Un análisis desapasionado de las relaciones domínico-haitiana concluye en que la historia de la misma está matizada por hechos controversiales.
La Casa de Contratación de Sevilla era el instrumento comercial monopólico a través del cual el Imperio Español realizaba actividades de comerciales entre sus colonias de América o Nuevo Mundo. Pero, poco a poco, las denominadas naciones herejes nombre con el que se designaba en España a las naciones europeas enemigas de España y del Vaticano, fueron paulatinamente rompiendo dicho monopolio.
La piratería fue el mecanismo de ruptura del referido monopolio, la piratería consistía en el empleo de buques ligeros comandados por piratas, corsarios y filibusteros, los primeros, eran navegantes provenientes de naciones herejes que se dedicaban a asaltar barcos españoles que iban o venían a América desde España o Portugal, repletos de mercancías o de metales preciosos por su propia cuenta; los corsarios eran piratas que robaban esos mismos barcos españoles o portugueses por encargo de un rey hereje normalmente la reinade Inglaterra, el rey de Francia, de Holanda, etc.; en cambio, los filibusteros eran generalmente piratas ingleses independientes que se caracterizaban por asaltar en alta mar; gracias al abastecimiento que les proveían los corsarios o piratas en tierra y mar, usualmente de nacionalidad francesa.
Pero no pasó mucho tiempo sin que los piratas se dieran cuenta de que la mercancía verdaderamente apreciada por españoles y portugueses, era la mano de obra, la cual escaseaba en América o bien porque los indígenas o habitantes originarios de América, no tenían la actitud ni la consistencia física requeridas para trabajos pesados.
Además, los piratas notaron que la iglesia católica se oponía al empleo de mano de obra de los pueblos originarios. Es así cómo, prontamente, dejaron de asaltar barcos en alta mar, porque cada vez llevaban menos oro, y giraron sus naves hacía África, los cargaban de africanos comprados a tribus africanas en guerras entre sí, o bien, los cazaban como bestias para luego venderlos en América.
A medida que este negocio prosperaba -y prosperó porque se mantuvo por los siguientes trescientos años-, los piratas, gracias a la tolerancia de España, fueron tomando una a unas, las islitas del Mar Caribe conocidas como Las Antillas Menores.
Una de entre esas islitas, fue la Isla Tortuga, situada en la parte Noroeste de la Isla Española, al frente de la ciudad que hoy se conoce como Cabo Haitiano; el negocio siguió prosperando y luego tomaron la isla conocida como Gonaïves, situada entre Cabo Haitiano y Puerto Príncipe dentro del Cuerno Norte de Haití, y al sur de Cabo Haitiano. La prosperidad del negocio continuó expandiéndose y desde la Tortuga y la Gonaïves, ocuparon poco a poco, la zona noroeste de la isla española, llamada por los españoles Guaba y le dieron el nombre de Cabo Francés, hoy Cabo Haitiano, luego ocuparon también, la ciudad de Puerto de La Paz que era como los españoles bautizaron a la ciudad de Puerto Príncipe, la cual continúa llevando este nombre y es la capital de Haití.
Ahora bien, como el régimen que establecieron los franceses era esclavista, provocaba rebeliones y escapes de esclavos, los cuales se internaban en las frondosas montañas de Haití y, paulatinamente, fueron generando un elemento nativo conocido como los cimarrones o esclavos en fuga. Estos, para la época de la Sublevación del Cacique Enriquillo, eran ya notorios, pues se unían constantemente a las huestes guerrilleras de este cacique.
Volviendo al tema, tenemos que hacía 1605, el comercio de los piratas con los colonos españoles de la Isla Española era tan apreciable, que el Rey de España, por sugerencia del Conde de Peñalba, sugirió despoblar la Isla Tortuga y destruir el fuerte militar que ahí había construido el Ejército español. Con este abandono, la suerte de la banda Noroeste y norcentral de las Islas tortuga y Española quedó sellada, pues los piratas pasaron de tener ocupaciones temporales a ocupaciones permanentes que dieron forma a la ocupación francesa y a la necesidad del Tratado de Ryswick hacía 1663, con el cual, se reconoció que era una posesión francesa; luego, los esclavos africanos prosiguieron escapando no solo a las montañas, ahora lo harían hacía la parte Este de la isla, a lo que hoy es República Dominicana, la cual desde entonces pasó a ser su tierra prometida, la tierra donde podían obtener su libertad y, hoy en día, bienestar económico o sobrevivencia. Por qué porque la explotación española era diferente a la francesa, además de que la mano de obra era escasa, si los esclavos venían a ella, no tenían que comprarla sino protegerla. Hecho que fue el origen principal de los conflictos entre la parte francesa y la parte española.
La guerra de liberación haitiana fue a la vez, una guerra anti esclavitud, de liberación nacional y pro independencia nacional. La determinación y crueldad de las mismas hicieron nacer el mito real del anti haitianismo, pues los franceses o blancos que escapaban de aquel infierno de fuego y de destrucción que ocasionaron los esclavos como única vía de lograr su libertad, hizo nacer esas leyendas reales. Las cuales quedaron confirmadas en 1801 con la invasión de Toussaint, ratificada con la invasión de Dessalines en 1805 y los degüellos de Santiago y de Moca de Cristóbal.
Pero él desde entonces denominado “peligro haitiano” se adentró en la psiquis del elemento europeo hispanohablante y francés residente en la parte Este con la consigna convertida en principio constitucional de la Constitución de Toussaint, según el cual, “La Isla es una, indivisible y haitiana.”
Esta idea se fue amalgamando en Haití y, hacia 1818, fue nueva vez introducida en la Constitución de Petion; si bien ese gobernante murió antes de materializar este propósito, su lugar teniente, Jean Pierre Boyer, lo llevaría a la práctica tres años después y funcionó por 22 años, hasta 1844.
¿Por qué no funcionó el principio constitucional de Toussaint y de Petion según el cual la isla es una indivisible y haitiana?
No funcionó porque Toussaint instaló en el poder una élite que se enquistó en el poder -hasta el día de hoy-, con base a una ideología racista según la cual Haití es una república negra que, niega derechos no solo al elemento blanco, sino que también lo hace frente al elemento mulato de Haití, es decir, los dos elementos que, si bien en Haití constituyen minorías, en el caso dominicano, ocurre lo inverso, es decir quien constituye minoría en la parte Este, es el elemento negro o congó como gustan decir ellos. Esta contradicción no pudo ser superada en 22 años de dominación por la intransigencia del elemento congó. Es bueno destacar, por ejemplo, la definición incluyente que hace Juan Pablo Duarte sobre el fenotipo dominicano allí solo hay inclusión nunca exclusión.
La unión de 1822 se dio bajo la promesa de que los habitantes del Este y del Oeste de la isla tendrían iguales derechos, sin embargo, nunca se cumplió esta promesa. Los diputados dominicanos que acudieron por última vez, a la constituyente de 1843, la cual, se dijo, sería la reforma que igualaría los derechos de los habitantes de ambos lados, regresó al país devastada y convencida de que la única solución era la separación definitiva y para siempre entre los dos pueblos debido a la imposibilidad de lograr un entendimiento ante la tradicional intransigencia del elemento congó mayoritario en la parte Oeste. De modo que la responsabilidad histórica por este fracaso unionista no es de la República Dominicana, pero si lo es el superarlo y procurar relaciones armoniosas desde la perspectiva dominicana de una isla indivisible y dominicana.
A la declaración de Independencia de la Parte Este, siguieron 10 años de invasiones continúas del Estado de la Parte Oeste junto a su negativa de reconocer el gobierno de la Parte Este. En ese interín conocido como de la Primera República, se perdió territorio que, bajo los términos del Tratado de Aranjuez, pertenecían a la Parte Española; luego, con el fin de la Primera República y la Anexión a España, se perdió más territorio, por tanto, los Restauradores, se vieron obligados a desalojar a los congó de las provincias que habían tomado: Banica, San Miguel, San Rafael, Hinchas y las Caobas; sin embargo, los Restauradores, luego de retomar estos territorios, alegaron que en dichas provincias no habían hispanohablantes, por tanto, dedujeron que eran territorios que ya no pertenecían a la República Dominicana. Hecho que muestra que, para los Restauradores, era el elemento hispánico del castellano, lo que definía la dominicanidad y no el territorio; por tanto, se limitaron a continuar luchando no por territorio sino porque Haití reconociese el Estado Dominicano y porque firmase un tratado de amistad y comercio junto a la obligación de no invadir nueva vez militarmente, territorio dominicano.
No obstante, los incidentes fronterizos por territorios continuaron hasta bien entrado el siglo XX. Comenta la historia que, el gobernante dominicano, Mon Cáceres, tenía el propósito de echar a los haitianos de territorio dominicano, para lo cual, estaba entrenando un ejército conocido como “la Guardia de Mon,” sin embargo, el magnicidio contra este gobernante echó por tierras esos planes. Las negociaciones continuaron con Haití, interrumpidas por la ocupación estadounidense tanto de Haití como de República Dominicana, concluida dicha ocupación, se retomaron las negociaciones y en 1924, se llegó a un acuerdo que fue firmado en 1929; Sin embargo, esto no significó que los haitianos desocupasen los terrenos que tenían ocupados.
Se siguieron firmando protocolos en los siguientes siete años, año por años, pero la desocupación no se realizaba hasta que, en 1937, Trujillo, inició con sangre la desocupación. Hecho desesperado y repudiable, pero con un causal justificativo de violación de lo pactado.
El asunto, fue llevado al plano internacional y Trujillo ganó porque no se comprobó violación al derecho internacional, Trujillo actuó dentro de su territorio, pero si violó los derechos humanos de unos cuantos cientos de extranjeros, por lo que debió indemnizar al Estado Haitiano. En cambio, no hemos sido indemnizados por las tropelías de la ocupación de Boyer ni por las invasiones posteriores a éste y anteriores como las de Toussaint, Dessalines y Cristopher.
Un análisis desapasionado de las relaciones dominico-haitiana concluye en que la historia de la misma está matizada por hechos controversiales sin que se haya tomado un momento en analizar los elementos comunes o afinidades que permitan un entendimiento o una mejoría en dichas relaciones; tampoco se ha tomado en cuenta la necesidad de que un gobernante dominicano, se plantee corregir el error del Conde de Peñalba materializado por el Gobernador Osorio.
Entendemos que, es de lugar que, la Cancillería dominicana se plantee la creación de un departamento de asuntos haitianos conformado por un cuerpo diplomático capacitado e inamovible que se encargue del diseño y de la ejecución de una política exterior dominicana consistente en la recuperación de esa parte de nuestra isla. No desde la perspectiva militar sino desde las perspectivas comercial, cultural y desde la óptica de que el territorio del Oeste de la isla constituye el espacio vital de nuestro desarrollo turístico, cantera de recursos o agregados para la industria de la construcción en tanto y cuanto mecanismo de preservación de nuestros ríos y de nuestros bosques. Y, particularmente, para mitigar el drama humano que padece ese pueblo hermano digno de mejor suerte porque los imperios ayer, como hacen con Cuba, practican el abandono de las naciones rebeldes sin importarles el sufrimiento humano de esos pueblos.
Además, desde la perspectiva económica, el progreso de Haití, es necesario para la ampliación del mercado dominicano. Esto permitiría la recuperación de ese territorio no en el plano político ni militar, pero si en los planos comercial, cultural, etc.
En un mundo globalizado, cada mercado donde existan consumidores reales o potenciales, constituye un objetivo a ser alcanzado. Además, el liderazgo dominicano en el Caribe debe y puede ser archipelágico, es decir, no debe limitarse a la recuperación del territorio que hoy ocupa Haití sino al dominio logrado por la isla en la época precolombina y durante la primera parte de la ocupación y colonización europea, por ser esta isla, el punto “donde todo comenzó.”
El hecho de que la Comunidad internacional diga que no tiene interés en Haití, como el de que dicha nación se encuentra en estado de postración, y que, en cambio, República Dominicana, sea hoy más fuerte en el plano económico, constituye una oportunidad histórica que no se presentaba desde la llegada de los españoles a la isla. En política, se debe actuar de conformidad con los tiempos. Ayer se dijo que se perdió esa parte de la isla por “culpa de los tiempos, no de España.” En cambio, hoy se recuperaría porque los tiempos están del lado de la República Dominicana y nuestro país no evade responsabilidades.
Por último, constituye una barbarie la actitud de la Comunidad internacional contra el pueblo haitiano que, la República Dominicana no debe tolerar sin alzar su voz solidaria, siendo, como siempre ha sido, la tierra de la libertad y de bienestar para el elemento haitiano que decide abrazar la causa de la dominicanidad.
El tema migratorio, no es un tema bilateral, sino que, cada Estado, establece la política migratoria que entienda más acorde con su interés nacional, por tanto, concierne al Estado Dominicano determinar a quien recibe y a quien no, y, en cual proporción dentro de su territorio. En el ámbito del derecho internacional, se entiende que una de las características esencial de todo Estado, es la de poseer control sobre su territorio.
Por demás, queda claro que, los migrantes son necesarios, es su número el que se debe determinar y su proporción, por actividades económicas y zonas del país. En cualquier caso, su control y las condiciones sobre las que esta ópera corresponde al Estado recipiendario. El migrante apátrida o no, está obligado a obedecer las leyes del Estado receptor, es más, se entiende que las acepta una vez en dicho territorio. Ahora bien, si no existen o si no se cumplen, tampoco es su problema.
Diversas actividades económicas dominicanas dependen de mano de obra extranjera, desde el turismo y la hotelería, hasta la recolección del café; desde la siembra de arroz hasta la construcción, pasando por el servicio doméstico. Esta necesidad nace del cambio demográfico dominicano, cuando era una población esencialmente rural, el campesinado abastecía la carencia de mano de obra de la producción y los servicios, a medida que nos hemos hecho urbanos, o que hemos emigrado a otras naciones, la necesidad de mano de obra extranjera, es cada vez más latente por el carácter super explotador del capitalismo criollo, el cual requiere de reservistas dispuestos a ser explotados al mejor postor. DLH-20-11-2021
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