Este innovador foro iberoamericano logró superar su prueba de fuego en un ambiente participativo y cargado de optimismo.
Entre (1991 y 2001) transcurrió la primera década de apertura de la Cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de Iberoamérica, con balance centrado en su reorganización institucional y búsqueda del consenso de sus principales protagonistas para aplicar políticas sociales y de desarrollo encaminadas al crecimiento de la región.
Un líder portugués y primer ministro de esa nación europea fue clave para vencer los obstáculos debido a su incuestionable visión democrática que siempre exhibió. Mario Soares, carismático e inteligente hombre de Estado emprendió una extraordinaria labor contribuyendo decididamente al afianzamiento democrático en Iberoamérica.
El estadista Soares (1924-1917, Lisboa, Portugal), fue un defensor de la democracia en Latinoamérica y en el mundo, y en su dilatada carrera política ocupó diversas posiciones. Fue primer ministro en dos ocasiones (1976-1978) y de (1983-1985).
Como presidente de Portugal, Mario Soares (1986-1996), desarrolló una agenda internacional de primera magnitud, priorizando la defensa de los derechos humanos y el afianzamiento democrático de la región.
Siempre mantuvo excelentes relaciones con el finado líder socialdemócrata y presidente de la Internacional Socialista para América Latina y el Caribe, José Francisco Peña Gómez.
Soares en su discurso en la Primera Cumbre Iberoamericana de jefes de Estado y de Gobierno, en Guadalajara, México, (1991), alabó la decisión del liderazgo latinoamericano y europeo para conformar este foro.
Y al respecto, expuso que: “En verdad, el momento fue particularmente bien escogido, en el actual contexto internacional, para reunir a los jefes de Estado y de Gobierno de los países del gran espacio latinoamericano, de España y de Portugal, con el objetivo de impulsar el diálogo político y dar a las relaciones económicas y de cooperación entre nuestros países una expresión práctica más concreta, dinámica y actual, ahondando la tradición humanista que es nuestra matriz histórica y cultural común.
Soares y Latinoamérica
Posteriormente, el entonces presidente de Portugal hizo la siguiente reflexión.
-El mundo está sujeto en nuestros días a una acelerada evolución que continúa sorprendiéndonos por la profundidad de los cambios que presenciamos casi cotidianamente. Son tiempos fascinantes que exigen lucidez y serenidad, pero son, también, tiempos prometedores, de apertura, de libertad, de diálogo, aproximación y reconciliación. La América Latina vive, también, las inevitables consecuencias de estos vientos de cambio. Por todas partes, en este inmenso subcontinente, fructifica y es, diría yo, pacíficamente aceptado, un movimiento irreprimible de "subversión democrática" que viene a abrir, finalmente, a sus pueblos nuevas y reales perspectivas de un futuro más próspero y más justo, conjurando -esperamos que definitivamente- un pasado adverso de dictaduras, en el que el desprecio por los valores fundamentales era moneda corriente. Restaurada la democracia pluralista, restituidas las libertades y los derechos fundamentales, consolidada la política de desarme, en los planos internacional y regional, comienzan a liberarse las energías humanas y pueden ser movilizados los medios indispensables a la prosecución de las tareas inaplazables del desarrollo en esferas esenciales como la economía, la educación, la justicia, la cultura y la defensa del medio ambiente, con miras a corregir las graves asimetrías que todavía hoy afligen a los pueblos iberoamericanos.
La adhesión de Portugal a las Comunidades Europeas -al igual que la de España- vino a dar una nueva dimensión, más vasta y actual, al diálogo intercontinental que, en este nuevo contexto, es nuestro deber profundizar, ampliar e impulsar. Portugal, por ser uno de los Estados comunitarios históricamente más ligado a los pueblos de las dos orillas del Atlántico Meridional y por haber traído al seno comunitario el mundo de lengua portuguesa -que, al final del siglo, representará cerca de 200 millones de seres humanos radicados en todas las regiones del globo- sigue considerándose como un legítimo heraldo y un denodado defensor del espíritu de apertura de Europa a los pueblos de otros continentes. Permítanme saludar aquí, con legítimo orgullo, a Brasil, país al que Portugal está vinculado con fraternales e indestructibles lazos históricos, afectivos, humanos y culturales”.
Nótese, cómo defendió el presidente de Portugal, Mario Soares, a su antigua colonia del Sur de América, la República Federativa de Brasil.
La Declaración Final de la Cumbre de Guadalajara no dejó dudas sobre el compromiso colectivo de los mandatarios y dignatarios presentes para forjar las directrices de fortalecimiento de la democracia en Iberoamérica.
Compromiso con la Democracia
El texto entre otros puntos abordó lo siguiente:
-Encontramos en la aproximación respetuosa de nuestras diferencias y en la voz múltiple de nuestras sociedades, las bases de un proyecto de cooperación iberoamericana sustentado en el diálogo, la solidaridad y la adopción de acciones concertadas.
-Manifestamos la voluntad de contribuir unidos a un futuro común de paz, mayor bienestar e igualdad social. Estamos comprometidos con el desarrollo económico y social de nuestros pueblos, la plena vigencia de los derechos humanos, la ampliación de los cauces democráticos, el fortalecimiento de nuestros sistemas institucionales y el respeto de las normas de derecho internacional.
-Deseamos un futuro de certidumbre, paz y seguridad para nuestros pueblos. Ello sólo será posible mediante el respeto al Derecho Internacional y a través del desarme general y completo que desaliente el uso de la fuerza y propicie la solución negociada de controversias. Reafirmamos nuestro apoyo a las metas para la década de las Naciones Unidas contra el colonialismo. Frente al abuso del poder, invocamos la razón y el diálogo.
-Reafirmamos que es obligación del Estado de Derecho promover y garantizar la plena vigencia de los derechos humanos. A partir de nuestros propios esfuerzos y sobre la base de una cooperación internacional amplia, no selectiva y no discriminatoria, estamos decididos a conformar un acervo iberoamericano en el ámbito de los derechos humanos que consolide conductas de respeto, libertad y armonía en lo político, lo jurídico, lo económico y lo social.
-Reconocemos la inmensa contribución de los pueblos indígenas al desarrollo y pluralidad de nuestras sociedades y reiteramos nuestro compromiso con su bienestar económico y social, así como la obligación de respetar sus derechos y su identidad cultural.
-Estamos comprometidos en un proceso de profundo reajuste de nuestras economías con el objeto de lograr con eficiencia la recuperación y el crecimiento. Nuestros países han hecho avances significativos en sus procesos de modernización por medio de la reforma del Estado y de la liberalización económica. Tales procesos han entrañado sacrificios que deben cesar para que sea posible establecer una verdadera justicia social. En nuestra región se han dado procesos sin precedentes tendientes a la integración económica gradual regional y subregional que hagan posible una posición más favorable en el escenario internacional. Nuestras iniciativas se verán fortalecidas si existe un entorno internacional que facilite recursos complementarios para el desarrollo y la supresión de obstáculos al intercambio comercial.
-Manifestamos nuestro decidido apoyo a los procesos de integración en curso tanto a nivel regional como subregional y nos proponemos seguir avanzando en este camino.
Foro Consolidado
Los primeros diez años de existencia de la Cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de Iberoamérica permitieron su consolidación, credibilidad e institucionalización en un marco repleto de diversas opiniones y reflexiones.
Los mandatarios participantes algunos de ellos demócratas conservadores y otros demócratas liberales afinaron sus ideas y esfuerzos para su preservación.
Hubo dignatarios y presidentes que dotado de una inteligencia natural y olfato político supieron interpretar con agudeza las circunstancias históricas que atravesaba Iberoamérica.
Luis Alberto Lacalle Herrera, presidente de la República Oriental del Uruguay (mandato presidencial 1990-1995) del Partido Nacional de tendencia derechista, en la II Cumbre Iberoamericana en Madrid, España, en 1992, hizo importantes planteamientos.
E inició su elocución observando que: “La organización de nuestra reunión establece que la primera sesión debe tratar de la situación política y económica en el mundo. Papel de los países iberoamericanos".
Y, en ese sentido, agregó, debemos manifestar estos países iberoamericanos que llegamos a la Cumbre de Madrid, con una Iberoamérica que puede exhibir una transformación profunda y real en su entramado social, económico y político. Digámoslo claramente, los países iberoamericanos pueden mostrar hoy solución en muchos casos eficaz a su problema de deuda externa. Pueden exhibir, ante las demás naciones, políticas de apertura económica. Pueden decir que están firmes en el camino de la verdadera integración. Vale decir que la actitud espiritual y política de quienes estamos hoy aquí, no solamente es positiva en la intención, sino que puede aportar probanzas de cambio. Lejana queda ya la década del 80, década perdida, década de crisis, para que hoy podamos exhibir, en estos primeros años de la década del 90, esos guarismos positivos y esa actitud que nos hace llegar hasta España, con el sereno orgullo y tranquilidad de mucha tarea realizada.
Década Perdida
El ex mandatario uruguayo reivindica el optimismo y actitud entre el liderazgo latinoamericano para superar los desaciertos que caracterizaron la década del 80.
Su antecesor, el ex presidente Julio María Sanguinetti, mandatos presidenciales (1 de marzo de 1985 – 1 de marzo de 1990, 1 de marzo de 1995 – 1 de marzo de 2000) del Partido Colorado, de tendencia moderada, contribuyó con su agudeza política al fortalecimiento de ese Foro.
Sanguinetti, abogado, periodista, escritor y político uruguayo que exhibe sus destrezas expositivas a través de artículos en el diario El País de España y en rotativos de Montevideo, siempre defendió la pluralidad del debate.
Tanto el Partido Nacional como el Partido Colorado, creados en Uruguay en el siglo XIX, han dominado el escenario político y congresual de esa nación suramericana por décadas.
La dictadura cívico-militar uruguaya se extendió entre el 27 de junio de 1973 y el 1 de marzo de 1985, período durante el cual Uruguay fue regido por un gobierno militar surgido tras el golpe de Estado de 1973.
Durante la VI Cumbre Iberoamericana de jefes de Estado y de Gobierno, montada en las ciudades de Santiago y Viña del Mar, República de Chile, en 1996, el entonces presidente de Uruguay, Julio María Sanguinetti, manifestó: “Usted ha definido señor Presidente con elocuencia y rigor, tanto en su intervención de ayer como en la de hoy, el objeto de esta convocatoria y mucho más allá. El espíritu que hoy recorre toda Iberoamérica. Usted nos ha dicho hoy con claridad y precisión que no somos más prisioneros de la tentación autoritaria con el tumulto populista y así es, porque si muchos problemas tenemos, nadie, mirando hoy lo que es este conjunto, este espacio de civilización, esta personalidad que representa Iberoamérica, puede dejar de comprobar lo que hemos avanzado en estos años”
Posteriormente, el mandatario uruguayo dijo: “Y bien está que hablemos de gobernabilidad, no porque ello sea testimonio de la fragilidad de nuestras democracias, sino al revés, porque más que nunca hoy, en tiempos en ¡os que vemos mejores perspectivas de paz y mayor asentamiento de la democracia, es la hora justamente de hacer ese gran esfuerzo para tratar de darle más credibilidad y más consistencia. Como bien se dijo aquí, hace diez años Centroamérica era un campo armado y a todos nosotros nos tocó vivir, a mí mismo como presidente en mi anterior período, vivir lo que era la angustia constante de la perspectiva de una guerra generalizada, de una invasión internacional que nos iba a envolver a todos. Nosotros mismos, en nuestra región, hace veinte años vivíamos en el recelo, en las sospechas, en las desestabilizaciones políticas, y luego aún en las hiperinflaciones, todo eso es cosa del pasado”.
El Desafío de la Pobreza
El ex presidente de la República Dominicana, Leonel Fernández (1996 a 2000, de 2004 a 2008 y de 2008 a 2012), hizo su estreno en la VI Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno, en Chile, enfocando su intervención sobre el peligro que representa la pobreza para la estabilidad democrática iberoamericana.
A su juicio, no puede haber sostenibilidad de las instituciones democráticas cuando la mayoría de los ciudadanos carecen de alimentos.
“La República Dominicana, al igual que muchas de las naciones aquí representadas, ha oscilado en su historia política como un péndulo, entre la dictadura y la democracia. Luego de la desaparición de Rafael Leónidas Trujillo, en el año de 1961, hemos hecho esfuerzos extraordinarios, con pérdidas de vidas y sacrificios inenarrables, con el único y deliberado propósito de construir el hogar de la democracia dominicana. Aunque nuestro sistema democrático es aún imperfecto, hasta el punto que ha sido tan sólo en el último certamen electoral, donde ha estado ausente el alegado de comisión de fraude, es indudable que hemos hecho notables progresos. La sociedad dominicana asume valores democráticos y, en estos momentos, se encuentra dando los pasos iniciales para la realización de una reforma y modernización del Estado, que debe contribuir a una consolidación de sus instituciones”, observó.
Más adelante, Fernández enfatizó exponiendo que, “no obstante, al igual que otras naciones del mundo, nuestro país experimenta amenazas, tanto internas como externas, a la estabilidad de su sistema político. Ya no se trata del clásico golpe de Estado militar, pues resulta evidente que esta modalidad de acceso al poder se ha convertido en una sombra del pasado. No se trata tampoco de la amenaza de guerrillas, sean urbanas o rurales, ni de intervenciones militares directas, como ha ocurrido en la República Dominicana en dos oportunidades en lo que va de siglo. La amenaza de hoy a la supervivencia del sistema democrático se encuentra en la incapacidad que hemos tenido para frenar la multiplicación sin límites del fenómeno de la pobreza. En la medida en que la pobreza se ha ido convirtiendo en un elemento intrínseco al desarrollo de los procesos de transición democrática, que han experimentado nuestros pueblos en el último decenio, en esa misma medida ha ido creciendo primero la insatisfacción y luego la indiferencia respecto de la naturaleza del sistema político democrático imperante. La impresión generalizada parece ser que la democracia no tiene mucha importancia si va acompañada de desnutrición, analfabetismo, desempleo, falta de viviendas y carencia de perspectivas y que, por el contrario, si los regímenes autoritarios fuesen capaces de proporcionar bienestar a sus poblaciones, éstas estarían dispuestas a sacrificar el ejercicio de las libertades constitucionalmente consagradas, con la finalidad de vivir en condiciones humanas más dignas”.
Artículo de Manuel Diaz Aponte