Esos ‘sabios’ y ‘eminentes’ pensadores creen que todo lo actual es ‘malo’; que la democracia debería ser de tal o cual modo.
De vez en cuando leemos a ciertos personajes emitir juicios en contra de quienes asumen posiciones contrarias a las suyas.
Se creen o se llaman demócratas, revolucionarios o progresistas, pero ‘acaban’ con las posiciones de otros, como si las suyas fueran realmente verdades absolutas.
Con títulos, premios y reconocimientos por sus aportes políticos o intelectuales, no cesan en maldecir a los que no piensan ni actúan como ellos, a los que no siguen sus ‘líneas políticas’ o no les tienen miedo.
Escriben líneas donde abogan por tales o cuales medidas sociales, económicas o políticas, cual si fueran representantes legítimos elegidos por el pueblo en elecciones ‘libres, transparentes, democráticas e inclusivas’. Se afanan en plantear sus ‘ideas e ideales’ creyendo que todos las seguirán, desconociendo las realidades del país y las opiniones de los demás.
Esos ‘sabios’ y ‘eminentes’ pensadores creen que todo lo actual es ‘malo’; que la democracia debería ser de tal o cual modo; que debemos abogar y aspirar a una sociedad progresista y desarrollada, independiente y soberana, sin decir o poner un solo ejemplo donde exista eso.
Aunque usan y dicen defender las libertades públicas, la libertad de expresión y los derechos humanos, son renuentes a decir ni jota de cercanos o lejanos regímenes donde se conculcan esas libertades a diario y desde hace años.
Recuerdo como ahora cuando el profesor Juan Bosch (hombre y político honesto hasta la tambora) fue presidente de la República. Antes y durante su mandato de siete meses, ciudadanos de derecha y de izquierda se opusieron rabiosamente a su mandato, pese a que nunca se persiguió y apresó a nadie, o se mató o exilió a nadie.
Cuando los malvados derechistas y golpistas, nativos y extranjeros, consumaron el deleznable golpe de estado, entonces los izquierdistas reaccionaron encendidos en la condena del golpe y evaluaron a Bosch como un presidente constitucional digno y honrado, siendo ellos de los pocos ciudadanos que salieron a las calles, en campos y ciudades, a defenderlo. ¡Pero ya era tarde!
Creo que los intelectuales del país deben ser más humildes, críticos, pero más conocedores de la realidad dominicana, sin tener que ofender a quienes no piensan como ellos, porque de seguro tienen tanta capacidad y honestidad como ellos.
Recordemos a Sócrates cuando pregonó hace tiempo:
“La gente inteligente aprende todo y de todos; la gente promedio aprende de sus experiencias, y la gente estúpida ya tiene todas las respuestas”.
10 de noviembre de 2021.