La República Dominicana, nuestro país, es tan rica en costumbres y manifestaciones artísticas, populares, culturales, como en áreas protegidas, verdor, especies únicas, animales y vegetales. Durante siglo se ha legado la herencia cultural de generaciones en generación poblacional, incluso hoy donde lo foráneo quiere mermar las expresiones autóctonas, y la juventud tiene tanta presión a través de los medios de comunicación; con mayor frecuencia en las redes sociales por el bombardeo de tradiciones disímiles, nuestras costumbres siguen firmes.
Se dice que el folclore como la cultura, es la mejor forma de identificar al ser humano. Esta, como derecho difuso e interés colectivo, no pertenece a nadie en concreto, sino a todas las personas, es por y para el pueblo.
Lo cierto es que, somos un pueblo diverso, rico en arte, tan variado como su etnia poblacional, artesanía popular, música, ritmos como el merengue, la bachata y la salsa. Somos una población que tiene música por dentro y por fuera, un pueblo musical, que camina y vive al ritmo de la música. “El baile es una escultura en movimiento”.
Desde el Siglo XIX tuvimos mayor resplandor en una de las siete Bellas Artes: la pintura. En este caso la dominicana, obtuvo mayor auge con la llegada de artistas e intelectuales emigrantes, a causa de la Guerra Civil Española. Asimismo, refulgencia en la escultura. Al mismo tiempo, nuestra costumbre, propia de nuestro folklore autóctono, se ha mantenido fortalecida y ataviada con su indumentaria colorida. Ni hablar de la belleza y diversidad del carnaval dominicano, otra estampa de identidad.
Estos derechos culturales, también son derechos humanos y fundamentales de nuestra población. De acuerdo al artículo 64 de nuestra Carta Magna, ley de leyes: el pueblo dominicano tiene derecho a participar y actuar con libertad y sin censura en la vida cultural de la Nación, al pleno acceso y disfrute de los bienes y servicios culturales, de los avances científicos y de la producción artística y literaria.
Para ello, el Estado protegerá los intereses morales y materiales sobre las obras de autores e inventores. Establecerá políticas que promuevan y estimulen, en los ámbitos nacionales e internacionales, las diversas manifestaciones y expresiones científicas, artísticas y populares de la cultura dominicana e incentivará y apoyará los esfuerzos de personas, instituciones y comunidades que desarrollen o financien planes y actividades culturales.
Además, garantizará la libertad de expresión y la creación cultural, así como, el acceso a la cultura en igualdad de oportunidades y promoverá la diversidad cultural…, reconocerá el valor de la identidad cultural, individual y colectiva, su importancia para el desarrollo integral y sostenible, el crecimiento económico, la innovación y el bienestar humano, mediante el apoyo y difusión de la investigación científica y la producción cultural.
En ese sentido, protegerá la dignidad e integridad de los trabajadores de la cultura; el patrimonio cultural de la Nación, material e inmaterial, está bajo la salvaguarda del Estado que garantizará su protección, enriquecimiento, conservación, restauración y puesta en valor.
Por lo que, los bienes del patrimonio cultural de la Nación, cuya propiedad sea estatal o hayan sido adquiridos por el Estado, son inalienables, es decir, es decir, no se puede enajenar, ni transmitir, ni ceder, ni vender. Además, son inembargables; no pueden ser embargados y son imprescriptibles; no pierden vigencia o validez.
Sin dudas, somos parte de una etnia bendecida en folklore, diversa en sabor, color y memorias artísticas. En utensilios, artesanías, tejidos, trabajos en madera, juegos, tertulias, actividades religiosidad, para las necesidades espirituales, las que reflejan la cultura empírica dominicana, esa que nos transmitieron nuestros antepasados y que transmitiremos a nuestros ascendientes o sucesores.
Aquel encuentro entre dos mundo en 1492: África y Europa, sigue presente en nuestro andar cultural, que junto a los grandes vestigios de la población aborigen, hacen inmensamente característica las costumbres y raíces de nuestro pueblo, porque, mediante la cultura podemos transmitir valores, expresarnos, buscar formas incansables de transcendencias, por aquello de que, “la cultura es un adorno en la prosperidad y un refugio en la adversidad”.
Por eso, queridos amigos, amigas, no olvidemos fortalecer, ejercitar y proteger nuestros derechos culturales, la cultura nos sobrevive. “Ella es lo que, en la muerte, continúa siendo la vida”.
Hasta pronto.
La autora reside en Santo Domingo
Es educadora, periodista, abogada y locutora.
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