Netanyahu, quien ya ocupó el cargo entre 1996 y 1999, llegó nuevamente al poder el 31 de marzo de 2009 tras las elecciones de ese año –celebradas después de que Ehud Olmert dimitiera en 2008 en medio de acusaciones de corrupción– y desde entonces ha sido la cabeza visible del Gobierno israelí de forma ininterrumpida.
MADRID, 13 Jun. (EUROPA PRESS) – La aprobación dada este domingo por el Parlamento de Israel al nuevo Gobierno de coalición ensamblado por el líder de Yesh Atid, Yair Lapid, implica la llegada del derechista Naftali Bennett al cargo de primer ministro y el fin de la era de Benjamin Netanyahu, que se extiende desde 2009.
El político es la persona que ha ocupado el cargo durante más tiempo y, si bien sigue contando con numerosos apoyos en el país, ha sufrido un deterioro de su imagen en los últimos años, especialmente a raíz de su imputación por corrupción en 2020 y la pérdida de apoyos en el bloque de derechas.
Esta situación se ha visto reflejada en la profunda crisis política que atraviesa el país desde finales de 2018, cuando la dimisión del entonces ministro de Defensa, Avigdor Lieberman, forzó unas elecciones que abrieron un ciclo de cuatro votaciones en cerca de dos años que derivaron en parlamentos fragmentados y sin mayorías claras.
Así, el presidente del país, Reuven Rivlin, optó por conceder el mandato a Lapid, un antiguo periodista que se distanció el año pasado del líder del opositor Azul y Blanco, Benjamin Gantz, por su pacto de coalición con el primer ministro y aglutinó parte del descontento contra 'Bibi'.
El Likud de Netanyahu, conocido popularmente como 'Bibi', logró una nueva victoria en las elecciones de marzo, si bien el bloque integrado por partidos derechistas y ultraortodoxos quedó lejos de lograr una mayoría, sin que el primer ministro lograra convencer a algunos antiguos aliados para mantenerse en el poder.
A pesar de las diferencias ideológicas entre los partidos opuestos a Netanyahu –entre los que figuran los derechistas Yamina, liderada por Naftali Bennett, y Nueva Esperanza, encabezada por Giden Saar–, la posibilidad de hacer frente común contra él ha pesado más y finalmente ha derivado en un acuerdo sin comparación hasta la fecha.
Esta suma de fuerzas ha precipitado la caída de Netanyahu, quien con el paso de los años se ha aferrado a sus alianzas con partidos ultraortodoxos y nacionalistas y a sus éxitos en materia internacional, especialmente gracias al apoyo dado por el expresidente Donald Trump a sus aspiraciones en torno a Jerusalén y Cisjordania.
Netanyahu, de 71 años, inició su carrera política en 1984 como representante permanente del país ante la ONU, antes de ser nombrado presidente del Likud en 1993, entonces en la oposición. Posteriormente, se hizo con la victoria en las elecciones de 1996, cuando se convirtió en el primer ministro más joven del país, un puesto que ocupó hasta su dura derrota en 1999 frente al partido del izquierdista Ehud Barak.
Durante este primer mandato, 'Bibi' se mostró crítico con los Acuerdos de Oslo, firmados en 1993 y que permitieron la creación de la Autoridad Palestina, una línea que ha mantenido e incluso endurecido con el paso de los años, ante el estancamiento del proceso de conversaciones.
Tras su derrota en 1999, optó por retirarse de la política y entrar en el sector privado, si bien volvió cerca de un año después al escenario político israelí tras la caída del Gobierno de Barak. Sin embargo, el ascenso de Ariel Sharon en las filas del Likud le impidieron presentarse como candidato.
De esta forma, recuperó el liderazgo del Likud en 2005 y en 2009 logró un segundo mandato en las elecciones, tras lo que supervisó el inicio de un proceso de conversaciones de paz con los palestinos en 2010 mediado por la Administración de Barack Obama, que incluyeron una congelación de la construcción de asentamientos y que terminaron sin embargo sin nuevos avances.
Netanyahu tuvo también que capear con una oleada de protestas contra el elevado coste de la vida en el país y la crisis económica en 2011, al hilo de la conocida como 'Primavera Árabe', así como con el enfrentamiento diplomático con Irán por su programa nuclear.
El primer ministro, quien logró posteriormente victorias en las elecciones de 2013 y 2015, hizo de la política exterior uno de sus caballos de batalla, especialmente en torno a su alianza con Estados Unidos y la búsqueda de acuerdos con varios países de la región a partir de su enemistad con Teherán.
En 2020, logró firmar acuerdos para normalizar las relaciones con Emiratos Árabes Unidos (EAU), Bahréin, Sudán y Marruecos, además de un acercamiento a Arabia Saudí, y obtuvo importantes victorias en el frente diplomático gracias al apoyo de Trump, especialmente en lo relativo a Jerusalén.
Así, Trump reconoció la ciudad como capital de Israel y trasladó allí su Embajada, así como la soberanía del país sobre los Altos del Golán, gracias a lo cual Netanyahu cimentó su figura como impulsor de la expansión israelí sobre terrenos que controla 'de facto' desde 1967, algo que reforzó dando 'luz verde' a la construcción de miles de viviendas en asentamientos en Cisjordania.
Esta situación y lo que los palestinos tildan de 'judaización' de Jerusalén han provocado importantes aumentos de las tensiones en los últimos años, incluido el conflicto de mayo en Gaza, objetivo además de ofensivas militares en 2012 y 2014, siempre bajo mando de Netanyahu.
Israel ha sido además uno de los principales opositores al programa nuclear iraní y al acuerdo firmado en 2015 por el Grupo 5+1 con Teherán, que Estados Unidos abandonó en 2018 bajo mandato de Trump. Ambos países han protagonizado además un repunte de los incidentes directos, incluidos bombardeos israelíes contra objetivos iraníes en Siria.
Los últimos años del mandato de Netanyahu han estado marcados por una creciente polarización en torno a su figura, que ha aglutinado a bloques políticos a partir del apoyo o rechazo de 'Bibi', también a causa de lo que la población árabe-israelí percibe como una creciente discriminación institucional ante el creciente peso de los sectores religiosos judíos en la Administración.
Sin embargo, el golpe definitivo a la figura de Netanyahu fue su imputación por corrupción por varios casos en 2020, que le han convertido en el primer ministro en ser sometido a juicio estando aún en el cargo, a pesar de sus declaraciones rechazando los cargos, que ha llegado a tildar de "caza de brujas".
La oposición ha denunciado que Netanyahu ha estado más centrado en intentar mantener el control del aparato judicial para evitar su enjuiciamiento que en hacer avanzar las políticas del país, al tiempo que ha criticado que no haya dimitido por la imputación, algo que él mismo exigió que hiciera Olmert en 2008.
De hecho, la Fiscalía denunció en la primera sesión de la fase de presentación de pruebas un "grave caso de corrupción del régimen" y agregó que "el sospechoso (en el proceso) es el primer ministro de Israel quien, según la acusación, usó sus grandes poderes de forma prohibida".
’Bibi' ha reforzado además su figura que ha distanciado al partido de sus líneas de acción previas para centrarse en las decisiones individuales de Netanyahu, lo que ha impulsado además su distanciamiento de ciertos sectores de la derecha, incluidas sus tensiones con Bennett y Saar, que finalmente han impulsado su caída.
A pesar de todo, 'Netanyahu sigue siendo una figura altamente influyente en el país, como refleja la victoria del Likud en las últimas elecciones, y su salida del poder podría no ser definitiva, ya que ha adelantado que hará lo posible por derribar a la nueva coalición de Gobierno, lo que revela que esta vez no se apartará de la política en el país.Imprimir
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