El arribo de Luid Abinader a la Administración del Estado Dominicano ha implicado, hasta ahora, más de lo mismo.
El primer gobierno de Leonel Fernández (1996-2000), se caracterizó por ser un gobierno donde se hizo un esfuerzo por convertir la actividad turística en una verdadera industria sin chimenea que arrastraba consigo la producción agropecuaria. Es el gobierno en el cual, el turismo adquirió rostro nacional y se consolidó como industria, fue la época en que capitales sanos migraron al país con el objeto de sentar las bases para un desarrollo sostenido. Pero en el periodo gubernamental siguiente (2000-2004), todo se echó por tierra, el esfuerzo anterior calló en saco roto para no recuperarse.
El regreso de Leonel 2004, significó una continuidad de las políticas de Hipólito, más de lo mismo antes que volverse al proyecto integrar de su primer gobierno, se implementó un desarrollo turístico inmobiliario que buscaba captar tierras turísticas para especular con ellas, mientras se descuidaba la producción, se ignoraba la relación turismo salud, el medio ambiente y la relación calidad, precio y mercado para priorizar elefantes inmobiliarios con capital especulativo o golondrina.
Esta situación se mantuvo por los dos periodos de mandatos últimos del León, al grado de que el incumbente de turismo de entonces se pavoneó en las publicaciones de wikileaks como un conspicuo auspiciador de lo que hoy se denomina corrupción corporativa, denominación que se discute si considerarla delito o magia empresarial neoliberal.
El asunto adquirió un tono dramático en los gobiernos de Danilo Medina, pues se aposentó en turismo, una política inmobiliaria y de promoción que buscaba centrar la política pública en materia de turismo con base a una campaña publicitaria alarmante que pretendía vender reconocimientos que eran el producto de componendas con sectores aposentados en el sector inmobiliario del turismo obviando el interés nacional y fortaleciendo el interés de grupos de especuladores. Es decir, hubo continuidad de lo que no debía ser.
El arribo de Luid Abinader a la Administración del Estado Dominicano ha implicado, hasta ahora, más de lo mismo, pues grupos encargados de especular con el tema inmobiliario y con terrenos, pretenden seguir dictando la política pública en materia de turismo mientras existe un divorcio entre producción, medio ambiente, consumo y turismo que raya en lo irracional. Sin embargo, una débil grieta parece abrirse desde Medio ambiente, pero el alcance de esta todavía no incide más que en Cabarete. Esperemos a ver qué ocurre en Bahías de las Aguilas y en Monte Cristi.
La pandemia del coronavirus ha debido convencer de la necesidad de integrar sector productivo, Medio ambiente y sector consumo, a las necesidades del turismo; sin embargo, se ha preferido continuar invirtiendo en publicidad inmobiliaria en el extranjero sin ordenar la casa, por ejemplo, sin reparar en los daños ambientales que están ocasionando la minería de un lado y del otro lado, las centrales eléctricas a carbón y a deasel. El daño que legó a la gestión actual, la anterior no debería tener continuidad, la está teniendo porque el sector inmobiliario especulador tiene mucho interés, por ejemplo, en el desarrollo vertical de las construcciones turísticas. Lo que, en principio, no tendría nada de malo si no fuese porque se está dejando de lado la capacidad democratizadora del dólar que produce el turismo para centrarlo en pugnas entre grupos de interés emergentes frente a grupos establecidos. Se busca golpear a los que han hecho carrera en el turismo para beneficiar a especuladores inmobiliarios. Esto es completamente irracional.
No puede promoverse el desarrollo vertical ni el desarrollo de nuevos aeropuertos cuando existen regiones como el Noroeste, el Sur y el Sur profundo con aeropuertos sin habitaciones de hoteles para su arranque o para su conexión con Puerto Príncipe, mientras se privilegian conflictos en el Este. Ahí hay algo que no concuerda, se habla de desarrollo en el Sur pero se sigue atizando el fuego de la discordia en el Este. A Monte Cristi solo palabras.
Mientras no se decida, por ejemplo, renunciar a la minería, como bien ha hecho Puerto Rico, no puede hablarse de estabilidad en el desarrollo de la actividad turística porque esta requiere agua potable, ganadería, agricultura y, en general, un medio ambiente sano. Y no existen indicios de que se esté pensando en fortalecer el turismo desde dentro, desde territorio local concebido como industria integradora de lo heterogéneo pero armónico con el medio ambiente.
Sobre producción nada, se invita a turistas a que nos visiten pero somos incapaces de ofertarles productos locales porque no se han sincronizado las necesidades del sector hotelero gastronómico con el sector agropecuario, es decir no se ha orientado la producción de este hacia las necesidades y requerimientos del turismo. Cuando, si se busca empleos, es ahí donde deben buscarse, es ahí donde la capacidad de derrame del turismo muestra sus bondades. Por tanto, una promoción sin base en una producción artesanal, agropecuaria y agroalimenticia es tiempo y dinero perdidos. O, a la sumo, beneficiar a tour operadores foráneos sin compensación para lo nacional.
Pero todavía más, es que el turista es un consumidor que busca productos autóctonos, que busca la gastronomía del país y, por inobservancia de las normas, tenemos un desastre en los alcoholes, un desastre en la producción y presentación de las frutas locales y de la denominada industria del postre que tantos éxitos dio al país en el pasado. El turista de hoy es un consumidor que busca lo nuestro y que exige le sea puesta a su disposición la gastronomía nacional. Para conseguirlo no es publicidad en el exterior lo que necesitamos sino apoyo a la producción local y orientación a la misma. No basta con abrir una oficina de Pro Consumidor en el Este, es necesario integrar incluso a salud pública con el objeto perseguido y eso no se está haciendo.
La Junta Agro Empresarial Dominicana (JAD) y el movimiento consumerista, junto a las cooperativas de producción, deberían ser los aliados naturales de la política pública en materia de turismo, sin embargo, a la fecha, existe un divorcio total entre estos sectores. No puede existir entonces turismo, producción ni consumo en tales condiciones. Seguimos actuando como piratas en el Caribe cuando tenemos una interesante competencia que está marcando el paso.
Hoy en día, el visitante desea arena, sol y mar, pero también desea nuestros productos vernáculos, no se ha llegado ahí porque a las ferias internacionales donde se presenta el turismo dominicano, lo que se muestra es lo que los tour operadores extranjeros que manejan conexiones de destinos, es decir ofertas, desean que se muestre, más una burocracia inepta que se complace con hacer turismo a expensas del Estado. Pero nada de presentar la cultura ni la producción dominicana ni los progresos en materia de derecho de consumo presentada por organizaciones de consumidores. DLH-18-5-2021