Otra muestra de indisciplina la vemos a diario con ciudadanos que se dedican a lanzar bolsas de basuras en las avenidas, túneles.
Por idiosincrasia, asumimos comportamientos que exceden los límites de la indisciplina y las normas educativas. Además, somos adictos al desorden, al irrespeto a las leyes, el caos, a la irresponsabilidad, la impuntualidad y muy dados a mentir y a presumir de lo que no somos ni tenemos.
¿Qué es idiosincrasia? Es una característica de comportamiento, manera de pensar, sentir, actuar, rasgos y carácter propios o culturales, distintivos y peculiares de un individuo o un grupo. En resumen, es el temperamento particular de una persona.
No somos capaces de llevar una conversación sin que interrumpamos a cada instante a las personas con las que hablamos. No sabemos escuchar y nos gusta opinar de todo, sin conocimiento de causa. También, insultamos o le faltamos el respeto al oponente en medio del debate.
Siempre queremos imponer nuestra verdad, aunque no tengamos argumentos sólidos para ripostar al interlocutor que participa en la conversación. Ese fenómeno suele darse en las entrevistas de radio y televisión cuando el entrevistador no le permite al entrevistado terminar las ideas.
En un diálogo fuera de ese escenario, actuamos con un impulso emocional desmedido y alzamos la voz para atemorizar, al contrario, sobre todo cuando llevamos la de perder en la discusión.
Prevalece siempre aquella famosa frase que en mi adolescencia la escuché, en varias ocasiones, de la voz de un profesor de secundaria: “La mitad del pleito se gana con aguajes”.
Esa expresión la pude comprobar con un fallecido amigo que se caracterizaba por alzar la voz y mirar fijamente a los ojos a la persona que se enfrascaba con él en una discusión, la cual terminada obteniendo puntos a su favor de aquellos que eran testigos del diálogo.
Por igual, las normas de cortesía no son parte del comportamiento para una gran gama de nuestra gente. No saludamos ni cedemos el paso cuando conducimos un vehículo, tampoco cuando llegamos a un lugar.
Tengo como vecino a un señor que nunca saluda. Sin embargo, este tiene un niño de cinco años que cada vez que me ve, me dice: “Hola, ¿cómo estás, ¿cuál es su nombre?” Lo hace con frecuencia. En realidad, habla como un perico, pero con mucha coherencia. Me simpatiza, es muy inteligente, educado y gracioso.
Otra muestra de indisciplina la vemos a diario con ciudadanos que se dedican a lanzar bolsas de basuras en las avenidas, túneles y otros lugares de circulación vial del país.
Por ejemplo, en la capital, las avenidas Ecológica (inaugurada recientemente por pasado gobierno), la Hípica, Las Américas, España, autopista San Isidro, entre otras, son utilizadas por ciudadanos desaprensivos para depositar desechos sólidos. En la Hípica, el lugar preferido para lanzar desechos sólidos son las isletas.
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Incluso, en el tramo nuevo de la Ecológica ya los llamados “padres de familia” tienen instalados sitios para vender víveres y fruteras. Al terminar el día, dejan bolsas de basuras. Los camiones recolectores no pasan por ahí.
Son invasores compulsivos de los espacios públicos, que todo lo arrabalizan y nadie los amonesta.
Lo mismo hacen en el túnel de Las Américas, próximo al puente Juan Bosch, y en el elevado de la avenida 27 de febrero, donde con frecuencia aparecen bolsas con desperdicios.
En los supermercados dejamos abandonados los carritos de compras en los parqueos, pese a que existe un lugar donde retornarlos.
Siempre pretendemos que el Estado dominicano nos resuelva todos nuestros problemas, sin sacrificarnos, por más sencillo que sean, y además somos dados a cometer acciones fraudulentas con los servicios básicos, como luz eléctrica y agua.
Son conductas aprendidas que arrastramos desde el nacimiento y que no hacemos el esfuerzo por superalas. Son comportamientos codificados al amparo de un sistema democrático mal interpretado y que se han convertido ya en una cultura.
Es una aptitud negativa, un problema coyuntural de educación, que lo llevamos en la sangre. Y, es muy lamentable admitirlo, se trata de un retroceso como nación. ¡Qué lástima!
No obstante, esa idiosincrasia tiene cosas positivas, como lo es el temperamento alegre y hospitalario que nos caracteriza, en especial con el trato dispensado a los extranjeros.
Además, se nos conoce por el coraje que mostramos cuando llega el momento de defender la identidad dominicana, la soberanía nacional y los sentimientos de patriotismo, de lealtad y sacrificio o se presenta un atentado contra la Patria de parte de potencias extranjeras.