Pensé en la variante Delta del coronavirus detectada en India en octubre de 2020 y que hasta ahora ha llegado al menos a 96 países.
La recomendación de las autoridades de aplicarse la tercera dosis de refuerzo de la vacuna contra el coronavirus generó en mí muchas dudas, lo confieso, y lo mismo sucedió con miles de dominicanos que ya se inyectaron las dos dosis de Sinovac y no quieren ponerse otra cuota.
La inquietud aumentó cuando los especialistas asesores de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Panamericana (OPS) de la Salud fijaron posición sobre este tema.
El 26 de junio del presente año, ambos organismos emitieron un comunicado en el que destacaban el esfuerzo que ha realizado la República Dominicana para que la población acceda a la vacunación contra la letal pandemia Covid-19. Gracias a este esfuerzo, para esa ocasión, cerca del 45% de la población ya había recibido la primera dosis de vacuna y aproximadamente un 25% ya contaba con las dos.
En el documento, la OPS/OMS enfatizaban que en los actuales momentos era prioritario continuar con las jornadas de inoculación hasta lograr inmunizar a un amplio porcentaje de la población con dos dosis de la misma vacuna, “entre tanto se disponga de evidencia actualizada con relación a la eficacia y seguridad de la intercambiabilidad de dosis entre estas vacunas y de la necesidad de refuerzos”.
De acuerdo con cada una de las recomendaciones provisionales del Grupo de Expertos de Asesoramiento Estratégico sobre Inmunización (SAGE) de la OMS para el uso de las vacunas anti virales desarrolladas por las farmacéuticas Sinovac, Pfizer, BioNTech, BNT162b2 y por la Universidad de Oxford y AstraZeneca, “a la fecha no existe evidencia científica sobre si es necesario aplicar una o varias dosis de refuerzo de estas vacunas después de finalizar la pauta vigente de dos dosis para cada una y el tiempo en el que deban aplicarse; sin embargo, hay investigaciones en curso que se continúan monitoreando”.
Conforme al avance de esas investigaciones en las poblaciones inyectadas y al reporte de datos científicos, estas recomendaciones pueden actualizarse, tanto en torno a la necesidad de aplicar dosis de refuerzo, como en lo relativo a la mezcla de vacunas de diferentes plataformas y laboratorios.
Después de ese manifiesto, al momento de escribir este artículo no ha habido ningún resultado del estudio que se está haciendo para permitir la tercera dosis, mientras algunos países del mundo no han hecho caso a los planteamientos de la OPS/OMS, que entiendo son correctos.
Ese detalle me hizo dudar de si ponerme o no la tercera dosis, lo que me condujo a consultar sobre el particular a cuatro médicos amigos. Dos me dijeron “póngasela, sin temor”, uno que “todavía no” y el cuarto me explicó que “no lo haga hasta que den a conocer los estudios científicos”. La duda estaba atormentado a la población y nuestros médicos también estaban confundidos.
Pensé en la variante Delta del coronavirus detectada en India en octubre de 2020 y que hasta ahora ha llegado al menos a 96 países. En algunos de estos destinos, el fenómeno patológico se ha vuelto dominante, como en el caso de Singapur, Reino Unido y Portugal.
Esta variante ha suscitado preocupaciones sobre la posibilidad de evadir la protección de las vacunas aplicadas, pero no hay confirmación de esta hipótesis.
Pero hay muchas confusiones, pues se estima que la cepa Delta es entre 30% y 60% más transmisible que otras variantes del coronavirus.
Ese último detalle me convenció de aplicarme la tercera dosis de refuerzo sugerida por las autoridades del Ministerio de Salud Pública, en este caso de la farmacéutica estadouniudense Pfizer.
Preciso es reconocer que el biológico Sinovac nos salvó de un caos sanitario extremo, pese a que sectores interesados y adversarios de los chinos ahora han desatado una campaña de descrédito en un intento por quitarle calidad al producto, luego de la aparición en el mercado de Pfizer.
Debemos estar agradecidos del gobierno de China por auxiliarnos con el envío de millones de dosis de vacunas y las donaciones de más de cien mil jeringuillas y ventiladores en el momento en que la enfermedad iba matando e infectando a la población de forma acelerada, mientras las naciones poderosas acaparaban por adelantado la producción de las vacunas y no ayudaron a los países latinoamericanos.
Aclaro que nunca he creído en las vacunas, aunque parezca una contradicción de mi parte. Las concibo como un mal necesario en situaciones críticas. Son fabricadas por laboratorios de las industrias farmacéuticas millonarias que sacan provecho financiero a las epidemias y pandemias mundiales y a las necesidades de las gentes e incluso se ha comentado siempre que los virus son generados por esos emporios en complicidad con esas grandes multinacionales.
Cierto o no, es una especie de especulación antigua que, sin embargo, tiene mucha lógica a juzgar por la forma tan rápida de cómo los fabricantes producen los anti virales.
El caso es que ante tanta confusión y desinformación, elegí sobrevivir y no morir por no administrarme el biológico o tal vez por ignorancia e indecisión.
Voy en ruta a cumplir 72 años, soy hipertenso y hace siete años sobreviví a un cuadro clínico fruto de un ACV (Accidente Cerebro Vascular o derrame cerebral) que me dejó lesiones de por vida. Es decir, soy un ser vulnerable que ahora usa un bastón para caminar y debo cuidarme, aunque no tenga fe en las vacunas. Por tanto, no puedo vivir atrapado en la telaraña de la duda.
No cuestiono a quien se resista a ponerse la tercera cuota anti Covid-19; ese es su problema y un derecho que le asiste.
Respeto mucho la actitud de quienes aún piensan así. Cada quien es dueño de su destino y elige de manera inconsciente o premeditada, cómo sobrevivir.
Vacúnese o arriésguese a morir. No hay más opciones. Usted decide.