Rafael Leónidas Trujillo Molina tenía 38 años de edad cuando el 16 de agosto de 1930, como resultado de la asonada golpista de febrero (patrocinada fundamentalmente por políticos santiagueros y conocida eufemísticamente como “Movimiento cívico”)
Aunque la percepción histórica ha establecido tradicionalmente un estrecho vínculo entre senectud y dictadura, la verdad es que las personalidades políticas, sociales o castrenses que han asumido el poder total (o no enteramente democrático) en la República Dominicana -por la vía constitucional o de facto- casi siempre han estado en los bordes de las edades que hoy se les atribuyen a las nuevas generaciones.
Desde luego, esos límites de edades han variado en el tiempo a resultas sobre todo de la cada vez más reforzada longevidad del ser humano, y bien se puede argüir que un adulto medio de hoy pudiera equivaler en muchos aspectos a un anciano de ayer, pero hay algo que sigue siendo indiscutible: la entronización de una dictadura requiere de un esquema mental, una identidad anímica, una forma de concebir la sociedad y el Estado y una energía personal muy particulares.
(Claro, antes de continuar se impone precisar un par de conceptos: en estas glosas se está hablando exclusivamente de dictaduras o semidictaduras, sin entrar en consideraciones sobre géneros o perfiles, y por ello cuando se usen otras categorías -como las de tiranía, totalitarismo o élites de poder- deberá entenderse, para evitar confusiones, que responden al caso específico de que se trate).
El primer gobernante dominicano de filiación autocrática -obviando el período preconstitucional de la república- fue Pedro Santana Familia, quien yuguló el carácter democrático de la Carta Magna fundacional de San Cristóbal con la imposición del conocido artículo 210, una disposición transitoria que le permitió gobernar con poderes de excepción y, en los hechos, convertirse en amo tanto de las nacientes instituciones como de la vida de cada ciudadano durante buena parte de la Primera República.
Cuando Santana asume la semidictadura constitucional el 14 de noviembre de 1844 tenía 43 años de edad (había nacido en Hincha, el 29 de junio de 1801), y si es cierto que al amparo de la Constitución citada sólo gobernó hasta el 4 de agosto de 1848 (renunció en esta fecha, aunque luego ejecutó el golpe de Estado del 29 de mayo de 1849), lo cierto es que tanto sus administraciones posteriores (1853-1856 y 1858-1861) como los cambios que patrocinó en aquella (reforma de diciembre de 1854 y derogación de la de febrero de 1858) tuvieron un señalado acento autoritario.
Un régimen de naturaleza y caracteres dictatoriales fue, igualmente, el que se inauguró en el país el 18 de marzo de 1861 con la anexión a España, teniendo originalmente como incumbente al mismo general Santana (ya rondando los 60 años de edad) con la designación de Gobernador de la Provincia de Santo Domingo, y quien estaría en el cargo hasta 20 de julio de 1862, siendo sustituido por Felipe Rivero y Lemoine (65 años de edad) que, a su vez, sería reemplazado el 24 de septiembre de 1863 por Carlos Vargas y Cerveto (60 años), el que gobernaría hasta el 31 de marzo de 1864, fecha en la que lo empezaría a hacer José de la Gándara y Navarro (44 años), que mantendría la dictadura hasta el 11 de julio de 1865.
Como se sabe, tras la Guerra de Restauración (1861-1865) advino la Segunda República, y en la parte correspondiente al siglo XIX de este período de nuestra historia hubo varios gobiernos de tono autocrático, pero uno en especial encarnaría el mas definido sentido de la dictadura: el que encabezaría el general Ulises Heureaux Lebert (Lilís), quien tenía 44 años de edad cuando, luego de las fraudulentas elecciones de 1886, instaló el 8 de enero de 1887 -esto es, por canales formalmente constitucionales- un régimen totalitario.
(Hay que recordar que Heureaux había gobernado en el bienio 1882-1884 y garantizado la alternabilidad, si bien impuso a su sucesor, el ilustre maestro y escritor Francisco Gregorio Billini, con base en la represión, la extorsión y el fraude. Billini gobernaría desde septiembre de 1884, pero pronto chocaría con Heureaux y, desilusionado y frustrado, renunciaría de la presidencia de la república en mayo de 1885).
En el despuntar del siglo XX también tuvimos gobiernos con propensiones despóticas, y dentro de éstos descolló el de Ramón Cáceres (Mon), quien asumiría el poder el 12 de enero de 1906, contando con 40 años de edad, y resultaría asesinado el 19 de noviembre de 1911 luego de casi 6 años de gobierno enérgico pero de talante indudablemente progresista.
Entre 1916 y 1924 hubo en el país una dictadura militar impuesta por el gobierno de los Estados Unidos de América. Inicialmente el mandamás lo sería el entonces capitán de navío Harry Shepard Knapp (proclama de ocupación del 29 de noviembre de 1916). Knapp tenía casi 60 años cuando asumió el cargo de Gobernador Militar de Santo Domingo, y estaría ejerciendo el mando aquí y en Haití hasta noviembre de 1918, si bien alternando con autoridades “interinas”. Sus sustitutos (Snowden, Robinson y Lee) serían hombres de edad más o menos parecida.
Rafael Leónidas Trujillo Molina tenía 38 años de edad cuando el 16 de agosto de 1930, como resultado de la asonada golpista de febrero (patrocinada fundamentalmente por políticos santiagueros y conocida eufemísticamente como “Movimiento cívico”) y de las elecciones excluyentes y fraudulentas de mayo, asumió la conducción del Estado dominicano dando inicio a su larga tiranía.
El doctor Donald Reid Cabral, dictador desde el 23 de diciembre de 1963 (originalmente como parte del Triunvirato impuesto por los grupos políticos, empresariales, castrenses y policiales que propiciaron y ejecutaron el golpe de Estado del 25 de septiembre de 1963 contra el gobierno democráticamente elegido del profesor Juan Bosch), era un adulto joven de 40 años cuando comenzó su peculiar administración, a posteriori derribada por la insurrección cívico-militar del 24 de abril de 1965.
De manera, pues, que en lo que respecta a los dictadores dominicanos propiamente dichos, no hay dudas de que en general sus edades estaban dentro de lo que hoy tipificaríamos como nuevas generaciones, y en este aspecto es particularmente revelador el promedio de aquellas: 41.2 años. O sea: no eran individuos ubicables en términos generacionales dentro de la etapa de la vida que modernamente se considera como senectud.
Y algo más: en lo atinente a los semidictadores o gobernantes cuyas ejecutorias oscilaron entre el estilo de fuerza y el democrático, hay una realidad histórica análoga, por lo menos cuando el cálculo se hace a partir de su primer gobierno: Buenaventura Báez tenía 37 años de edad, José María Cabral 49, Cesáreo Guillermo 32, Eladio Victoria 53 y Joaquín Balaguer 54. El promedio de éstos llega apenas a 45 años.
Por supuesto, para finalizar hemos de recordar que hay otra categoría: la formada por ciertos gobiernos de excepción con variopintos caracteres (Bobadilla, Salcedo, Imbert, Caamaño, etcétera), pero cuya duración o impacto en la estructura político-institucional del Estado dominicano resultaron tan efímeros (pues fueron casi de inmediato tronchados o revertidos por sus sucesores) que acaso sea improcedente registrarlos en un trabajo de esta naturaleza.
(*) El autor es abogado y politólogo