Si se conduce con buen tino, escucha, consulta y define metas, Germán puede lograr un buen desempeño en el cargo que le ha sido confiado por el presidente Luis Abinader.
La estelar presentadora de televisión Milagros Germán encara -hasta ahora- el mayor reto de su vida pública al asumir este domingo 10 de octubre como titular del Ministerio de Cultura.
Aunque la diva Germán no responde al perfil que el sector intelectual más tradicional del país concibe que debe de tener un ministro o ministra de Cultura, creo que ella tiene la gran oportunidad de salir adelante en este nuevo desafío, si se empeña en enfocar su gestión hacia la definición y ejecución de prioridades culturales.
La definición de políticas públicas hacia el sector cultural es un tema pendiente y urgente, y si la nueva ministra se hace acompañar de un buen equipo de trabajo, capaz de comprender la dimensión y complejidad de la responsabilidad por ella asumida, y sea capaz de ayudarle a trazar esos lineamientos culturales prioritarios, es posible que logre salir adelante con éxitos en esa nueva misión.
Si se conduce con buen tino, escucha, consulta y define metas, Germán puede lograr un buen desempeño en el cargo que le ha sido confiado por el presidente Luis Abinader, quien estaría interesado en un reenfoque de la gestión cultural de su gobierno a través del Ministerio de Cultura.
Milagros Germán ha sido una figura cimera de la Industria del entretenimiento, con principalía en la televisión; además, es de una familia de reconocidos vínculos con la política, y eso hace de ella una figura pública cuyas acciones no pasen desapercibidas. Además, ella misma ha sido una crítico y activista de causas sociopolíticas. Por eso ha tenido y tendrá críticos y detractores de todo cuanto haga o deje de hacer desde cualquier función pública.
Esta responsabilidad como titular del ministerio de Cultura asumida por Germán, la obliga a un claro enfoque de su gestión. Ella tiene la suficiente inteligencia para entender los tejemanejes de la nueva responsabilidad y no va a distraerse en las menudencias, y a dejarse atrapar por las dificultades propias del cargo de un ministerio, y un sector como el cultural, en el cual abundan las expresiones emotivas de mucha gente a la que hay que dedicarse a comprender más que a enfrentar.