El país recuerda aquella escena aborrecible de la reunión del Consejo Nacional de la Magistratura cuando el ex procurador Jean Alain Rodríguez.
La ciudadana Mirian Germán, que hoy ocupa la jefatura del Ministerio Público, es un ser humano especial; pero no porque tenga una condición física que le impida caminar o hacer las cosas que todos hacemos normalmente, ni porque haya nacido con problemas neurológicos que le hayan impedido estudiar y convertirse en una profesional exitosa, casarse, tener hijos, ni nada que se parezca; es un ser especial, incluso raro, por la forma como se ha manejado toda su vida.
Durante casi cinco décadas esa mujer ha estado en los tribunales del país tratando de ser justa en un sistema de injusticias y privilegios, donde el que se roba un peso es un ladrón y el que se roba un millón es un señor, un sistema donde los poderosos difícilmente visitan un recinto carcelario porque las leyes no se hicieron para ellos. La magistrada Germán, de caminar pausado, -para pensar de prisa- amante de la buena música y la literatura, más que de la doctrina del derecho misma, de la cual ha sido una gran estudiante, ha tenido que enfrentar y saltar muchos obstáculos, más de lo que la gente pueda imaginar. No digo que sea perfecta, que no se equivoque o no se haya equivocado. ¡Claro que sí, muchas veces! De no ser así fuera una máquina, no un ser humano. A ella, como a mí, como a todos “nada humano nos es ajeno”. Pero es un ser noble, afable y cariñoso a quien se le puede querer más allá de la toga, el birrete y las leyes que protege.
El país recuerda aquella escena aborrecible de la reunión del Consejo Nacional de la Magistratura cuando el ex procurador Jean Alain Rodríguez, con el apoyo del daltoniano político, presidente de la República Danilo Medina y del inefable presidente de la Suprema Corte de Justicia, Mariano Germán, entre otros, la trataron irrespetuosa y canallescamente, algo que todo el pueblo repudió.
Cegado por el poder transitorio que le otorgó Danilo sabiendo de sus falencias humanas, Jean Alan cumplió su rol impidiendo que la magistrada Germán escalara una posición en el escalafón judicial. Se comportó como un pelele, ambicioso, arrogante y pedante, con una inmadurez casi infantil.
“Con la vara que midas serás medido”, dice Jesús, según el evangelio de San Lucas. “Las vueltas que da la vida”, dice el pueblo. Todo lo que sube, baja. Ayer Jean Alan se creyó un dios en las alturas, hoy está a ras del suelo pidiendo perdón por sus pecados que al parecer fueron muchos. (Habrá que probarlos en los tribunales) A todos debe servirnos de experiencia lo que le está pasando al ex procurador. La vida te da sorpresa, sorpresas te da la vida”, canta Rubén Blades.
Mirian Germán salió de la reunión del Consejo Nacional de la Magistratura como el ave fénix convertida en mártir por los abusos que Danilo Medina, Mariano Germán y su lacayo Jean Alan cometieron contra ella. Ellos descendieron hasta lo más bajo, ella, sin embargo, se elevó a lo más alto en el cariño del pueblo, a tal punto, que el presidente Luís Abinader, para pagar la deuda moral, la designó Procuradora General de la República, que hoy honra.
Pero no se confundan, Mirian Germán no ha iniciado una cacería de brujas, ni una persecución inquisidora como de Tomas de Torquemada, ni un juicio contra los asesinos Nazis después de la Segunda Guerra Mundial, y mucho menos una vendetta contra los que abusaron de ella en el encuentro del CNM, no, en modo alguno. Ella simplemente está cumpliendo con su papel de Procuradora General de la República.
Mirian no descenderá hasta el lodo putrefacto en que cayeron sus detractores. Sería atentar contra los valores y principios que tanto ha defendido durante toda su vida.