Por Rosa H. Anka
Es una necesidad retomar las utopías, sueños y esperanzas, porque la inmediatez sin pasado nos agobia y ese presentismo sin ilusiones, para tejer el futuro. Es innegable los desastres y a pesar de las crisis las transformaciones en todos los campos fundan nuevas realidades; la pandemia globalizada nos ayuda evaluar tiempos personales y sociohistóricos. Es cierto que las mujeres y los hombres nos necesitamos, pero en estas nuevas situaciones nos muestra la resistencia de ellas frente a cualquier obstáculo, avanza a contracorriente al avizorar nuevas formas en el sostenimiento, cuido del hogar y la sociedad.
Escucho a muchos decir, ¿qué quiere la mujer, las mujeres? Si han conseguido el voto para elegir, se divorcian, tienen derechos laborales y maternales, equidad de género, paridad de género, …Nosotras les respondemos, que faltan más derechos y todo lo que se consiga, es en beneficio de la familia y eso retroalimenta en la sociedad, como por ejemplo, el hecho que hayan mujeres con acceso a la educación primaria y secundaria gratuita es un derecho humano, el derecho a elegir ser madre y tener los hijos o interrumpirlos, es su autonomía y soberanía del cuerpo …
Estas percepciones condicionadas por el sistema patriarcal machista y misógino hacia la mujer le ha hecho más daño que el covid 19, porque todavía no se la concibe y trata como a un ser humano, con deberes y derechos. Hasta cuándo comprenderán de conciencia y corazón que las mujeres no somos ese misterio y creaciones literarias que han alimentado ese miedo y temor ‘del continente oscuro’ o de malignidad desde la creación de la primera mujer a santa virgen, según la Biblia y otras religiones; aún en pleno desarrollo tecnológico plus virtual, ella está sujeta en forma abierta o sutilmente a las más violenta crueldad y depravaciones, se ha normalizado la violencia y muertes e incluso con las leyes contra el feminicidio, al levantar la voz y gritar el nombre de sus asesinos es perseguida y desaparecida.
Seguimos en luchas frontales desde cualquier punto o ventana con nuestras hermanas y compañeros que sienten y comprenden que las refundaciones de nuevas civilizaciones las tenemos en conjunto y nadie es ‘dueño’, patrono o jefes de sus vidas . El vasallaje no ha terminado y muchas están conscientes y armadas de valor seguimos siendo gotas en este océano y olas humanas de ternura en esa entrega diaria de siempre ver la luz. ‘’Hermanas hay muchísimos que hacer…
Es cierto que nos necesitamos, hombres y mujeres, pero, ustedes han gobernado ‘’y por sus obras los conoceréis’’ se sigue destruyendo a la Pachamama, la competencia y agresividad, control y violencia está desbordado y hay caos en todos los órdenes. No somos heroínas ni víctimas, Somos mujeres con ideas, pensamientos diferentes a los supermanes.
La pandemia nos ubica en la casa recluidos y nos obliga a repensarnos como mujeres y hombres y comprender qué es la familia, un hogar y a reconocer ser parte de ella, del grupo de la calle, urbanismo, cantón o provincia, país y a tomar conciencia del corazón y percibir la ternura y sabiduría de las abuelas y abuelos, a darles su valor y lugar en estos tiempos de purificación o transformación (agradezcamos a las fuerzas divinas de convivir con estos seres lumínicos).
Las mujeres no somos islas ni continentes perdidos ni malignas, somos puentes de integración y compañía al alimentar el alma y espíritu, desde las semillas a la tierra, fuego y crianza hemos ejercido los mas diversos oficios: nuestras cacicas aborígenes cazaban y dominaban la las flechas y lanzas, domesticaban animales y comprendan el lenguaje de los pájaros y movimientos de la madre Gea, nada nos es ajeno al afinar la inteligencia sensible e intuitiva más bien buscamos integrar, somos puentes en la crianza y las maestras, enfermeras, curanderas, comadronas, lavanderas, costureras, hilanderas, meseras, cocineras, aseadoras, vendedoras, curiosas, cualquier oficio inimaginable las realiza con creatividad y eso que no hemos nombrado a las artistas, cantoras y bailarinas a esos ‘oficios menores’’ y despreciados, mal pagados son los que hace la mujer trabajadora que sostiene la sociedad. Recuerdo los casos de abuelas que dormían a sus nietas y nietos con los cuentos y otras le ponían corazón y vida en sus narraciones, incluso antes o todavía el pueblo no acude a las psicoterapias por diferentes motivos y las madres o abuelas eran las terapistas, confesoras.
El amor incondicional y sagrado y cuidado es el amor inmortal que nos hace sobrevivir y es capaz de parar hecatombes. No es que sea mágica o maravillosa, es que somos diferentes a ustedes los hombres, y más de la mitad del planeta somos mujeres y vivimos en condiciones de pobreza, pero el amor espiritual y la vocación de servicio hace posible supervivir.
Así pues, seguimos en lucha ardorosa con la coraza del amor, que todo lo puede. Ana Anka