La transición de dictadura a democracia culminó en la República Dominicana, en 1996, con el ascenso al poder de Leonel Fernández. Es en ese gobierno cuando la democracia adquiere carta de ciudadanía pero aquel gobierno estuvo impedido de realizar acciones institucionales prácticas desde el ámbito legislativo por ser un gobierno de minoría o sin congreso nacional. Esto así porque la oposición política encarnada en el PRD en tanto y cuanto partido mayoritario, se opuso a dar apoyo a las propuestas legislativas institucionalizantes de Leonel, quien presentó sus reformas conocidas como “el paquetazo.”
De todos modos, aquel gobierno logró materializar el cambio propuesto por intermedio de decisiones administrativas desde el Poder Ejecutivo, es decir, gobernó discretamente por medio de decretos presidenciales que lograron afianzar el modelo democrático. Lo bueno fue que no hubo oportunidad de hablar de reelección presidencial y, finalmente, que entregó el poder a su adversario político por incompetencia electoral del candidato oficialista Danilo Medina.
El modelo puesto en marcha por Leonel se consolidó en la gestión de gobierno de Hipólito Mejía, en razón de que este nuevo gobernante, se dedicó a legitimar las decisiones de su antecesor, lo cual fue bueno para el modelo democrático asumido. Esto debía culminar, y culmino, en el realce de la figura de Leonel, quien regresó al poder luego de la gestión del hijo de Gurabo.
En el primer gobierno de Leonel, se dijo que, hubo corrupción y un puñado de sus funcionarios cayó preso, no así Leonel porque Hipólito afirmó que los presidentes no caen presos. Expresión que significaba que, bajo el gobierno de Hipólito, Leonel no sería procesado, con lo que quedó consolidado el modelo corrupto imperante en la República Dominicana con la instauración de la democracia. Así las cosas, la democracia dominicana, quedó en manos de Diógenes, quien, al igual que en Atenas, debía buscar con una lámpara, a medio día, un hombre público honesto porque Leonel, a su regreso al poder, debía devolver el favor a Hipólito y así ocurrió.
De modo que, no importaba cuanta corrupción hubiese, pues el dúo formado o bipartidismo, resolvería el problema. De modo que Leonel se instaló en el Palacio Nacional por los siguientes ocho años, es decir por dos periodos presidenciales continuos. Y, a su salida, sería sustituido por alguien de su partido. Resultando Danilo Medina ser el agraciado, quien, de inmediato, si bien no encarceló a Leonel, ni a ninguno de sus funcionarios, se dedicó a intentar desacreditarlo. Pero mientras esto sucedía la corrupción se aposentaba en su gobierno con el beneplácito de la oposición que continuó enfilando sus cañones hacía Leonel. Es así como Danilo logró modificar la Constitución y reelegirse en 2016 con una Constitución hecha a su medida exclusivamente, para satisfacer su continuidad en el poder.
Todavía en 2020, la oposición estaba dispuesta a permitir un tercer periodo continuo en la presidencia a Danilo, pero la sociedad civil y Leonel Fernández, lo impidieron. Por tanto, yerra el PRM cuando se cree que ganó las elecciones en 2020. Es con la salida de Danilo que la población está teniendo la oportunidad de conocer los grados inimaginables que logró la corrupción bajo el régimen de Danilo, la imaginación se ha quedado corta, dijo una dirigente política al describir la situación dejada por Medina.
Sin embargo, en el gobierno de Luis Abinader, se observan signos preocupantes derivados del hecho de que la primera oposición que presenta la lucha contra la corrupción emprendida por su gobierno, es la de sus partidarios quienes entienden que la propuesta de “cambio”, hecha a la ciudadanía en campaña, era de caras, de colores partidarios, pero en esencia, se desea continuar el modelo de democracia corrupta asumida desde los albores del siglo XXI. Por suerte, la Marcha Verde, ya empieza a calentarse para exigir respeto a las leyes y condena a los corruptos junto a recursos para el Ministerio Público.
Decimo que la situación del gobierno de Luis es preocupante porque se observan signos poco alentadores, primero, es que crece cada día la cantidad de funcionarios acusados de corrupción, unos por el rumor público y otros porque ya han debido ser sustituidos de sus puestos y sometidos a la justicia y el numero continúa aumentando; lo segundo, porque el corte empresarial de su gobierno es indicativo de que predomina una mentalidad de sacar utilidades desde lo público. La alianza público privada y las privatizaciones a secas por intermedio de la supresión de instituciones públicas existentes mediante leyes con solo un decreto presidencial, auguran un presagio futuro preocupante. Añádase a ello, la posibilidad de que el presidente intente una repostulación y tendremos, el fracaso de su política anti corrupción y la apertura de un proceso de acumulación que ya se observa con remodelaciones, subidas de salarios en el sector eléctrico, etc., para presagiar que algo huele mal en Dinamarca.
Es decir, el modelo de democracia corrupta sigue en pie y el edifico moral del presidente Abinader, puede derrumbarse solo en cualquier momento. Cuando se analiza la democracia ateniense, se observa que, la corrupción era cónsona con ese modelo, por eso, los intelectuales de aquella época y más allá de ella, terminaron aborreciéndola. No solo por la época de los siete tiranos sino porque la probidad solo estuvo en Pericles. De quien se dijo, conjugaba en su persona, las cuatro virtudes que hacen funcional un gobierno democrático, a saber: saber lo que se hace, ser capaz de decir lo que se hace, centrarse en garantizar el interés general y, por último, en no ser corrupto (Michel Foucault).
En las sociedades complejas de la actualidad, calificación de la que no escapa República Dominicana, esas cuatro cualidades implican la transversalidad de una vida institucional sana, esto es: que exista una carrera burocrática con el perfil correspondiente para garantizar la buena gerencia y ejercer los valores y principios democráticos, esto es, saber lo que se hace y por qué se hace; de modo que no haya lugar al parasitismo administrativo, ni al oportunismo partidarista. Como se sabe, la burocracia ha sido descuartizada, por tanto, la calidad de los servicios ha caído y, por ejemplo, en el caso de los cónsules en Haití, el tema no se resuelve quitando unos para poner otros; se requiere un cambio de actitud que solo puede lograrse on una burocracia amorfa solo comprometida con el perfil del puesto y el deseo de servir a su país.
Por demás, se debe tener la capacidad de transmitir al pueblo lo que se hace, pues se gobierna por el pueblo y para el pueblo y, éste, en tanto y cuanto mandante, ha de estar enterado siempre de lo que se hace en su nombre y para su beneficio. Como podrá observarse, estas dos primeras cualidades conducen a la tercera, esto es: a que el pueblo no tenga ninguna duda de que lo que se hace y se dice desde el Estado, obedezca, exclusivamente, a la satisfacción del interés general.
Por último, las tres virtudes anteriores quedan garantizadas por la cuarta virtud, la cual consiste en no ser corrupto, no ser corrupto implica no ser permisivo con la corrupción, ni con los corruptores.
Dicho con otras palabras, el gobernante democrático, debe poseer los méritos personales suficientes como para no dejar dudas en la opinión pública, sobre su probidad personal y la de su equipo, porque en ello estará la garantía de la supervivencia de la democracia.
Si el gobierno cae en descrédito por la mala práctica de sus funcionarios o por decisiones a todas luces incorrectas, sin que se tomen los correctivos de lugar, el ciudadano interpretará que las mismas están autorizadas o permitidas, aun sea tácitamente, por el mandatario. En cuyo caso, perderá el favor popular y, peor aún, perecerá la democracia. Esto implica que, con Luis, puede extenderse el modelo de democracia corrupta o bien podría iniciarse un periodo de democracia funcional a lo Pericles. De él dependerá ser el cuarto tirano o el Pericles de la democracia dominicana. Colocar funcionarios probos y con el perfil, por ejemplo, logrado en la Lotería Nacional, las dudas podrían disiparse; o cuando menos, otorgar suficientes recursos al Ministerio Público y a Salud pública, podrían ser señales inequívocas en el camino correcto. Pero para lograrlo, habría que controlar a los demonios que perviven al interior del PRM.DLH-5-12-2021
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