Andrew Cuomo, como político, alcanzó la cima de la popularidad como gobernador.
Cuando Andrew Mark Cuomo asumió el cargo de gobernador del estado de Nueva York, el primero de enero de 2011, puso en marcha de inmediato una serie de reivindicaciones que beneficiarían en gran medida a todos los neoyorkinos, instituciones comerciales, empresariales, religiosas, educacionales, de salud y conglomerados sociales.
Luego de su juramentación, el carismático representante demócrata se convertía así en quincuagésimo sexto gobernador del Estado, sustituyendo a David Paterson, también demócrata.
Cuomo llegaba con una carpeta en sus manos repleta de grandes proyectos y planes para una de las regiones más conocidas a nivel mundial, por la atracción turística, diversidad de entretenimiento, auge comercial, empresarial y diversidad étnica en la ciudad más emblemática, como lo es La Gran Manzana.
Venía orgulloso de haber derrotado ampliamente en un voto porcentual de 61 contra 34 al republicano Carl Paladino, en las elecciones del 2 de noviembre de 2010.
Sus valores morales y principios eran innegociables, por los que luchaba por ellos junto a su esposa e hijos.
Mostró mucho interés en luchar por la justicia social, económica y racial de todo el conglomerado del estado.
Fue en el gobierno estatal de Cuomo que se aprobó una serie de medidas como la igualdad en el matrimonio, licencia familiar renumerada, salario mínimo de $15 dólares la hora, igualdad de derechos para la mujer, mayor protección para los inmigrantes, recorte en los impuestos para la clase media, control de armas de fuego, límite de impuesto a la propiedad de 2%, y el otorgamiento gratuito de matrículas universitarias a familias de clase media, entre otras reivindicaciones.
Nativo del condado de Queens, Nueva York, se graduó como abogado en la Facultad de Derecho en la ciudad de Albany, en 1982.
Heredó de su padre Mario Cuomo (fallecido), y quien fuera gobernador demócrata de NY durante 11 años (1983-1994), que “el gobierno era el mejor vehículo para hacer cambios y hacer justicia”.
Andrew Cuomo, como político, alcanzó la cima de la popularidad como gobernador implementando programas de ayuda para los neoyorkinos más necesitados, como fue el plan de viviendas conocido como Housing Enterprise for the Less Privileged (HELP), el cual favoreció a decenas de personas sin hogar.
En 2006 fue elegido fiscal general del estado de Nueva York, en el gobierno de George W. Bush.
Conocer tantas virtudes positivas e iniciativas de un político que desde sus inicios al frente de un cargo público electivo pone en marcha en favor de toda una sociedad, genera alegría, confianza y satisfacción.
Pero qué tristeza, frustración y amargura verlo salir cabizbajo, destruido moral y políticamente por acusaciones de actos inmorales que, al parecer, genera el cúmulo de poder gubernamental.
¿Cómo es posible que siendo abogado y luego de ocupar el puesto de fiscal general, conocedor de las leyes que rigen el comportamiento o conducta del individuo ante la sociedad y las consecuencias que generan sus violaciones, tengamos que ver con incredulidad y asombro la presentación de su renuncia del puesto al que fue elegido mediante el voto popular por supuestamente cometer delitos de conducta sexual inapropiada?
¿Es que acaso el poder gubernamental ciega y enloquece a los políticos luego de varios períodos consecutivos de administración pública?
Hay que recordar el proceso judicial “Impechment” que le fue aplicado al expresidente Bill Clinton en pleno ejercicio presidencial por cometer perjurio y obstrucción de la justicia al tratar de ocultar un romance con la becaria de la Casa Blanca, Mónica Lewinskyn, en 1998. Un escándalo sexual que le pudo costar no solo la renuncia del cargo presidencial, sino también el divorcio con su esposa Hillary Clinton.
La gestión de Cuomo en sus tres períodos como gobernador tuvo sus altas y sus bajas, siendo una de las más desastrosas para su administración el mal manejo de la pandemia del Covid-19, con respecto al contagio de los ancianos de los centros de refugio, que generó la muerte de muchos de ellos.
Las malas disposiciones para enfrentar los desórdenes callejeros que se produjeron en plena pandemia en 2020, en la que las protestas callejeras protagonizadas en todo Nueva York por cientos de personas impusieron la anarquía, el robo y la destrucción de comercios que no pudo ser enfrentada con eficacia por la policía neoyorkina.
Los escándalos sexuales que enfrenta Cuomo son tan delicados que el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, se vio en la necesidad de solicitar formalmente el pasado 3 de agosto su renuncia del cargo como gobernador estatal, para que enfrente ante la justicia los cargos federales de comportamiento “profundamente perturbadores” supuestamente cometidos durante 2013 y 2020 contra 11 mujeres.
Andrew Cuomo, luego de llegar a la cima del éxito de su carrera política alcanzando el máximo cargo de gobernador del estado de NY, reelecto en dos períodos de cuatro años, saldrá 10 añosdespués de las oficinas de la Gobernación -por renuncia- el próximo 24 de agosto, iniciando una pendiente hacia el abismo que lo podría llevar a la cárcel de ser hallado culpable, destruyendo por sí mismo su propio legado, la moral de toda su familia, y como consecuencia, el desprecio de la sociedad norteamericana, especialmente, la neoyorkina.