La convivencia pacífica debe cultivarse día con día, ocuparse de identificar valores humanos, asumir compromisos; deberes y contribuir a proteger derechos de todas y todos debe ser una responsabilidad perenne. Más ahora que tenemos más de un año resguardados, observando medidas de prevención para contrarrestar la covid-19, ahora que el distanciamiento físico nos mantiene unidos en familia.
El aumento descomunal de la violencia infantil en la población, durante esta cuarentena, no tiene justificación, no hay argumento o hecho que sirva de alegado para una acción tan horripilante.
Los derechos humanos, fundamentales, consagrados en nuestra Ley de Leyes, la Carta Magna, como es bien sabido no deben ser violentados, nadie esta por encima de ella. La protección de la población menor de edad, es un derecho constitucional, consagrado en los artículos 43,55 y 56, entre otros, que asiste todos los integrantes de la familia, a todos los miembros e instituciones de la sociedad.
En este confinamiento social, resguardados en nuestros hogares, en contacto con el núcleo familiar, abunda al granel violencia de todo tipo hacia las niñas, niños y adolescentes. Nada lo explica, ni nuestros temores, depresiones, inseguridades, miedos, enfermedades, carencias económicas, nada.
La familia sigue cojeando en la exhibición de buenas maneras y ocupación de sus compromisos. La convivencia pacífica, esa forma interactuar con los nuestros, en nuestros espacios comunes, está siendo alterada, incluso, por los mismos miembros del núcleo, vecinos y relacionados cercanos, según cuentan los medios de comunicación. ¡Horrendo!
Nadie viene de Júpiter a violar derechos de la población infantil, a embarazar niñas, a violar sexualmente infantes, ¡espantoso!
La degeneración se está ponderando de nuestra gente; siempre la persona verduga, salvaje, está cerca, vigilando el descuido de quienes están llamados a proteger contra todos pronóstico a sus vástagos. Esto nos indica claramente, que necesitamos padres y madres más comprometidos con su rol y una justicia más drástica con quienes cometen estas aberraciones.
Casos como estos han sido constantes, mientras la población mundial sigue de rodillas ante la COVID, y ¿quién puede cuidar mejor a nuestros infantes, que la propia familia, la sangre de su sangre?
En ese sentido, saludamos la iniciativa de la periodista Claudia Brioso, a quien no conozco personalmente, pero si a través de las palabras del colega William Ramírez, que me acercó a su campaña que difunde en redes sociales, con la que motiva eliminar la violencia en la niñez dominicana, “cuidemos nuestros niños y niñas, directa e indirectamente”, es el llamado de atención.
Además, tiene como propósito concienciar a las personas adultas, para la protección de los derechos de la población menor de edad. ¡Enhorabuena!
¡Hagamos que nuestra familia sea funcional!, asumamos el control de nuestras responsabilidades, utilizando el hogar como plataforma esencial para honrarlas.
Otra problemática que ha crecido lastimosamente, durante la pandemia es la deserción escolar. Se estima que, en la República Dominicana al menos 20 mil niños y niñas han abandonado la educación.
No olvidemos que el ser humanos es un ser de costumbre; de hábito, que, si no se cultiva desde la niñez, andará por la vida sin norte; errante en muchas acciones que emprenda.
Asimismo, cuando esas rutinas se obvian en el ámbito escolar, aumenta el analfabetismo. Incluso hoy, que en el sector público contamos con muchas estructuras escolares, profesores en formación, uniformes, libros y alimento escolar gratuito para las y los estudiantes…, pero estamos en fase quédate en casa, debido a la pandemia. Y ahora las necesidades esenciales, también aumentan.
Mientras los jefes y jefas de familias: papá y mamá, pasan largas jornadas laborando para cubrir las necesidades básicas, de ese núcleo familiar que muchas veces es disfuncional, es decir, los hijos e hijas reciben crianza en hogares monoparentales, ¿quién cuida y vela por los derechos de estos menores de edad, de su seguridad, alimentación, educación, recreación, vestido…?
No hay que ser genios para pensar que pueden estar solos, mal cuidados y a expensas del inicuo.
Otra causa de la deserción escolar sin dudas la constituye, la brecha digital de la familia vulnerable; esa carencia en el acceso a tecnología, por la gran desigualdad entre las personas que pueden tener acceso o conocimiento en relación a las nuevas tecnologías y las que no.
En ese último renglón están nuestros grupos vulnerables, que, debido a su falta de recursos económicos y medios de comunicación de masa, que les acerque a educación sistemática; a las clases diarias que se emiten por radio y televisión, que convierte hogares en aulas virtuales, se potencia claramente esta problemática.
La educación no es la preparación para la vida. La educación es la vida en sí misma, dijo el profesor John Dewey, si queremos un país próspero, ¡familia, tenemos que hacer más esfuerzos y cumplir nuestro compromiso!
Pese a los escollos de la educación escolar en pandemia, estamos optimistas, porque hoy la panacea es la vacuna, parece que será la herramienta principal para combatir la covid-19, y ya estamos en la fase de vacunación.
Se anuncia cierta flexibilización para que las y los estudiantes vuelvan a partir de abril a las aulas de manera presencial, exhibiendo protocolo de prevención, eso puede contribuir a subsanar la deserción de el fragmento más necesitado y empobrecido, el más golpeado socialmente y al que debemos siempre llevar aliento.
Siembra en los niños y las niñas ideas buenas, aunque no las entiendan… Los años se encargarán de descifrarlas en su entendimiento y de hacerlas florecer en su corazón, dijo la maestra María Montessori.
Hasta la próxima entrega, amables amigos y amigas.
La autora reside en Santo Domingo
Es educadora, periodista, abogada y locutora.