Como decía el Chapulín Colorado: “¡Que no cunda el pánico!”
La República Dominicana no está en peligro. El pueblo dominicano no está en peligro. Haití está en peligro; el pueblo haitiano está en peligro.
Entre ambos pueblos no hay un enfrentamiento; ni siquiera entre ambos Estado o gobiernos, a pesar de las diferencias de todos conocidas. Primero porque el Estado haitiano ha sido disuelto y el gobierno está en desbandada.
En Haití, contrario a la República Dominicana no hay interlocutores para negociar o discutir la crisis por la que atraviesa y buscarle una solución.
No creo que el territorio dominicano esté en riesgo actualmente, la soberanía o la seguridad nacional, como tampoco veo la posibilidad de una “invasión haitiana” como temen algunos. Me preocupa -eso sí- que el discurso patriotero, guerrerista, de odio y venganza de sectores tradicionalmente “anti-haitianos” esté ganando espacio en el gobierno dominicano, en los medios de comunicación y en la población.
El principal problema de Haití es el hambre, la miseria y la ignorancia, la falta de oportunidad para el florecimiento de la vida; un territorio pequeño, no cultivable por la desforestación, la falta de agua, energía eléctrica, industrias, riquezas naturales en abundancia, etc. Haití ha sido devastado y saqueado por las clases o sectores dominantes tanco nacionales como extranjeros que no tuvieron -ni tienen- una visión de país, que nunca les interesó su pueblo, que sólo se ocuparon de explotarlo convirtiéndolo en esclavos de su propia ignorancia.
El Haití de hoy ha sido vapuleado por dos terribles terremotos, por huracanes y tormentas, por gobiernos entreguistas, dictatoriales, brutales y criminales, matando incluso la esperanza, que según dicen, es lo último que se pierde. No en balde Haití es el país más pobre y marginado del Continente Americano y uno de los más pobres del planeta. Un país en franca disolución, sin legitimidad ni institucionalidad, con el presidente asesinado nadie sabe a ciencia cierta por quién o por quienes, sin Fuerzas Armadas ni Policía Nacional, sumida en la miseria más abyecta, no puede ser una amenaza militar. (Las bandas delincuenciales con vínculos con el bajo mundo, por muy bien armadas que estén no constituyen un peligro inminente para nuestro país que cuenta con unas Fuerzas Armadas numerosa, bien entrenada y bien armada)
La amenaza verdadera, la que realmente debe preocuparnos, es que el hambre y la desolación empuje a miles, incluso millones de haitianos hacia el territorio dominicano buscando comida.
Entre el mar y la frontera los haitianos no tienen más alternativa que la frontera. Un éxodo masivo empujado por la falta de alimentación y salud -no una invasión militar- es lo que -desde mi punto de vista- debemos evitar. Y la única manera de hacerlo es obligando a Estados Unidos y su ministerio de colonias, la Organización de Estados Americanos (OEA), junto a las Naciones Unidas, para que intervengan en ayuda solidaria y humana en Haití. ¿Qué haríamos ante un éxodo hacia nuestro territorio? Producir un genocidio acribillando a miles de haitianos hambrientos y desarmados que intenten cruzar la frontera?
El presidente Luís Abinader está manejando la situación con inteligencia y prudencia sin dejarse provocar por haitianos ni por dominicanos que desean exacerbar el conflicto para una solución de fuerza. El pueblo y la nación dominicana deben prevalecer ante todo. Y eso es justamente lo que está haciendo el presidente
Abinader mereciendo el respaldo de todos los sectores sensatos y verdaderamente patriotas de la sociedad dominicana. ¡Qué no cunda el pánico, compatriotas, que el país está en buenas manos!