El legado magistral de mi héroe de infancia ha marcado a muchos buenos dominicanos. El ver su partida hacia mejor vida ha sido doloroso.
Por Elvin Dominici.
El héroe nacional e hijo de doña Tatíca, Rafael Antonio Sánchez, mejor conocido con su seudónimo de luchador, Jack Veneno ha fallecido y nos deja a todos los dominicanos con un vacío emocional insuperable. Las vivencias de infancia de todos los que vivimos sus proezas de luchador marcaron grandemente nuestros corazones y hoy queremos darle un tributo en esta nota de prensa.
Siendo yo un niño de nueve años para mi el mundo de la lucha libre era al que yo pertenecía. Las veces que le hice la polémica a mis primos y amigos en el barrio son incontables. El tirarme de una mata de guanábana, como si estuviera en la tercera cuerda del cuadrilátero llenaba mi mundo de infancia con felicidad. El soñar que algun dia yo podria ser tan popular y grande como mi héroe favorito, Jack Veneno era mi sueño.
En el año 1989 yo vivía en el sector de Savica, provincia Barahona frente a la famosa iglesia católica de Cristo Rey. Los sábados a las 11:45 am eran sagrados porque teníamos 15 minutos para salir y llegar a tiempo a ver el programa de la Lucha Libre Internacional. Saliamos corriendo mi primo Lenin y yo a la casa de mi tia Terza que viviá en otro barrio que se llama Monte Adentro, ya que era una de las pocas casas que tenian una TV de antena a blanco y negro.
Recuerdo los gritos en multitud de niños y adultos desde la pequeña sala con piso de tierra al personaje que estaba afuera de la casa moviendo la antena de hierro lentamente para que esté en su posición final y así poder tener la mejor señal posible de la pequeña TV. Era un espectáculo estelar que hacia la sala de mi tia Terza los sábados al mediodía el lugar de encuentro de decenas de niños y adultos que esperaban con ansias como “El Campeón de la Bolita del Mundo” saldría ganador de su pelea cuerpo a cuerpo con su archienemigo Relámpago “La Gallina” Hernandez.
El calor siempre azotando la casa con techo de paja y la multitud viendo el espectáculo de la lucha libre hacía sentir la emoción con más fervor cuando este usaba su movimiento, “La Manigueta". Siempre aparecía una doña, que quería una nevera o estufa y el regalo siempre quedaba en: “Un salami para la doña”. Ese salami era muy codiciado por todos nosotros los pobres y un sueño poder ver al Jack Veneno en vivo y salir airoso con un salami.
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Los dominicanos tenemos que apreciar los aportes positivos y recreativos de Jack Veneno a nuestro país. Este hombre nos hizo vivir grandes emociones que hoy en día en un mundo de redes sociales, cirugías estéticas, filtros faciales y ambiciones a lo material se hacen escasas o en vías de extinción. El poder ser parte de esa generación que le rompió la boca a un primo con una patada voladora y le dieron una buena “pelá” es un orgullo. El ser de la generación que sabía que en el momento que Jack Veneno juraba; “Por mi madre, doña Tatíca”, nadie le podía ganar.
El ser testigo por via de una television a blanco y negro que el Palacio de los Deportes se abarroto con el pueblo dominicano en apoyo a nuestro heroe cuando lucho en contra del gringo, Rick Flair. El ver la sangre correr por su frente, saber que este nunca se dio por vencido y ver cuando el referí contó hasta tres para que Jack Veneno saliera como el indiscutible, “Campeón de la Bolita del Mundo” no tiene precio.
El legado magistral de mi héroe de infancia ha marcado a muchos buenos dominicanos. El ver su partida hacia mejor vida ha sido doloroso, pero sabemos que su presencia física ya no está con nosotros, pero su patrimonio dejado en nuestros corazones con su dedicación, esfuerzo y proezas de lucha libre quedarán enmarcadas por siempre.
¡Llévatelo Fausto, no hay tiempo para más…, Jack Veneno!