El Bosch de 1963 estaba imbuido por el concepto de democracia que había plasmado Alexis de Tocqueville en su libro “La democracia de América”, este politólogo y jurista francés, fue capaz de describir las virtudes y los defectos del régimen democrático prevaleciente en el Estados Unidos del siglo XIX.
Su obra constituye un aporte invaluable desde el punto de vista de la politología,porque, a partir del estudio de su contenido, Maquiavelo quedó sino superado, cuando menos adversado por nuevas concepciones politológicas, porque, como bien refiere Giovanni Sartori, hasta el siglo XIX, la democracia era mal vista por los intelectuales desde la época griega, pero con Tocqueville, la democracia pasó a ser un régimen omnipresente hasta la actualidad.
Lo que Juan Bosch en 1963 no tomó en cuenta fue que desde inicios del siglo XX, el ruso Vladimir Ilich Lenin, había escrito el libro “El imperialismo Fase Superior del Capitalismo”, de conformidad con el cual, la democracia de América, particularmente la de los EEUU, se había transformado en lo que el propio Bosch llamaría más tardes “Pentagonismo”. Estos cambios habían convertido a la nación norteña en un estado de corporaciones transnacionales que, haciendo uso del concepto Nazi de “Espacio vital”, entendían que los recursos naturales del mundo, les pertenecían por derecho propio. Por tanto, les importaba poco la democracia. A la vez, estaban en contra de todo movimiento político que invocando la democracia, fuese nacionalista o, que simplemente, pusiese en peligro sus intereses imperiales.
De modo que el modelo imperial solo admite regímenesentreguistas o bien al servicio de las oligarquías que estén en alianzas con el imperio. Es lo que se denomina “democracia de fachada o gobierno títere.” Bosch era lo opuesto a todo eso. Por eso, se entendió traicionado por el Embajador de Estados Unidos de entonces, John BarlowMartin, quien, conociendo a Bosch, pronto comprobó que éste era una amenaza para los intereses del Pentagonismo.Debido a ello, empezó a conspirar contra el gobierno de Bosch hasta echarlo del poder mediante la conocida receta del Golpe de Estado. Receta empleada con anterioridad y con posterioridad a Bosch, no solo en Latinoamérica sino en todo el denominado Tercer Mundo.
Pero como el Gobierno de Bosch era un gobierno constitucional y democrático, las cosas no eran tan simples, el golpe implicó una lucha armada con dos consignas: Regreso de Bosch al gobierno y retorno a la Constitución del 63. Como podrá observarse, nada hay de revolucionario en estas dos consignas que sirvieron de programa político a los constitucionalistas de 1965. En pocas palabras, en 1963, se puso en marcha un programa democrático con base a las ideas de Alexis de Tocqueville, sin que se observara que el Pentagonismo no lo permitiría. Esto implicaba, casi por necesidad, que lo único posible era una democracia de fachada, una caricatura de democracia. O, lo que es lo mismo que la Constitución era un pedazo de papel.
Bosch tomó, más tarde, consciencia de ello y por eso adjuró de la democracia representativa.
Pero luego de la caída del Muro de Berlín (1989) y de la caída de la Cortina Roja (1991), fundándose en 1994 la denominada “globalización o mundialización”, la democracia adquirió un nuevo giro: ahora se anunciaba la circulación universal de personas y de mercancías. Pronto, el mundo se daría cuenta de que solo la circulación de mercancías se haría realidad. De modo que la mundialización ha implicado la democratización de la mercancía no así la libre circulación de personas como se prometió en sus inicios. Es una democracia a medias donde el constitucionalismo ha sido sustituido por los acuerdos internacionales de libre comercio que constituyen constituciones supra nacionales que garantizan derechos para las mercancías más no para las personas. Es un constitucionalismo para transnacionales y multinacionales que operan mediante acuerdos, ventas y fusiones de empresas como por concesiones de los Estados periféricos en provecho de estas empresas apoyadas en Estados imperiales.
La emergencia de China Popular como nación ganadora en la era de la globalización. El autor norteamericano Paul Kennedy en su libro “Hacía el siglo XXI”, plantea que la era de la globalización conduce a categorizar los países en dos renglones: ganadores y perdedores. La realidad es que Occidente ha perdido. Así lo planteó Gorbachov en su Perestroika quizás sin darse cuenta, pero lo dijo claro: “El siglo XXI sería el siglo de Asía. Como China Popular mantiene un régimen de corte maoísta que Occidente califica de totalitario o de corte estalinista, se habla de que el fin de la democracia está próximo.
Norberto Bobbio, por el contrario, observa que la democracia no solo es que se consolida sino que se expandió en el pasado siglo XX y continúa expandiéndose en el presente siglo XXI. De lo cual se infiere que el régimen chino evolucionará hacia cierta forma de democracia representativa, pero de forma hibrida de la misma forma en que la democracia occidental está evolucionando hacia cierto carácter hibrido con el totalitarismo empujada por la tecnología y la inteligencia artificial. Es como ha dicho Duamel: “Democracia y poder van hoy de la mano.” Por tanto, ni desaparece la democracia ni de desaparece el totalitarismo sino que ambos sistemas se retroalimentan uno al otro.
En el caso dominicano, se debe esperar que la lucha por la consolidación de los derechos fundamentales se consolide,aun sea con base a lo que Jürgens Habermas llama “Revolución fragmentada”, revolución parcial y revolución por áreas.
Por tanto, la Revolución de Abril del 65 es un referente en el cual unos desean ver una propuesta de revolución popular, otros dicen que fue una guerra patria y pocos califican o reivindican como revolución burguesa. Cualquiera sea la denominación que se asuma, la realidad es que se trata de un acontecimiento histórico que ha marcado el devenir político nacional, alineando las fuerzas políticas de la nación en un sentido u otro de los planteados, pero teniendo todos por norte, el deseo de que las libertades públicas se conviertan en derechos fundamentales de gran contenido social. Pues no se olvide, a partir del 28 de abril de dicho año pasó a convertirse en una revolución antiimperialista y pro soberanía.
Quizás quien mejor lo expresara fue José Fco. Peña Gómez cuando se planteaba a lo Habermas, primero una democracia política, para luego pasar a una democracia económica y, por último, a una democracia social. En cualquiera de estos tres planos proyectados como metas políticas, la Revolución de abril de 1965 será siempre el gran referente; así como, la Democracia en América de Tocqueville es la teoría no superada. DLH-26-4-2021