Los partidos políticos, corresponsables los que han manejado el Estado, evaden compartir responsabilidad y optan por el camino fácil y desenfadado del oportunismo electoralista.
Al igual que en el cine, alcanzar la botija implica sortear riesgos previsibles e insospechados. Merodean las bestias de la inestabilidad social, económica y política.
Riesgos de fractura social e inestabilidad política por los choques externos consecuencia de la pandemia covidiana que han disparado los precios de materias primas, alimentos, transporte marítimo y la imposibilidad de seguir la cuesta de los endeudamientos que alcanza 67 por ciento del PIB.
Hay que buscar más dinero y no se puede (debe) asumir nuevos préstamos y los que pueden pagar, que históricamente han eludido la cargas adelantan posturas para evitar ser tocados. El chantaje se hace visible.
Los partidos políticos, corresponsables los que han manejado el Estado, evaden compartir responsabilidad y optan por el camino fácil y desenfadado del oportunismo electoralista. Es un problema del gobierno, proclaman sin el menor sonrojo.
El oficialista Partido Revolucionario Moderno, como estructura luce ausente en este debate, cuyo inicio no es la fecha de apertura del Diálogo Nacional ni la que marcará los horarios de visitas del presidente Abinader al liderazgo nacional para “socializar” la reforma fiscal. (En el Congreso, el PRM encabeza la contrarreforma en discusión del Código Penal y otros importantes proyectos)
La difícil tarea encuentra al gobierno con altos ruidos por apagones, alzas en los precios de los alimento, aumento de la inseguridad, con su más alto pico con el homicidio de la arquitecta Leslie Rosado y el fuerte reclamo de sustitución del director policial y la revelación de los Pandora Papers, que provocó cuestionamientos directos al presidente Abinader.
El caldeado escenario, con acusaciones y contraacusaciones, desesperanza más a los espectadores nacionales que mostraban poco entusiasmo con el diálogo ante el Consejo Económico y Social.
El presidente Abinader ha optado por dejar allí las reformas estructurales y llevar directamente el paquete fiscal a los que mueven votos en el Congreso Nacional y a sectores con incidencia social en ámbitos ciudadanos protagonistas de importantes jornadas reivindicativas y políticas en los últimos años.
Los partidos de oposición que han adelantado el momento electoral no le van a facilitar la tarea al mandatario y en eso algunos voceros han sido groseramente sinceros, por lo que ese trago deberá apurarlo y perder el menor tiempo posible.
¿Malos los partidos políticos? No. El PRM hubiese hecho lo mismo.
El presidente Abinader tendrá que jugar sus cartas a sabiendas de que no puede mirar hacia los sectores de clase media y mucho menos a tramos inferiores. Y sobre todo que los que tienen capacidad para pagar rehúsan abandonar privilegios antiquísimos y muchos no conciben ganancias que bajen del 300 por ciento.
Los que pueden ser gravados (sus ganancias) son tradicionales financiadores de campañas electorales y tienen capacidad desestabilizadora.
Los sectores productivos (algunos llevan grandes comillas) deberían comprender la importancia de financiar el desarrollo con inclusión y paz sostenibles, pero los intereses económicos no entienden ese idioma, salvo cuando todo está perdido, como dolorosamente vemos en ejemplos cercanos. Más de 200 mil millones de pesos en exenciones resulta obsceno en estos momentos de afanosa búsqueda de recursos por medios fiscales.
Afortunadamente, un ejercicio ciudadano pleno, irreverente, sin miedo a poderes establecidos ha empujado cambios y forzado la modificación de momificadas reglas de juego.
Abinader está en la obligación de enfrentar a esos sectores, algunos aliados, si resisten la comprensión de la actual crisis, que es de reducción de ganancias hasta la estabilización del barco.
El mandatario tiene la oportunidad de que ciudadanos se coloquen detrás de él y le ayuden a empujar… O tenerlos de frente vestidos con camisetas verdes, negras y amarillas…