“La Procuraduría General de la República (PGR) pasó de la obligación constitucional de perseguir los crímenes y delitos a materializarlos a gran escala”, reza el documento de solicitud de medida de coerción depositado por representantes de la PEPCA contra Jean Alain Rodríguez y compartes.
Afirma que convirtieron la PGR en “el centro de operación de la estructura criminal, transformando la misión de la organización en un objetivo inverso”.
Las acusaciones van desde estafa al Estado, falsificación de documentos públicos, asociación de malhechores hasta de lavado de activos. Se alega distracción de cuantiosos recursos del presupuesto de la PGR y de fondos de cooperación internacional, creación de proyectos sin planificación de insalvables vicios de construcción para obtener beneficios de presupuestos millonarios, creación de nóminas ficticias, procesos fraudulentos de compras y recepción de sobornos en bultos que eran llevados a la propia sede principal.
Además, se imputa a Jean Alain y colaboradores creación de empresas a través de testaferros para venderle a la institución, utilización de programas informáticos para interceptar comunicaciones a empleados y ciudadanos “en una maquinaria de espionaje con fines de intimidar y extorsionar. También eliminación de fuentes de información en áreas como extradiciones, bienes incautados y antecedentes penales, así como destrucción de evidencias en la transición gubernamental con riesgo de pérdida de la “memoria histórica” de la institución.
“Explícaselo a un alemán” suelo decir en broma cuando se trata de una “dominicanada” o algo de difícil ocurrencia en otra parte del mundo.
Recordé la historia del Negro Durazo en México, corrupto y corruptor de las fuerzas policiales y protector de narcotraficantes, con protección del presidente López Portillo y fortuna estimada en más de 100 millones de dólares.
La vergüenza es sobrecogedora. Algunos no se inmutan quizás porque han perdido la capacidad de sorpresa.
Siempre le atribuí a Rodríguez capacidad para cualquier perversidad, luego de verle ejecutar la monstruosa agresión contra la entonces jueza suprema Miriam Germán en el televisado escenario del Consejo Nacional de la Magistratura, de la autoría intelectual de Danilo Medina.
Empero, me impacta la audacia para concebir y acometer las acciones que dice la Procuraduría.
El relato oficial no es verdad incontrovertible y está supuesto a que se muestran las pruebas y que los jueces las ponderen luego de activa actuación de la defensa técnica de los imputados.
Sin embargo, un treinta, sesenta u ochenta por ciento de veracidad es brutal contra un individuo que como funcionario principal del órgano responsable de la persecución criminal habría actuado en sentido contrario.
Y uno supone que en estas 294 páginas figura lo que pudo documentar el ministerio público en el plazo de las 48 horas para llevar a los imputados ante el juez para la solicitud de medidas de coerción, que se adelantó será de prisión preventiva. (El director de la PEPCA, Wilson Camacho refirió que nuevamente tienen un caso blindado con 5 mil 800 páginas de evidencias).
Sospecho que en este caso hubo especial esmero en el levantamiento de las pruebas, por el supremo interés de Miriam Germán de que no haya la más mínima sospecha de una actuación por venganza. Germán se ha ocupado en aclararlo en más de una ocasión.
La Procuradora llegó más lejos: se apartó formalmente mediante auto motivado del caso.
Los abogados que habrían intentado descalificar la “Operación Medusa” tildándola de una suerte de teoría marina, empero, con sus clientes presos, pidieron una semana de aplazamiento de la vista sobre medidas de coerción.
¿Sorprendidos por el “blindaje” de Camacho?
Entretanto ya se notan agrietamientos entre acusados…
¿Quién será el primero en ser convertido en piedra?