Joel Díaz y Elizabeth Muñoz, con dos meses de casados, hallaron la muerte viviendo el gozo de los cuarenta días de adoración con los que su iglesia conmemoraba la pasión, muerte y resurrección de Jesús de Nazaret, en un hecho que ha conmocionado a la comunidad evangélica y a todo el país, que se pregunta, con sobrada indignación ¿cuáles son los protocolos que usa la Policía Nacional para su labor de combate a la deliencuencia?
Consolidaban sus votos de unión en luna de miel con su Señor en este período de reflexión, preparación, purificación y conversión espiritual, conocido como la cuaresma, que inicia el Miércoles de Cenizas y finaliza el Domingo de Resurrección.
Incluye algún sacrificio y estoy seguro que el de dos predicadores recién casados era de abstinencia hasta que el hijo de Dios volviera a la vida, pero el destino los convocó a la entrega extemporánea, cruel e inmerecida de sus vidas.
Y no pueden ser un simple agregado a las cifras de ejecuciones extrajudiciales que todos los años resalta en sus informes sobre la República Dominicana el Departamento de Estado de los Estados Unidos de América, que el mismo día en que se conoció del homicidio policial en que perecieron los jóvenes pastores, resaltaba la muerte de tres mil personas en el período comprendido entre 2007 y marzo 2019.
El hecho hace recordar lo que ocurrió en febrero de este mismo año con Francis Mercado, que el día en que su esposa embarazada alumbraba, estaba tendido en un ataúd a causa de un disparo que le hizo un policía por presunta violación al toque de queda; y la muerte del teniente coronel, Ramón Israel Rodríguez Cruz, de 37 años en Valverde, también producto de una persecución por las restricciones de circulación.
Ilusionados con la vida, llenos de su fe, Joel y Elizabeth, no repararon que se desplazaban cerca de la medianoche en uno de los tramos más riesgosos para la vida porque por ahí vive el Demonio encarnado en consumidores de drogas y competidores de carreras clandestinas de motocicletas que buscan recursos lanzando piedras contra vehículos o colocando obstáculos para que las personas se accidenten y asaltarlas, aún moribundas.
Lo que hacen no es ajeno a ciertos agentes del orden público que también se alimentan de la criminalidad, y que sólo se deciden a enfrentarla con contundencia cuando se sienten burlados por quienes no reportan lo que se han comprometido.
¿Por qué la saña para disparar contra las descripciones de un vehículo del que no salió ni un solo disparo?
Los agentes policiales mataron a los dos pastores e hirieron a un acompañante, pero no era con ellos que ajustaban cuentas, sino contra quienes suponían que venían en ese vehículo, y esa orden alguien la impartió por algún motivo.
No es la dominicana la única policía que se excede vulnerando los protocolos o aplicándolos antojadizamente. Los que intentan darnos cátedras y que todos los años nos repiten el mismo informe, están llenos de casos de abusos que han derivado en fatalidades irreparables.
La reforma policial es una tarea pendiente, prometida campaña tras campaña, que se intenta y se queda a medio camino, no sólo por falta de recursos sino de la voluntad política para llevarla a cabo no pensando en su impacto en una próxima elección, sino en lo que pueda implicar para el desarrollo del país.
También forjar ciudadanía, porque de ella sale todo .