Ese perverso mensaje caló hondo en la mente de millones de individuos que hoy se niegan a inyectarse.
La población actual de la República Dominicana es de 11,036,170, de acuerdo con el último censo levantado en el 2020 por la Oficina Nacional de Estadísticas.
Hace unos meses, el 40% de los dominicanos, es decir 4,414,468, se resistía a vacunarse contra la pandemia Covid-19 bajo el argumento de que se trataba de un ensayo para reducir la población mundial debido al crecimiento de humanos en las naciones.
Otros aún sostienen la absurda tesis que circuló en las redes sociales en el sentido de que la vacuna contendría microchips 5G que permitirían rastrear a los vacunados para recuperar datos privados. ¿Es esto posible?
Incluso recomendaron colocar una cuchara o una moneda en la zona del pinchazo para ver si contenía elementos magnéticos o un microchip. El reto de situar un objeto metálico en el brazo se hizo de inmediato, ocupando los titulares de portada en periódicos europeos y latinoamericanos. Fue un fracasado experimento.
Y todo eso ocurrió por la desinformación de personas con cerebros desamueblados interesadas, tal vez, en desacreditar el monopolio internacional de las desalmadas empresas farmacéuticas, que siempre sacan provecho financiero a las pandemias que permanentemente devoran a la vulnerable humanidad.
Ese perverso mensaje caló hondo en la mente de millones de individuos que hoy se niegan a inyectarse, incluyendo a muchos intelectuales. Prefieren la muerte a no inocularse. Creo que hay mucha ignorancia en todo esto, aunque admito que cada quien tiene derecho sobre su vida y a escoger la forma ideal de morir.
Obvio, ese escenario fue aprovechado por los actores políticos desalojados del poder, esa claque desfasada y perversa, para confundir más a la gente, al extremo que criticaron las compras abundantes de fármacos anti pandémicos. Politizaron la crisis sanitaria y han estado apostando al fracaso del proceso de saneamiento en el sector salud.
Confieso (y no lo vean como una contradicción) que he sido un crítico severo de las vacunas, pero prefiero inyectárme a tener que morir indefenso, pues soy vulnerable a esa peste en razón de mi condición de paciente pos ACV (Accidente Cerebrovascular o derrame), además de llevar un prolongado historial médico por hipertensión. No tengo otra opción.
Según un boletín publicado el 23 de octubre de 2021 por el Ministerio de Salud Pública, en el país 374.722 personas se han contagiado de la letal pandemia y 4,106 han muerto, mientras los casos de portadores activos suman 6,290.
En el territorio nacional, al momento de escribir este artículo, permanecían 673 personas hospitalizadas a causa del diabólico patógeno, representando una ocupación de 26%, en tanto que las unidades de cuidados intensivos (UCI) están al 39% de su capacidad, con 236 lechos invadidos.
Los ventiladores en uso ascienden a 156, para un 30% de la disponibilidad. La tasa de positividad diaria se ubicó en 16.26%, mientras que la de las últimas cuatro semanas en 11.43 %. O sea, está subiendo la positividad viral.
El Gabinete de Salud informó en esa ocasión que 13 millones de dosis de las vacunas anti coronavirus (Sinovac, Pfizer, Moderna y AstraZeneca) se han aplicado en la República Dominicana y reiteró el llamado a la población a vacunarse.
La recomendación es correcta porque cada día se hacen reportes de los incrementos de infectados, sobre todo el segmento de jóvenes con edades de 20 a 27 años, tras las autoridades levantar el estado de emergencia y el toque de queda.
La situación es muy delicada y así lo advirtió el presidente del Colegio Médico Dominicano, Waldo Ariel Suero, cuando alertó al gobierno de la cantidad de eventualidades contagiosas en algunos colegios y escuelas públicas y no descartó la idea de que se retorne al estado de excepción y al confinamiento domiciliar obligatorio en virtud de la indisciplina de los ciudadanos respecto al cumplimiento del protocolo sanitario.
Para obligar a los ciudadanos rebeldes a administrarse los biológicos, el Ministerio de Salud Pública emitió una resolución en la que establece drásticas medidas, tales como presentar la tarjeta de vacunación o la realización de las pruebas PCR negativas al entrar a las instituciones públicas o privadas, colmados, supermercados, plazas comerciales, escuelas y colegios.
La iniciativa ha dado resultado. Los centros de vacunación han estado abarrotados los últimos días por empleados privados, obreros de la construcción y otros que dependen de los salarios. Hubo que afectarles los bolsillos para que se animaran a inocularse. Así de ignorantes, somos.
Que se sepa, ese mecanismo de presión también se está aplicando en otros países en personas que viven viajando al exterior o hacen turismo interno. Y no es para menos. Es una excelente y ponderada manera de salvar vidas.