asaltaran el Congreso de los EE.UU., con la finalidad inequívoca de materializar un golpe de estado inconstitucional.
Por este vergonzoso último acto político, Trump recibió como castigo que la Universidad de Lehigh, en Pennsylvania, así como la Wagner, de Staten Island, de Nueva York, emitieran resoluciones de rescindir los títulos honoríficos que le fueron otorgados en 1988 y 2004.
Las instituciones bancarias Profesional Bank, de la Florida, y Deutsch Bank, que manejaban transacciones por más de 311 millones de dólares, anunciaron no realizar negocios futuros con el ex mandatario, según Bloomberg News.
Walmart Super Store, una de las empresas minoristas más grande de los EE.UU. y el mundo, decidió no financiar económicamente a los congresistas objetores de las elecciones.
Las plataformas Shopify, Reddit, Gorjeo, Google, Youtube, Facebook, Instagram, Snapchat, Tic Tok, entre otras prohibieron a Trump usar su conexión electrónica de comunicación. PGA of América, suspendió el campeonato de golf Championship de 2022 en New Jersey.
Y para completar, la Cámara de Representantes de los EE.UU. aprobó un “Impechment” contra el ex mandatario, que será conocido en febrero y que lo imposibilitará para ocupar un cargo público en toda la nación.
Entre las primeras medidas firmadas por Biden al inicio de su mandato para deshacer algunas de las ejecutorias de Trump, está la reincorporación de EE.UU., al acuerdo cambio climático de París y el reingreso a la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Por su experiencia como vicepresidente en el gobierno de Barack Obama, y su experiencia como jefe del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, bien podría afianzar la supremacía política de los EE.UU. como la potencia mundial que le ha caracterizado.
Además, la suspensión de la financiación de la construcción del muro fronterizo entre EE.UU. y México, la implementación del uso de mascarilla obligatoria en los edificios federales, el reforzamiento de la lucha contra la discriminación racial, propuesta de un plan migratorio para indocumentados y Dreamers, extender la pausa de pagos de préstamos estudiantiles y de desalojos, entre otras medidas de gran importancia económica, social, salud y política.