Un enemigo con una carga viral, tan letal y fulminante, que solo con una gota de saliva, en lugar de atacar con artillería militar, alcanzó a poner de rodillas a toda la población mundial.
La humanidad, suele percibir la fuerza de la naturaleza, cuando en determinado momento pone en peligro el andamiaje de la civilización, como ocurre con los terremotos, tsunamis, tormentas, erupciones volcánicas y hasta, si se siente amenazada por la proliferación de las armas de destrucción masiva que regularmente mantienen un riesgo latente sobre la existencia del hombre. Sin embargo, a lo largo de la historia, paradójicamente, solo un enemigo que por demás es imperceptible, ha sido capaz de poner en verdaderos aprietos a la raza humana.
Un enemigo, cuya presencia alcanzó a ser tan indetectable que utilizó inclusive a la mismísima globalización, para avanzar sigiloso por todo el planeta, poniendo a prueba la ciencia y la tecnología, cuando traspasó la muralla china, cruzó el atlántico y llegó hasta Nueva York, en donde se burló del sistema de defensas y apagó la magia de Disney; en tanto que, durante su recorrido, atravesó por Italia, para quitar el brillo al glamour de Milán; mientras que, en Roma, acallaba las misas de la plaza de San Pedro, en el Vaticano, al tiempo que desalojaba los jardines napoleónicos de Venecia.
Un enemigo con una carga viral, tan letal y fulminante, que solo con una gota de saliva, en lugar de atacar con artillería militar, alcanzó a poner de rodillas a toda la población mundial, encerrándola, humillándola y exponiendo su vulnerable fragilidad, al convertir el simple abrazo de un niño, en una temible arma mortal contra su abuelo.
Este poderoso adversario que en cuestión de semanas se convirtió en pandemia global, es el SARS-CoV-2: un coronavirus que generó la enfermedad del Covid-19, cuya presencia se detectó por vez primera, durante el mes de Diciembre, del año 2019, en la ciudad de Wuhan (Capital de la provincia de Hubei, en la República Popular China), con una capacidad de contagio que se estima actualmente, en unas 104,4 millones de personas infectadas y más de 2,2 millones de fallecidos en todo el mundo, según datos oficiales que fueron tomados de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Los coronavirus, fueron descritos en la década del 1960, y desde entonces se conocen siete cepas que están relacionadas con enfermedades respiratorias agudas que atacan severamente a las personas en condiciones de extrema vulnerabilidad. Por tanto, podemos deducir que, con seguridad, el SARS-Cov-2, no es la primera pandemia, ni la última, como tampoco será la más significativa en términos de letalidad, respecto a este tipo de amenazas que indudablemente continuarán azotando a la raza humana.
En el pasado, otras enfermedades infecto-contagiosas ocuparon oscuros momentos de la historia universal, como por ejemplo: La plaga de Atenas o peste de Atenas; la peste antonina o plaga de Galeno; la plaga de Justiniano; la peste bubónica; la peste negra; la epidemia del cólera; la gripe española; el tifus; la viruela; el sarampión; la gripe asiática; la gripe de Hong Kong; la gripe rusa; el síndrome respiratorio agudo severo (SARS); la gripe aviar; la gripe A (H1N1); el VIH-Sida; el Ébola; las cuales, también, causaron terribles estragos a la humanidad.
No obstante, aunque no logremos saber o predecir con certeza, cuándo o dónde aparecerá otro nuevo virus que, con menor, igual o mayor intensidad, nos acorrale y golpee de frente. Lo que sí podemos aprender es sobre definir mejor nuestras prioridades de modo individual y como sociedad, a propósito de esta aleccionadora experiencia que nos enseña cómo, a pesar de las adversidades, la humanidad, se crece en sí misma, cuando se replantea para alcanzar importantes progresos al atravesar cada profunda crisis que tuvo de protagonistas a los peligros naturales, bélicos y epidémicos.
Por consiguiente, la pandemia del Covid-19, vino a darnos un baño de realidad, a quienes teníamos la falsa premisa de vivir en un mundo cuasi perfecto, donde nuestra especie tenía dominio absoluto de su entorno, además de la capacidad, para encontrar la solución a todos los problemas, por medio de la tecnología y la ciencia, y donde las únicas crisis que normalmente nos preocupaban, eran del tipo económica o política: dos construcciones de la evolución humana, consideradas como el centro del universo, pero que, claramente, nos mantenían apartados de la realidad.
Estas reflexiones dan por sentado que la crisis sanitaria y su consecuente derivación socio económica, más que una época de cambios, conducirán hacia un cambio de época, en cuyo transito se activará un nuevo orden mundial, dentro de un proceso histórico en el cual, la incertidumbre y la sensación de riesgo, incorporarán nuevas tecnologías a nuestras vidas, para transformar la modalidad del trabajo, modificar las normas de estudios y estimular diversas habilidades que producirán un impacto en la interrelación de las personas.
Finalmente, el año 2021, será, también, el escenario donde se producirá un salto cualitativo que traerá consigo resultados positivos a nuestra estructura poblacional, en los cuales, probablemente, la globalización, los problemas medioambientales y la crisis económica y financiera, serán sometidas a profundas evaluaciones que moldearan una nueva conciencia social, para frenar el aumento de las desigualdades del hombre, la extrema pobreza, la exclusión social y la negación de los derechos fundamentales, mediante una necesaria solución innovadora que respete valores universales como la paz social, la seguridad sanitaria, la igualdad de oportunidades y la dignidad humana.
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