Columnistas

Haití, escuchas sólo con lenguaje reacio?

(Guerras, Bosch y Abinader)

El conflicto prolongado desde el siglo XIX. La historia atestigua que Haití sólo escucha con el lenguaje reacio. Terco. Para consolidar la independencia dominicana hubo que librar -pechos erguidos y acorazados de machetes/fusiles/artillerías- más de 30 contiendas entre 1844 (Batalla del Rodeo, en Neyba) y 1856 (Batalla de Sabana Larga, en Dajabón), con miles de muertos y otras bajas. En el siglo XX, el gobierno de Bosch encaró un desafuero y, en el XXI, el de Luis Rodolfo Abinader despliega más de 12 mil soldados en la frontera, para evitar que hordas de criminales de alto calibre, desempleados y hambrientos, incursionen en el territorio nacional. ¡Salve la Patria!

Aún después de miles de personas inertes tendidas en campos de batallas en la primera, segunda, tercera y cuarta campañas por la independencia, en las cuales Haití contabilizó tres veces más cadáveres que República Dominicana, en las décadas subsiguientes el vecino del Oeste se apropió de San Rafael de la Angostura, Las Caobas, Hincha y San Miguel de la Atalaya, luego legitimadas por tratados fronterizos suscritos por los presidentes dominicanos Horacio Vásquez y Rafael Leónidas Trujillo Molina.

Para detenerlos sólo han valido las emboscadas militares, acciones, refriegas, combates y batallas encabezadas por Fernando Taveras, Pedro Santana (luego traidor por la ejecución de trinitarios y la anexión a España), Antonio Duvergé, José María Cabral y Luna, José Joaquín Puello, Juan Bautista Cambiaso, José María Imbert y Juan Luis Franco Bidó. El lenguaje de la diplomacia dialogada, la conmiseración, el miedo y el autochantaje hunden a la República Dominicana: ocupación por más de dos millones que burlaron los perímetros fronterizos, despojos de empleos a los nativos, asignaciones presupuestarias en salud y educación, mofa en el Plan de Regularización Migratoria con la presentación de falsas documentaciones y hostigamientos.

Y, en Haití, en el 2021 las pandillas avasallan a los miembros de la Unidad de Intervención Motorizada (Policía haitiana), que simbólicamente lleva ese nombre porque, en vez de motocicletas (nunca llegaron), transitan en bicicletas chinas denominadas Loncín, con equipos obsoletos y sueldos bajos y con retrasos. El poder de fuego de éstos es menor, en alto grado, que el de los malhechores. 

La pandilla más temible, la 400 Mawozo -se tienen informes de que algunos de sus integrantes estarían provistos de visados dominicanos-, y que los 16 misioneros estadounidenses y un canadiense secuestrados estarían en el barrio Croix-des-Bouquets, donde Los Loncín no pueden entrar. Aguardan la devolución de un millón de dólares, suma que se estaría negociando en secreto a través del “gobierno” haitiano, en la escapada de la supresión de vidas y la posterior batida de los raptores.

¿Son apropiadas o no las disposiciones de las autoridades para resguardar la seguridad nacional?, ¿qué pasaría con el ingreso masivo de nacionales haitianos a nuestro territorio?, ¿están las prerrogativas individuales de ilegales por encima del derecho a la soberanía de un Estado?, ¿se impone una investigación en los cinco consulados, por lo menos en los últimos tres períodos gubernamentales para determinar a quiénes les han entregado visas?, ¿adherirse al presidente Abinader sería un estímulo para que jamás ceda ante las presiones locales y extranjeras?

Los acontecimientos actuales obligan a referir lo ocurrido entre Haití y el gobierno de Bosch, para la toma de previsiones.

La noche del jueves 26 de abril de 1963, Tontons Macoutes (antiguos policías haitianos) apertrechados con fusiles irrumpieron en la embajada y el consulado de República Dominicana en Puerto Príncipe –situada en la avenida Delmas número 95-, donde se asilaron 23 haitianos, lo que el presidente dominicano Juan Bosch definió como “una invasión a nuestro país”.

El gobierno de Francois Duvalier (Papa Doc) y los gendarmes del Voluntariado de la Seguridad Nacional o Tontons Macoutres negaron salvoconductos, declararon non-gratos a diplomáticos dominicanos, asesinaron a un cónsul, cerraron la frontera y planificaron la eliminación física del mandatario constitucional dominicano. También metieron en cárceles y atropellaron atrozmente a numerosos dominicanos, entre ellos Mananco Rodríguez y Luis Decenio Reyes, quienes desaparecieron.

Las acometidas fueron desencadenadas por el asesinato de cuatro agentes de seguridad del gobierno de Haití, en un frustrado secuestro de dos hijos de Papa Doc: Simone (14 años) y Jean Claude (12 años), quien tras el fallecimiento de su padre gobernó a esa nación entre 1971 y 1986. En la embajada dominicana, los agentes de la fuerza pública (Tontons Macoutres o del macuto) no encontraron al teniente Francois Benoit, pero le ejecutaron a su madre, a su padre, a un hijo y a tres empleadas domésticas. Otros familiares se asilaron en las embajadas de Argentina, Brasil, Ecuador y Venezuela, donde no penetraron.

El 28 de abril, el presidente Bosch pronunció un discurso explicativo de la gravedad panorámica. Describió las urdimbres, desapariciones, ultrajes e irrespeto del gobierno de Duvalier: “Solamente un gobierno salvaje, de criminales, es capaz de violar una Embajada extranjera y de amenazar con fusiles a una dama que además es funcionaria de esa Embajada”. “La dignidad dominicana ha sido ultrajada en Haití de manera indignante. Y no estamos dispuestos a tolerar esa situación, y no la toleraremos por ningún motivo”.

Y apostilló: “Somos una nación, un país que respeta a los demás países y pide a los demás respeto para él. El país que no se hace respetar no tiene derecho a llamarse una nación libre; y la República Dominicana es una nación libre, por la voluntad de sus fundadores y por la sangre de los que la mantuvieron libre y soberana; y lo es por la voluntad de su pueblo y por la decisión del gobierno democrático que ese pueblo eligió el 20 de diciembre de 1962”.

El mandatario ordenó la protección de la embajada de Haití en nuestro país, bajo el señalamiento de que no representaba al régimen tiránico, sino al trabajador, luchador y sufrido pueblo haitiano, y que había que respetar a los vecinos que estaban en el país al amparo de las leyes. No obstante, el día 29, centenares de dominicanos indignados durante piquetearon dos horas la legación diplomática, ubicada entonces en las inmediaciones del Palacio Nacional. Rompieron a pedradas los vidrios de su puerta frontal, al ritmo de las consignas “¡Abajo Duvalier!, ¡Abajo el tirano!”.

El gobierno de Bosch otorgó un plazo para que fuera respetada “la dignidad y la soberanía de la Nación dominicana”. En ese lineamiento, emplazó batallones en la frontera con Dajabón, Elías Piña y Jimaní, comandadas por el teniente coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez, que prepararon la Operación Mangú para recuperar en Puerto Príncipe la embajada dominicana, si no era desocupada en 48 horas.

El desafuero fue presentado al Consejo de Seguridad de la Organización de Estados Americanos (OEA), que envío una comisión integrada por cinco personas   para que estudiasen la crisis. Tras una entrevista con Duvalier, los miembros del Consejo de Seguridad de la OEA (16 votos y dos abstenciones) condenaron la violación e informaron que el mandatario se comprometió a respetar los cánones diplomáticos.

Ciertamente que en Haití se reunían, protegidos por su gobierno, Luis Trujillo Reynoso y José Rafael Trujillo Lora, quienes se conectaban con Negro Trujillo y Johnny Abbes García en Panamá, así como con sicarios de la antigua tiranía venezolana de Marcos Pérez Jiménez. Fraguaban una embestida contra el gobierno democrático dominicano, por su estirpe “comunista”. En enero escogieron a Michel Brady, ex agente del Servicio de Inteligencia Militar (SIM), para ejecutar a Bosch, con el abrigo de ser el encargado de negocios haitiano en Santo Domingo, pero la petición fue rechazada.

Bimba. ¿Influyó Haití en el derrocamiento de Bosch?

El gobierno de John F. Kennedy instaló, clandestinamente, un campamento en Sierra Prieta, cerca de Yamasá, donde adiestró a ex oficiales haitianos, exiliados, revolucionarios, cortadores de caña, espías de Duvalier y miembros de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Nueva York. El grupo de haitianos estaba encabezado por el ex ministro de las Fuerzas Armadas del vecino país, el ex general Leon Cantave, asesorado por el embajador de Estados Unidos John Bartlow Martin, y contando con el consentimiento del ministro de las Fuerzas Armadas Dominicanas, brigadier Alby Viñas Román.

El domingo 23 de septiembre de 1963, dos días antes de la asonada contra Bosch, unos 200 exiliados de esa Nación, llegados desde República Dominicana por la frontera, descargaban proyectiles en el Norte de Haití contra tropas de Papa Doc, en una espectacular operación desconocida por el jefe del Estado dominicano.

El gobierno de Estados Unidos jugó a un doble play: tumbar a Bosch y socavar a Duvalier. Y logró ambos propósitos.

Tras leer usted este recuento histórico, ¿cree que es posible que, enmascarados de estudiantes y otras jerarquías, narcoterroristas haitianos penetren a República Dominicana, trasvasen su caos, secuestren a nativos y los lleven a Haití, en acciones más lejanas que los degüellos de 1805 en Moca, Santiago, Cotuí y Monte Plata por soldados de Henri Christophe y Jean-Jacques Dessalines, padre fundador -este último- de Haití?

Oscar López Reyes

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