Científicos y médicos dominicanos, prudentes, lejos de ser conspiranoicos reaccionaron y reclamaron documentación y avales para una decisión gubernamental de ese nivel.
Importa más el momento y cómo comunicar los hechos, que la realidad misma.
Algunos dicen que “la verdad poco importa” en estos tiempos en que somos prisioneros de redes sociales que construyen “realidades paralelas” (percepciones).
Un hecho positivo mal comunicado se convierte fácilmente en difícil problema que puede derivar en crisis y obligar a duplicar energías para su desconstrucción.
Es lo que ha sucedido con el tema de la posibilidad de que se requiera una tercera dosis de vacunas cruzadas para enfrentar una potencial nueva ola de COVID, en algunas de sus mutaciones.
Inoportuna la ocasión, inadecuada vocería y sin mínima lubricación, posible con un agresivo diseño comunicacional luego de consultas y consensos con la comunidad científica y médica, como se ha hecho con otros sectores en temas sensitivos, con resultados auspiciosos o al menos ganancia de tiempo para afinar adecuadas soluciones.
Concluyó una reunión del gabinete de salud, que encabeza la vicepresidenta Raquel Peña y ésta oficializó la versión que había dado como una posibilidad el ministro de Salud, Daniel Rivera de que habría una tercera inoculación.
La información sorprendió a la comunidad médica y gran parte de los ciudadanos, entre los que estamos quienes apoyamos la vacunación como único medio posible, hasta el momento, de afrontar la pandemia.
El gobierno ha hecho una excelente gestión en la compra, importación y aplicación de las vacunas y la vicepresidenta una correcta y prudente vocería, pero no correspondía a ella la divulgación de una información que es motivo de debate en la comunidad científica mundial y no era el momento ni el lugar.
El anuncio llegó cuando aún hay ciertos bolsones de resistencia para una primera inoculación, sin completarse la segunda dosis y sin informaciones concluyentes acerca de la necesidad de una tercera, certezas sobre cruces y el tiempo que separe los pinchazos.
Científicos y médicos dominicanos, prudentes, lejos de ser conspiranoicos reaccionaron y reclamaron documentación y avales para una decisión gubernamental de ese nivel.
Además, las opiniones difirieron respecto al tiempo entre la segunda y una posible terceras dosis de distintos laboratorios. El gobierno habló de un mes, mientras médicos entre 7 y 12 semanas.
“Apelamos a la creación de conocimiento local con los millones ya vacunados, y realizar estudios y observaciones que nos permitan hacer estas recomendaciones basadas en evidencia”, sugirió el virólogo Robert Paulino.
El líder del Colegio Médico Dominicano, Waldo Ariel Suero exigente y quisquilloso en el tema de la vacunación apoyó la decisión oficial, mientras que el presidente de la Sociedad Dominicana de Vacunología, José Brea del Castillo afirmó que ante una posible cuarta ola de Covid-19 es sabia la decisión oficial de una tercera dosis de Pfizer, “aunque no haya estudios”.
El sábado último este diario publicó lo que luce una corrección del resbalón oficial en la voz del asesor del ministerio de Salud Pública, Eddy Pérez Then, quien adelantó que se iniciarían estudios en tiempo real con participación de 3 mil 200 personas para evaluar efectividad de la vacuna Sinovac y establecer si sería necesaria una tercera dosis y evaluar posibilidad de mezclar diferentes vacunas. Admitió que no se cuenta con los estudios necesarios.
La rectificación es oportuna porque el anuncio de una tercera dosis, mezclando vacunas sin estudios concluyentes ni experiencias sobre el experimento, además de generar inquietudes y malestares entre médicos y ciudadanos, provocó que los negacionistas intensificaran su campaña aprovechando la confusión.
Las autoridades deben dar participación a científicos y médicos y consensuar soluciones sobre la base de, al menos, mínimas evidencias mientras cubren a la población de la primera y segunda dosis.