Bernardo Vega sostiene que Américo Lugo y otros dominicanos que hicieron comentarios elogiosos sobre Sumner, desconocían tanto sus otros discursos, “como los verdaderos propósitos tras sus ideales”.
Apoyo con las dos manos que el nombre de la avenida Charles Summer sea cambiado por el de Rafael Corporán de los Santos por varias razones: el personaje que se pretende homenajear no se llama como reza en la calle, sino Charles Sumner, y éste no merece un homenaje de esa magnitud de parte del pueblo dominicano.
En cambio, el hijo de la lavandera, en su niñez manicero, limpiabotas, lavador de vehículos que trascendió hasta convertirse en uno de los personajes más populares, queridos y admirados de la radio y la televisión nacionales, es una auténtica representación del espíritu de grandeza que habita en el alma dominicana.
El mérito por el cual exhibimos tan desproporcionada muestra de agradecimiento al senador de Massachuttes que presidiera la comisión de Relaciones Exteriores del Senado, es por haber sido voz cantante del rechazo del tratado de anexión entre nuestro país y Estados Unidos que se intentó en 1870, pero las razones por la que enfrentó ese proyecto resultan denigrantes para la República Dominicana.
No fue por respeto a la soberanía de RD, ni por amor al pueblo dominicano que la trilogía que integró junto a sus colegas senadores Carl Schulz y Fernando Wood, se opuso al pacto de anexión que encaminaban los presidentes Ulises Grant y Buenaventura Báez, sino al pésimo concepto que tenían sobre nuestros ancestros a los que consideraban “degenerados en grado sumo, estando principalmente compuestos por una raza cuya sangre tiene dos tercios de africano nativo y un tercio de criollo español… Esta es una mezcla completamente incapaz de asimilar la civilización y descalificada bajo cualquier circunstancia posible se hacerse ciudadano de los Estados Unidos”.
Aunque sectores nacionales que rechazaban la enajenación de la soberanía de RD, les dirigieron comunicaciones para procurar su rechazo a la iniciativa, la mano que movió la cuna fue la de la diplomacia haitiana, a cuyos intereses confiesa el senador Sumner que obedeció:
“Usted debe excusar mi compasión por los haitianos que data de mi niñez. Mi padre estuvo en Haití poco después de salir de la universidad y su cuento sobre esa gente están entre mis primeros recuerdos”.
Por eso fue Sumner que redactó y cabildeó el proyecto de reconocimiento a Haití por parte de los Estados Unidos en 1862, propósito que la República Dominicana buscó desde 1844 y que debió aguardar para lograrlo hasta 1866: “Desde entonces los haitianos han estado casi bajo mi tutela.”
La anexión de RD a Estados Unidos, representaba peligro para la supervivencia de la República de Haití, por lo que la diplomacia haitiana en Washigton y su padrino en el Senado, articularon el lobby tanto en la prensa como en el hemiciclo para conseguir el rechazo, con un aporte de 20 mil dólares que hizo para tales fines el gobierno haitiano a través de Stephen Preston.
Para no quedar evidenciados Sumner y sus aliados denigraban en prural, pero la anexión que se discutía era la dominicana por lo tanto estas expresiones hablaban de nosotros: “No debemos absorber ni anexar esos países negros, con todas sus lacras y enfermedades físicas y espirituales, sino dejarlos ser entes independientes para que sigan por su cuenta experimentando con su autogobierno”.
Bernardo Vega sostiene que Américo Lugo y otros dominicanos que hicieron comentarios elogiosos sobre Sumner, desconocían tanto sus otros discursos, “como los verdaderos propósitos tras sus ideales”.
Si a sus posturas discriminatorias corresponde algún homenaje es en Haití, no en RD.