De Ramón Natera, campesino del Este, se ha dicho que era jefe de una gavilla que no respetaba nada ni a nadie y que era el azote de los más poderosos hateros de principios del siglo pasado. Pero lo que casi no se dice es que este gavillero se rebeló como auténtico patriota contra los invasores norteamericanos de 1916 y los combatió con todo lo que pudo. Ha sido siempre condenado por sus enemigos, empezando por su gran persecutor (Trujillo, entonces agente de los invasores), y no se le reconoce como luchador nacionalista (y por eso no se le honra, como en cambio se honra a vergonzosos déspotas y traidores, los peores gavilleros del viejo pasado).