A los ciudadanos de Haití parece que les enseñaron-y les enseñan- que los blancos, mulatos y ciudadanos de otros colores son sus enemigos permanentes.
Para cualquier ser humano racional, el racismo resulta una detestable, innoble, imperdonable e inhumana acción.
Por no decir otra cosa.
Que existan blancos que odien, desprecien, vejen o maltraten a negros, es igual a que ocurra lo contrario.
Y que yo sepa, solo en la vecina República de Haití (hoy muy necesitada de ayuda material por el azote de otro terremoto), es donde constitucionalmente se excluye para gobernar a ciudadanos de color blanco, aunque nacieren allí.
En nuestro país, hoy se habla y escribe más que nunca de la existencia del racismo y la xenofobia, pese a que casi en un 90 por ciento somos negros y mulatos y a que supuestamente amamos más lo extranjero que lo criollo.
Algo que suena o resulta inverosímil.
Pienso que todo ser humano nace libre y luego de aprender algo -en casa, escuela o universidad-, tiene derecho a aceptar o rechazar lo que quiera, lo que le convenga o no le convenga.
A los ciudadanos de Haití parece que les enseñaron-y les enseñan- que los blancos, mulatos y ciudadanos de otros colores son sus enemigos permanentes. Lo cual es incorrecto.
Hasta este día previo a la llegada de la tormenta Grace, la República Dominicana nunca ha invadido a Haití; ni la ha ocupado, ni le interesa hacerlo. Todo lo contrario.
Entonces, de dónde sacan algunos ‘ilustres’ pensadores criollos y haitianos conclusiones de que nosotros odiamos a los negros y a los haitianos?
Si dominicanos y haitianos no nos entendemos desde 1822 no es por asuntos de raza o xenofobia. Creo que son otras razones y motivos que incluyen diferentes culturas, idiomas y modismos y religiones.
La llegada de millones de haitianos a nuestro país, unos para laborar por pagas en detrimento de obreros y campesinos locales; otros para vivir del cuento; y otras para parir gratuitamente sus criaturas, causan enorme peso en las finanzas locales, programas sanitaros, sociales y educativos.
A la inversa, y que yo sepa, nunca en Haití han vivido, trabajado o buscado residencia más de tres mil criollos.
Hoy en Haití no existen registros de nacimiento, cedulación de ciudadanos mayores de edad; registro de construcciones y un largo etcétera similar.
¿Con quiénes, pues, tratar para ‘legalizar’ a los que viven o llegan aquí sin ningún documento? ¿Existe algún interés mezquino de alguna autoridad legal local que lo impida? No.
A los haitianos les gusta el fútbol, y a los criollos el beisbol. A los dominicanos les gusta su whisky, ron y cerveza, y a los haitianos su ‘Barbancourt’, Clairin trempé, Clairin Sajous y el clerén; a los haitianos les encantan los ritos del vudú y aquelarres, mientras a los criollos sus iglesias católicas o evangélicas; los locales hablan en español, en ‘cibaeño’ o ‘sureño’, mientras los vecinos lo hacen en francés, ‘patois’ o ‘creole’.
Aunque seamos iguales como seres humanos, haitianos y dominicanos somos totalmente diferentes en costumbres.
Como lo son chinos, rusos, norteamericanos, mexicanos, africanos, alemanes, italianos, franceses, cubanos y puertorriqueños, sin que importe el color de unos y de otros.
Para concluir, hay que enviar a Haití ahora toda la ayuda posible para enfrentar el desastre dejado por otro terremoto y otra tormenta, incluyendo a los haitianos residentes aquí que deseen colaborar y a los criollos que simpatizan con los vecinos y quizás hasta con la idea imposible de una ‘fusión’ de las dos naciones.
Y no olvidemos que aquí los blancos- y los que aspiran dárselas de tales- son ‘locos’ con una ‘hermosa negra’ o ‘morena’, como son ‘locos’ con blancas o rubias algunos negros, dizque para ‘refinar la raza’. ¡Abajo el racismo en donde quiera que exista!
Y reconozco la prudencia del presidente Abinader en suspender las actividades formales para este Día de la Restauración y de su primer aniversario en el poder, en vista de la llegada de otro fenómeno atmosférico que nos dejará muchas lluvias y problemas, al igual que en la vecina Haití.
15 de agosto de 2021.