Por Leonardo Martín
Executive Director of Miami Branch
América Latina atraviesa en esta tercera década del siglo XXI una profunda crisis institucional y política. Lamentablemente, existen precedentes de estos procesos en donde, en nuestro continente, la incertidumbre y la debilidad de las instituciones termina hundiendo a la sociedad en la violencia y el autoritarismo, dejando como principales víctimas a las clases populares, las más indefensas ante este tipo de circunstancias.
Lo vimos en la Guerra Fría cuando la Unión Soviética, en la década de los 60, aprovechó los acontecimientos críticos que nuestras sociedades vivían por aquel entonces para interferir y desestabilizar todos los gobiernos legítimos que pudo. Tristemente para los latinoamericanos, no le fue nada mal. Las sombras de aquella oscuridad se mantienen hasta nuestros días.
Hoy la amenaza es otra y tiene otras características, pero mantiene los fundamentos del peligro de otrora. La crisis institucional y política que señalamos se complementa con las consecuencias devastadoras de la pandemia de Covid-19 en el plano económico y social, que aún no cesa.
El avance de China representa un peligro mayor para nuestro continente en la medida en que ante la debilidad existente se abre camino la tentación de rendirse a quienes prometen seguridades concretas, pero que, sin duda, traerán pérdidas futuras. Es un momento histórico, en donde se hace necesario tomar decisiones importantes.
En ese sentido, la profundización de relaciones comerciales y culturales con países con características políticas, geográficas y sociales que defiendan las libertades y tengan una democracia sólida se vuelven un imperativo de política exterior y debiera ser bien percibido por la ciudadanía de nuestros países en su conjunto.
En particular, es muy interesante el caso de Taiwán. Una pequeña isla frente a grandes potencias que se han disputado históricamente su dominio ha logrado sobresalir a partir de un importante desarrollo tecnológico, posicionándose como uno de los líderes mundiales en industrias como la de semiconductores, uno de los ejemplos más notorios. Taiwán tiene la solidez institucional, la defensa de las libertades públicas, la pujanza y permanencia de sus partidos políticos y una sociedad estable e integrada que ha dado el paso hacia el desarrollo en medio de importantes adversidades políticas, económicas y geográficas.
Desde CESCOS, think tank que dedica sus esfuerzos al análisis de las virtudes y defectos de las sociedades abiertas, y la necesidad de que éstas generen una colaboración creciente a lo largo y ancho del planeta, estamos convencidos del apremio de generar mayores y más profundos vínculos con Taiwán. Los latinoamericanos tienen una particular valoración por la libertad, los derechos humanos, la democracia y el Estado de derecho. No siempre ha sido posible, pero su búsqueda es permanente. Incrementar estos vínculos con Taiwán es, además, una importante señal política que se impone.
Taiwán tiene para mostrarle al mundo un ejemplo potente de que, a pesar de las visiones distintas de sus principales partidos políticos, muchas veces manifestadas a través de importantes enfrentamientos políticos entre el Kuomingtang y el PDP, éstos logran mantener su identidad política, al tiempo que articulan políticas de Estado que logran hacer de Taiwán una república sólida y una economía desarrollada. Taiwán ha logrado el adecuado equilibrio entre las tradiciones ancestrales de su cultura y la modernización que trae un mundo globalizado, en un marco de respeto y tolerancia aún en la diferencia.
Esta realidad de Taiwán es, sumadas las mencionadas, un elemento adicional para complementar esfuerzos que ayuden a entender que se puede tener fortaleza institucional y democracia plena a pesar de los desafíos que imponga la región y vaya si Taiwán está en una zona complicada del mundo.
Por último, cabe destacar que Taiwán tiene ya importantes oficinas comerciales y culturales recíprocamente con países latinoamericanos, por ejemplo, Brasil, Argentina y Paraguay (ésta última, una embajada con sus roles a pleno).
Estas consideraciones no dejan lugar a dudas acerca de la importancia que tendría profundizar el camino ya existente, pero incipiente en materia de intercambio comercial y cultural entre nuestros países, avanzando en relaciones hacia una fase más sofisticada.
Por ejemplo, es posible pensar en inversiones complementarias en industrias de IT, en proyectos de infraestructura que aprovechen la experiencia de Taiwán en este sentido, el intercambio cultural y estudiantil a través de las universidades públicas y privadas y la generación de un aprendizaje en el camino a la solidez institucional y a una democracia estable que el país asiático ya tiene recorrido y del que los latinoamericanos podemos aprender, además de beneficiarse mucho.
La propuesta, concretamente, es plantear una hoja de ruta para avanzar en este camino de relacionamiento, resaltando la complementariedad de las economías latinoamericanas con Taiwán para encontrar elementos particulares de intercambio de mutuo beneficio. Asimismo, profundizar el valor que los intercambios culturales tienen en un marco de libertades individuales y de fortaleza institucional y política como forma de enfrentar debilidades institucionales.
De igual forma, detectar proyectos de inversión que aporten a Latinoamérica y que resulten en un verdadero crecimiento con desarrollo para los pueblos en el marco de libertades políticas e individuales, cuidar la relación existente con la República Popular China sin que esto implique la imposibilidad de tener vínculos y ahondar y promover los intercambios culturales.
Con estos elementos sobre la mesa, creemos imperativo, a la vez que de mutuo beneficio, profundizar los lazos entre los países latinoamericanos y Taiwán, en momentos en que aparece la incipiente esperanza de recrear la vieja alianza occidental para proteger el conjunto de valores que luego de la Segunda Guerra llevaron a un tiempo de enorme prosperidad en el mundo.
Ayer como hoy, los latinoamericanos debemos y podemos estar del lado de Occidente.