Esto de que la tarde llueva suele ser, al filo de la nocturnidad, un fantástico asombro evocador de olvidos y recuerdos. Es que la lluvia sigue siendo un hermoso misterio, a pesar de todo lo explicado sobre las leyes del agua. Sobre todo porque hace que la tarde florezca en paraguas presurosos, incluyendo el nuestro. Y a uno le dan ganas de llegar a ningún lado a aplaudir la lluvia, pues ya no existe, como antaño, el cine al aire libre para gozar bajo el cielo las aventuras lejanas de malandros y héroes…(En fin, esto de que la tarde llueva es un magnífico regalo de agosto, para que septiembre nos sea menos aburrido).