Dejé el bulto atrás. No soporto más dolores fuera y dentro de mi cuerpo.
Ella nació bella y hermosa de un matrimonio poco unido. Sus ojos, su sonrisa, luego su cuerpo, se hicieron sentir donde quiera que estuvo. Y desde entonces comenzó la molienda y todos los labriegos a observarla de cerca, a piropearla, a enviarle mensajes con amigos o carteros.
Ella, medio arrogante, a nadie negó nunca una sonrisa. Y se hizo famosa en el pequeño pueblo hasta emigrar a la anhelada capital del mismo pobre y analfabeto pueblo que llamaban República.
Amante natural de la lectura aunque poco estudió, aprendió ‘en la calle’ los ir y venir de unos y otras, de otras y unos, igual como lo hicieron algunos de los más viejos sabios de la antigua Grecia, de la alocada Roma o de algún imperio Persa, que nunca asistieron a universidad alguna.
Así pasaron los primeros diez años en un ir y venir de casa en casa, donde el padre, donde la madre y a veces donde la abuela tan amada, consentidora de todas sus bravuras y locuras. Y fue algo más que independiente, algo más que libre, algo más que una esperanza vana.
Ella casó pronto, y no porque quisiera o estuviera preparada. Y claro, debió enfrentar el mundo y al primer amor que a la vez era su primer maestro, su primer sustentador y su primer violador.
La experiencia no fue buena, ni satisfactoria ni para recomendarla a nadie en ninguna parte, aunque en muchas partes del planeta se vean hechos similares en este siglo lleno de contagios, enfermos y muertes por la existencia inesperada de una fatal pandemia.
Amante de la naturaleza, (nació en el más hermoso valle de su país pequeño y atrasado), ella ofrecía una sonrisa ingenua para no dejar escapar una lágrima del alma cuando al pasar los hombres la miraban y elogiaban. ¡Que seas feliz toda la vida! llegó a gritarle uno de ellos. ¡Amén! Le respondió.
Ella debió aprender todo sobre los ‘quehaceres domésticos’, amén de aquello que espera un hombre en horas de la noche cuando, supuestamente agotado, regresa al hogar que cubre y paga. ¡Más él nunca entenderá el valor de los oficios y sacrificios de ella como si también no fuera un ser humano!
Bella pero sin experiencia alguna, debió soportar por corto tiempo las embestidas y agresiones verbales y materiales del supuesto, leal, consagrado, amoroso y responsable esposo. Hasta explotar un día.
Agotada, pese a su juventud quinceañera, una noche decidió que su futuro no sería igual que su presente, que más adelante encontraría luces, aromas, perfumes, bienaventuranzas, playas, ríos, mares y océanos que cambiarían su rostro y el de su propia vida.
Y sin decirle nada al empedernido varón que la azotó durante corto tiempo, hizo su maletita y partió sin rumbo fijo hacia cualquier lugar de su país o del mundo donde no fuera tratada como un simple objeto, como una joven sin futuro, como una orquídea o una rosa que se lanza al zafacón sin misericordia.
Ella, tan joven, decidió enfrentar los obstáculos ‘normales’ y ‘anormales’ del mundo, antes que continuar recibiendo improperios, ‘palizas’ y regaños de un ser que no la trajo al mundo. Y tampoco aceptaría que su padre o madre, ya separados, quisieran cambiar su futuro apropiado.
Llegó cercano al mediodía a casa de la abuela, quien la recibió, como siempre, amorosa y encantada, dándole la bienvenida y tomando la maletita e invitándola a sentarse donde mejor quisiera.
-Dejé el bulto atrás. No soporto más dolores fuera y dentro de mi cuerpo. Nadie es dueño de nadie, abuela, por eso estoy aquí hasta que pueda continuar la ruta que me lleve a la felicidad.
Nada tienes que decir, nieta querida. Ya lo esperaba, ya te esperaba. Y creo que haces bien en busca de la libertad del ser humano, porque es verdad que nadie es dueño de nadie, aunque emplee dinero, fuerza o cualquier otro subterfugio. Llegaste a tu viejo y nuevo hogar ¡enhorabuena!
Después de ducharse y acicalarse un poco, la hermosa chica almorzó junto a la abuela, descansó una media hora y pidió permiso para ir a algunas diligencias, partiendo raudamente y con los cien pesos que le regalara su tan querido ser.
Ella tomó asiento en carro público hacia la parte baja de la ciudad, en donde estaban las tiendas más vistosas y lujosas con toda clase de mercancías, y donde varones y hembras iban de un lado para otro y viceversa, sin importarle nada a nadie. ¡Esto es y será lo mío!
Después de pasear por una y otra acera de la vieja, hermosa e histórica avenida, y de observar las tiendas más concurridas, la joven entró a una de ellas llena de gente bien vestida y calzada. Y pidió ver al ‘jefe’ o administrador. Una de las jóvenes empleadas le dijo que la siguiera y la llevó hasta la oficina del ‘gerente general’ de la empresa. La anunció y dejó al instante con el susodicho encargado.
-Deseo trabajar aquí. Me agradó más esta tienda que ninguna otra de las tantas que he visto hoy en un rápido y concienzudo paseo por esta hermosa e histórica vía. Espero usted pueda ayudarme, como espero no defraudarlo si así lo hace. Fue todo cuanto dijo la joven.
El gerente quedó sorprendido ante la bella y joven ciudadana y sus pocas palabras. Preguntó la edad, estudios y experiencia en el trato con personas. Ella dijo que era mayor y que no había cursado carrera alguna ni tenía experiencia en el trato humano, aunque sí en el maltrato.
-Explíqueme mejor eso que dice, señorita.
Pues que no cursé más que la primaria e intermedia, me casé (o me casaron) muy temprano y no he tenido relaciones de ningún tipo con personas ajenas a mi familia. Soy una novata con deseos de echar hacia adelante con pasión y honestidad, una que vive con una abuela digna del mundo.
¡Con que esa tenemos!
Creo que hoy y por ahora estamos con los empleados necesarios en la empresa, pero me agradaría llene usted este formulario para ver si podemos utilizarla más adelante.
-Para mí esta empresa me resulta como el cielo, por bella, lujosa, amplia y llena de gente alegre y contagiosa. Por lo tanto, yo creo que si en el cielo caben siempre más personas, en esta empresa yo podría poner mi granito de arena para que siga adelante y engrandeciéndose.
El gerente se quedó viendo a la joven que comenzó a llenar el formulario, se levantó de su asiento, se sirvió un sorbo de agua y pidió excusas para salir un momento de su oficina.
Regresó al poco tiempo, se sentó nuevamente en su cómodo y espacioso mueble, hojeó el formulario y le preguntó a la aspirante: ¿Cuándo puede usted comenzar a laborar en nuestra empresa?
Ella acabó de sorprender aún más al empleador al responderle “desde ahora mismo”.
-No, por favor, no debe usted comenzar ahora mismo, pero desde ahora mismo tiene el empleo. Váyase a vuestra casa y esté mañana aquí a las ocho en punto de la mañana. Alguien le entregará ahora un juego de uniformes y le dará un paseo por todos los departamentos con las explicaciones de rigor.
Así lo hizo y tan pronto como concluyó el paseo y entendió las explicaciones del trato debido al personal y a los clientes, ella salió con la misma calma y decisión con que entró, tomó el carrito y llegó sonriente a casa de la queridísima abuela para contarle todo lo vivido en esas pocas horas.
El mundo anterior quedaba sepultado para ella, y desde ahora podría amar a quien quisiera y la quisiera, a quien respetar y la respetara, a quien la viera como una persona normal y no como una mujer llena de una belleza efímera que se trastoca en verano y otoño, en invierno o en primavera.
(En honor de tantas jóvenes violadas, sin escuela, sin estudios, sin dinero, sin experiencia, golpeadas por hombres y maltratadas por familiares y cuyas facciones bellísimas se alteran el día menos pensado).