Dentro de su partido, solo cuenta con la solidaridad de una octogenaria, pues el resto, se ha dicho ya, solo desea disfrutar de “las mieles del poder.”
Juan Pablo Duarte murió solo y triste lejos de la patria que contribuyó a constituir en Estado Nación, no fue el primero, antes que él José Núñez de Cáceres debió marcharse a Venezuela y de esa nación a México donde murió sin volver al Estado cuya primera independencia proclamó.
No vamos a continuar narrando vicisitudes de políticos que por asumir actitudes responsables dentro del marco democrático, no le acompañó la comprensión de los círculos de poder. Parada nada estamos comparando a Luis Abinader con el padre de la patria ni con el fundador del Estado Dominicano solo estamos exponiendo las dificultades por las que atraviesan los políticos que hacen de la moralidad pública su Norte, cuando menos, en la República Dominicana.
Insistimos en que es sintomática la incomprensión de que goza Abinader dentro de su propio partido solo por convertir en marca de su gobierno, la lucha contra la corrupción administrativa. La realidad es que Balaguer, en su momento, llegó a decir que “la corrupción se detenía en la puerta de su despacho.” Que Leonel debió afirmar que “pagaba para no matar.” Que Hipólito Mejía, luego de aborrecer la reelección presidencial, terminó acariciándolasolo porque el círculo de poder que le acompañó lo condujo a tal contradicción con su discurso original.
Obvio, nadie había llegado a los extremos de Danilo Mediana, este último, ha roto el molden de la corrupción endémica en la república. La pregunta que se hace la población es la de ¿si Luis tendrá éxito en marcar a su gobierno como aquel que resolvió el problema institucional de la corrupción endémica o si sucumbirá como sus antecesores en sus pretensiones? Su primer escollo es su propio partido, el Segundo, es la resistencia al cambio que proviene de los sectores de poder y de la oposición política ligada a Danilo Medina.
Dentro de su partido, solo cuenta con la solidaridad de una octogenaria, pues el resto, se ha dicho ya, solo desea disfrutar de “las mieles del poder.” Obvio, Luis debe tomar conciencia de que su partido fue el instrumento para llegar al poder, pero que quienes le condujeron al solio presidencial fueron los dominicanos de buena voluntad que hartos de la corrupción y de la prepotencia del danilismo, buscaron en él, la herramienta para el cambio. Es decir, su compromiso es con la ciudadanía, es con el pueblo. Su defensa la harán las instituciones. Si lega un país institucionalizado y libre de corruptos. Esas instituciones y el pueblo serán su blindaje; si no lo hiciere, su futuro luce incierto.
Se sabe que la fauna política de la oposición corrupta probablemente hará alianza táctica con los sectores del partido en el poder que buscan enriquecerse como con los sectores económicos del gran capital que solo desean ganar dinero más no pagar impuestos. En ambos casos, el presidente debiera obvia los peligros que representan pues sin pueblo nada son; en cambio, si elimina privilegios, si mejora la vida de la gente y devuelve la dignidad a la clase media, el éxito le acompañará. O, lo que es lo mismo: nunca estará solo. Debe aprovechar los buenos vientos que vienen de la comunidad internacional y de la embajada que sabemos, pues en sendos casos, están contestes en apoyar un gobierno digno.
El destape de la corrupción militar no debe quedarse en el limitado escenario de un expediente judicial, debe convertirse en Norte junto al saneamiento de la Policía Nacional, pero entendiendo que el saneamiento de la Policía implica el saneamiento de la Administración de Justicia, pues existen policías corruptos porque existen jueces corruptos. Cuando un policía detiene un delincuente y luego ese delincuente sigue en las calles porque un fiscal o juez venal los puso en la calle, la moral del policía se deteriora, o bien, su trabajo queda destruido.
De manera que el desmonte de la corrupción militar implica, para ser exitosa, el desmonte de la corrupción judicial.
De modo que la reforma policial conlleva, necesariamente, la reforma judicial. La meritocracia en la policía debe existir con base a las buenas actuaciones, al respeto a los derechos humanos, a acciones preventivas del delito, a la protección a la ciudadanía, no por recaudaciones económicas o crímenes; la de los fiscales por igual; las de los jueces no es por ascenso sino por inamovilidad y méritos jurisprudenciales. Ahora, el éxito de un juez está estrechamente vinculado a las doctrinas que produce, a los favoreces que hace al poder económico y a su lenidad frente a corruptos y a corruptores. Esto debe acabar.
El presidente debe convenir en la apertura de los tribunales contenciosos administrativos como vías para descongestionar la congestión en la Oficina de Contrataciones Públicas y en la Procuraduría, pues cuando cualquier ciudadano pueda accionar directamente no habrá necesidad siquiera de reformar la Ley 340-06.
La ciudadanía, la sociedad civil y las instituciones deben ser los mejores aliados del presidente. Eso de jugar al fracaso presidencial desde su partido, desde la oposición y desde los grupos económicos, debe terminar. El presidente debe saber dónde encontrar aliados. Esos aliados no están en la sociedad política. DLH-3-6-2021