En mis primeros años escolares me enseñaron algunas disciplinas que debía adoptar de manera estricta, como mantener las manos limpias, las uñas bien podadas, el aseo de los zapatos y el uniforme de kaki.
Cada viernes, un inspector penetrada a las aulas y nos revisaba. Si encontraba a alguien que no cumplía con las reglas disciplinarias, les enviaba una reprimenda a los padres y una advertencia para que corrigiera la norma de higiene a sus hijos.
También me enseñaron a respetar los símbolos patrios consagrados en la Constitución de la República: la bandera, el escudo y el Himno Nacional.
Cada mañana, de lunes a viernes, antes de ingresar a las aulas, los maestros nos situaban en filas, en absoluto silencio, al momento de izar la insignia tricolor. Por igual, nos enseñaron a cantar unas estrofas que empezaban con el siguiente estribillo: “A las clases, que ya es hora de empezar nuestra labor, que están haciendo la suya las abejas y la flor”…Creo que así era la canción. Era una forma de enseñar el amor por el trabajo.
Del mismo modo, teníamos que cantar el Himno Nacional colocados en formación, como los militares, mientras la bandera se deslizaba a pasos lentos hacia la cima del asta, amarrada en las esquinas con un cordel.
Desde entonces, he mantenido el respeto por nuestros símbolos patrios, aunque por desgracia no ocurre así con la mayoría de los dominicanos.
El 6 de noviembre, día de la Constitución Dominicana creada en el 1844, en el residencial donde vivo observé que solo cuatro viviendas (incluida la mía) colocaron la bandera en el frente de la casa. Lo mismo observé en otras residencias de mi entorno y en las plazas comerciales.
En otras ocasiones presencié esa situación con el 27 de febrero y el 16 de agosto, fechas conmemorativas a la Independencia Nacional y la Restauración, respectivamente.
Algo pasa con nosotros. Hemos perdido la costumbre de pararnos cuando se entona el Himno Nacional o se iza la bandera, pues en esas circunstancias continuamos caminando en un momento tan especial, como si nada pasara.
Eso no ocurría cuando nos gobernaba el dictador Trujillo. Después de la desaparición de ese régimen nefasto, una gran parte de los dominicanos asumió otro comportamiento y se olvidaron de esas costumbres.
¿Qué provocó ese cambio? ¿Por qué nos comportamos así? ¿Qué hay que hacer para que se respeten, como antes, nuestros símbolos patrios?
Es posible que se trate de un desconocimiento del valor de los símbolos y el deber de impulsar todo el tiempo la nacionalidad dominicana. Si ese es el caso, entonces habrá que volver a tratar el tema en nuestras escuelas públicas y colegios privados, de manera que la generación de relevo tenga conciencia de la importancia de defender la nacionalidad dominicana, un criterio que debe prevalecer siempre.
En ese contexto, se han dado casos de izar una bandera al revés como si el país estuviera bajo amenaza de guerra. He visto varios de esos casos en instituciones gubernamentales y privadas, sin ninguna sanción.
El respeto a la bandera no significa solo el uso adecuado de sus colores, sino detenerse cuando se dice “Atención”, antes de izarla.
Pienso que las autoridades deben aplicar sanciones para obligar a la población a cumplir con los sagrados deberes patrióticos.
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