El asesinato de la arquitecta Leslie Rosado, perpetrado por un agente policial que después de un supuesto accidente de tránsito la persiguió con la determinación de matarla, produciéndoles cuatro disparos, dos de ellos a la cabeza después de romper el cristal de su vehículo, cuando tenía la certeza de que los impactos serían mortales, es un hecho que ha expandido el pánico y la sensación de inseguridad.
“Todos los hombres nacen iguales, pero es la última vez que lo son”. El autor de esa sentencia es Abraham Lincoln, abolicionista de la esclavitud, por lo que es cierto que la cultura violenta que matiza la vida dominicana, produce constantemente desenlace fatales, pero no todos alcanzan la misma trascendencia.
El asesinato de una profesional de clase media alta, joven y elegante, conduciendo un mercedes benz, minutos después de salir de una celebración en un club de yates, tiene una connotación noticiosa distinta a la de los homicidios que genera la delincuencia en los barrios populosos.
No hay que olvidar que en sociedades como la nuestra es la clase media la que marca las tendencias políticas determinantes, porque es ciertamente la que cuenta con mayor peso de opinión y arrastra a sus consignas a las otras estratificaciones sociales.
En el caso de Leslie Rosado, no sólo fue asesinada la hija de una pareja de profesionales exitosos, sino que es un espejo espantoso que hace pensar a miles de familias que pudieran verse expuestas a padecer la misma tragedia.
Se manejan varias hipótesis sobre las motivaciones del crímen. La que hasta ahora conserva más elementos que pudieran validarla, es la de que se trató de una reacción de ira frente a un supuesto atropello de tránsito al asesino y a su familia, que resultó sin un rasguño al caerse de un motor una pareja con la señora en estado de embarazo y cargando un niño de nueve meses.
Ya hay precedentes como el de la condena a Blas Peralta, en el que la ira no se toma en cuenta como desencadenante de una reacción violenta, cuando entre el incidente que la desata y la respuesta criminal ha mediado el tiempo de la persecución.
Otra posibilidad es que se tratara de un intento de atraco, y que la ira se produjera porque la víctima no accedió a detenerse después que se habría fingido un choque a una motocicleta como ocurre frecuentemente.
¡Que el atracador no tiene el propósito de matar a su víctima! ¿Y el caso del disparo en la cabeza que recibió la ingeniera Francina Hungría? ¿No fueron unos atracadores los que la dejaron por muerta?
Otra posibilidad es que se haya tratado de un crímen por encargo sea por la afectación de intereses comerciales y económicos, o por algún conflicto en su actividad empresarial, pero hasta ahora no hay elementos que permitan apuntalar esa hipótesis.
Sobre el cabo Janli Disla Batista, faltan informaciones que en el transcurso de la coerción de un año que le han dictado podrían esclarecerse ¿Quién es este individuo, y que clase de trabajos ha tenido a su cargo en la Policía? ¿Por qué resulta tan evidente que cuenta con manos ayudando en estrategia de comunicación para hacer prevalecer el relato de una reacción de ira por ver a su familia tendida sobre el pavimento? ¿Por qué la institución policial no aguardó por una profundización en los hechos y de inmediato hizo suyo el relato del criminal?