La Navidad ha trastornado la economía para beneficio del sector comercial.
La Navidad es una emotiva fiesta religiosa y de las celebraciones más importantes en todo el mundo. Es una ocasión para intercambiar regalos, hacer festejos, reuniones familiares y otras actividades, al menos, para los cristianos practicantes.
Lo cierto es que su origen responde en realidad a otros factores históricos que involucran al poderoso Imperio Romano, a ritos paganos y poco tienen que ver con la conmemoración del nacimiento del niño Jesús.
En varias sociedades, como Estados Unidos y Europa, aún persiste la costumbre de intercambiar los regalos. En otras, como la nuestra, no se dan esas cosas, sino que aprovechan para comer, beber, fornicar y dar riendas a cherchas con excesos desproporcionados.
Lo cierto es que esa celebración se ha transformado a través de los años. El espíritu navideño registra otras características. Por ejemplo, las estaciones de radio comienzan desde el mes de octubre a poner música navideña, no en diciembre como era la tradición. Los adornos en hogares y plazas comerciales, la publicidad en radio y televisión, por igual.
La Navidad ha trastornado la economía para beneficio del sector comercial. Es la ocasión que aprovecha la gente para invadir como ganados irracionales las plazas comerciales a comprar de todo para la tradicional cena; naturalmente, los que disponen de presupuesto pues las mayorías no pueden darse ese lujo. Tiene como agravante que esa noche se bebe excesivamente y se come poco.
Es una época más comercial que religiosa. Pocos visitan los templos. Antes de declararse la presencia de la letal pandemia Covid-19, las iglesias registraban bajas de asistencia de personas no convertidas a las religiones. Eso es lo que han dicho algunos predicadores, entre estos obispos y pastores.
Los humanos ya no abarrotan las iglesias como años anteriores. Tampoco acuden a rezar en forma masiva. Ahora, la pasan en otras cosas, como compartir en los centros de expendios de bebidas alcohólicas (discotecas, bares, cabaret), haciendo “teteos” o fiestas en espacios abiertos (malecones y playas) sin el control de las autoridades. Se trata de otro tipo de conducta, degenerada o evolucionada conforme a los tiempos actuales.
Muchas personas entradas en edad se refugian en las iglesias y lo hacen buscando la salvación después de pasarse la vida cometiendo pecados, entre estos asesinos, violadores, prostitutas, estafadores, ladrones, personalidades políticas y artísticas, todos atraídos por las falsas prédicas bíblicas de que arderán en el infierno (¿cuál infierno, eso no existe?), si no se arrepienten de sus pecados.
Luego de retirarse de la vida pagana, se convierten al evangelio o a una secta católica y van a los templos a cerrar los ojos, unir las dos manos para adorar a Dios, para aprender algo nuevo, sentirse mejor o desahogar las penas, por deberes, por sus hijos, y otras razones, por aquello de que la fe salva a los corazones arrepentidos.
Si hay algo positivo de ser cristiano es que se ahorra mucho dinero, porque no derrocharían parte del presupuesto familiar en bebidas alcohólicas, ropas caras, carros lujosos o en otras francachelas inmundas.
¿Por qué la gente se ha alejado de las iglesias?
Muchos humanos, por temor, hacen profesión de fe, deciden servir a Dios, pero con el tiempo abandonan las iglesias. Algunos se van por que tienen causas justificadas, otros porque cambian de lugar o se reubican, pero la gran mayoría abandona por causas ajenas a lo antes mencionado, tales como asuntos internos de la Iglesia y sus prácticas, la pérdida de la fe, cambio en los valores y otros asuntos vinculantes.
A esos factores, yo agregaría los siguientes: el disgusto de la gente por la participación de algunos pastores evangélicos y sacerdotes en abusos sexuales contra niños y mujeres de sus iglesias o porque muchos usan la religión para enriquecerse.
La Navidad también se convierte en un escenario de caos y anarquía protagonizados por los inadaptados sociales, verdaderas basuras humanas, que recorren calles, carreteras y autopistas embriagados, conduciendo vehículos, provocando accidentes y muertes.
Es la razón por la que nuestras autoridades lanzan a la calle a policías, militares y socorristas, hombres y mujeres, para prevenir tragedias viales. Esos socorristas debieran estar celebrando esta fiesta junto a la familia, no cuidando a personas adultas.
Lamentablemente, es una tradicional jornada que no tiene razón de ser (es lo que creo), pero que procede implementarla debido al bajo nivel de educación, de civismo y mala conducta de la mayoría de la población dominicana.
Sin embargo, propicia es la oportunidad para insistir en el plan protocolar sanitario de acudir a vacunarse contra el coronavirus, usar las mascarillas, aplicar lavado de las manos y mantener el distanciamiento físico. Habrá más gentes en las calles en lugares abiertos y cerrados, con la posibilidad de que surjan más infecciones.