“Si quieres derrotar la corrupción debes estar listo para enviar a la cárcel a tus amigos y familiares”. Lee Kuan Yew.
El presidente Luís Abinader está dispuesto a correr todos los riesgos necesarios para terminar o disminuir la corrupción en nuestro país. Está consciente que no será fácil, que encontrará muchos obstáculos dentro de su propio entorno partidario y personal cercano.
La corrupción es un mal endémico en nuestro país, con sus raíces desde que Cristóbal Colón, asesino y ladrón, piso “la tierra que ojos humanos jamás habían visto”. Desde entonces, hasta nuestros días, todo ha sido robarle sus recursos renovables y no renovables, sin importar el recurso humano, que es el más preciado de todos.
Como he dicho en otras ocasiones, Abinader no bajó triunfante de “las escarpadas montañas de Quisqueya”, ni de la “Cordillera Central” después de duras y dolorosas batallas armadas; llegó a través de unas elecciones para dirigir un Estado concebido y diseñado para el robo, el saqueo y el crimen, y un pueblo envilecido por los vicios que les son propios al sistema.
Comentaba en mi artículo anterior como Singapur redujo a casi cero la corrupción, el delito y la criminalidad. Había en el pequeño país asiático integrado por muchas isas adyacentes y 700 kilómetros cuadrados alrededor de 500 mil presos. Mediante una minuciosa investigación se determinó que 50 eran inocentes, el resto, 450 mil fueron fusilados o ahorcados, incluyendo funcionarios del gobierno. Los juicios se difundieron por radio y televisión. La profilaxis fue total. Singapur quedó libre de corrupción, de violaciones sexuales, de secuestros y homicidios que eran casi 20 por día.
Amnistía Internacional y otras organizaciones de “Derechos Humanos” protestaron por tan horrendas actuaciones. El gobierno no les hizo caso porque esas entidades casi nunca se ocupan de las víctimas, como si ellas no tuvieran derechos mas que los criminales, ladrones y violadores.
Gracias a la voluntad y la determinación de sus gobernantes Singapur se convirtió en una nación prospera, segura, buena para vivir, con un régimen de consecuencias, donde el que “la hace, la paga”, sea quien sea, grande o pequeño, poderoso o débil.
En los países sustentados en elecciones cada cuatro años, como el nuestro, es difícil que las instituciones funcionen adecuadamente garantizando que las leyes sean para todos, no para el grupo -siempre reducido- que controla con su dinero, la justicia el Congreso, las fuerzas represivas, los medios de comunicación y el sistema de elección, decidiendo en ultima instancia, quien gana y quien pierde.
Con una justicia mediatizada, comprometida con los grupos de poder resulta casi imposible castigar la corrupción en todos los estamentos sociales. Hay personas y grupos que la “Justicia” nunca tocará. El “debido proceso” es un invento de abogados, fiscales y jueces para impedir precisamente que se haga justicia. El “debido proceso”, que ahora argumentan los distinguidos y refutados abogados de los corruptos, busca garantizar la impunidad de los imputados. (Es su trabajo) Saben que son corruptos, vulgares ladrones, pero alegan que todos los ciudadanos tienen “derecho a una defensa técnica”. (Pero casi nunca suben a estrado para defender un desarrapado porque no tiene con que pagar sus honorarios)
El “debido proceso” de Singapur y de China Popular es más rápido y menos costoso que el “debido proceso” de la democracia representativa, que no representa al pueblo. En el sistema de Singapur y de China, entre otros, el Estado no invierte dinero encarcelando y alimentando a los corruptos que le roban la educación y la salud al pueblo. (Que se jodan. No me dan pena)
De todos modos, apoyemos al presidente Luís Abinader en su propósito de acabar con la corrupción en el Estado. (¡Ojalá!) Si logra meter a la cárcel a los corruptos y recuperar el dinero robado, no habrá que hacer una reforma fiscal, bastará con evitar o reducir la evasión fiscal y el contrabando. La República Dominicana lo tiene todo, pero los políticos corruptos le han impedido avanzar hacia el desarrollo como hicieron los “Tigres Asiáticos” en relativamente poco tiempo.
Combatir la corrupción en un país como la República Dominicana, con instituciones corruptas desde hacer siglos, es casi imposible, no sin una revolución ética y moral, que es lo que pretende el presidente Luís Abinader.