La actualidad tecnológica, comunicativa y participativa ya no limita a los dominicanos residentes o nacidos fuera del territorio quisqueyano a que estén ajenos a la realidad democrática, económica, social y cultural de su nación de origen.
Sin lugar a duda, más que en las primeras dos décadas del joven siglo, es en el reciente bianual que enmarca la pandemia del COVID-19, donde los aportes democráticos y económicos por parte de las diásporas para con sus naciones de origen, han sido mucho más determinantes sobre la estabilidad social y económica de estas.
Para República Dominicana, no ha sido menos cierto. Incluso, la calamidad ha removido el velo de los residentes en la isla, obligándolos a llegar a una valoración pública que resalta la dependencia en y la inclusión de los dominicanos en el exterior como vitales, a los planes presentes y futuros de la nación, sean estos públicos o privados. El porvenir no puede visualizarse sin la inserción de los nacionales emigrantes, sus descendientes y el patrimonio que poseen.
Mi declaración de inicio de año surge de todo aquello que la diáspora dominicana ha propuesto, planeado y propagado en las últimas seis y tantas décadas, y lo fija como el cierre de una era, para así dar inicio a un nuevo capítulo de la historia de la República Dominicana. – 2022: El año de la diáspora.
Todo lo acontecido hasta ahora… desde los aportes a favor del fortalecimiento de la democracia que ha venido haciendo la diáspora dominico-americana desde la década de los ’50; los orgullos técnicos y profesionales que se han forjados en comunidades extranjeras desde los años ’60; las alegrías, afectos y presentes, inyectando con patriotismo cada navidad, desde los años ’70 y las conquistas culturales y deportivas que todos hemos celebrados desde los años ’80, han servido de pilares de un gran secreto.
Pero sumémosle, además, las invaluables contribuciones económicas y materiales que han sido enviadas hacia la Patria desde los años ’90; los reconocimientos sociales que los dominicanos en el exterior han estado recibiendo desde inicio de siglo y los impactos o conquistas políticas, de aquí y de allá, de esta última década. Todo ello, no representa la totalidad del patrimonio que se ha venido construyendo más allá del territorio quisqueyano, pero sí simboliza, los elementos del prólogo de lo que evidentemente se vislumbra como el nuevo y gran salto de la República Dominicana.
La actualidad tecnológica, comunicativa y participativa ya no limita a los dominicanos residentes o nacidos fuera del territorio quisqueyano a que estén ajenos a la realidad democrática, económica, social y cultural de su nación de origen. La conectividad actual ha hecho de ellos, valiosos interlocutores y para-diplomáticos. Incluso, la comprensión colectiva de la población y sus líderes socioeconómicos, culturales y políticos, indican que, el futuro dominicano no puede concebirse sin la inclusión de los nacionales emigrantes. Con el 2022 como año de la diáspora, los arrecifes físicos que delimitan la dominicanidad presencial, son borrados, y un territorio más amplio es asimilado. Uno en el cual sin tener que citar cifras o escenarios específicos, la diáspora dominico-americana representa la más novedosa y enriquecedora fuente de capital humano, económico, cultural y político.
La Agenda
Con la presentación de la Agenda Integral de Cooperación y Desarrollo de la Diáspora Dominico-Americana al Presidente de la República Dominicana, Luis Abinader y al consejo de ministros que le acompañó este pasado septiembre 18 del 2021, en la ciudad de Nueva York, quedó fijado el Blueprint Inicial de la ruta de inclusión del patrimonio intelectual, económico, político, social, de relaciones y sus capitales, que posee la comunidad dominico-americana que desea favorecer a su nación de origen con el mismo.
La elaboración de una Agenda de Desarrollo y Cooperación por parte de profesionales dominicanos residentes en Estados Unidos, algo que vale resaltar nunca se había hecho, entre otras cosas, incluye una propuesta de aceleramiento hacia la doble nacionalidad por parte de los descendientes de dominicanos, así como ideas de creación de instrumentos desde donde los dominicanos en el exterior pueden lograr significativos aportes vía la inversión de capital económico en fondos o bonos destinados exclusivamente a proyectos de escala nacional en los órdenes productivos, de la investigación, la agricultura, el transporte y sus correspondientes infraestructuras. Incluso, planteamientos de cómo la inserción del capital humano especializado puede impactar los servicios básicos y hasta los especializados en la salud y la educación.
Un llamado a la acción
El documento elaborado y presentado como la Agenda de Desarrollo y Cooperación de la Diáspora Dominico-Americana, es una pieza viva y transversal a las áreas de desarrollo de la nación, con la ‘unique’ capacidad de evolucionar como mapa de ruta y herramienta articuladora. La Agenda es un instrumento compuesto por propuestas limpias, novedosas y transparentes, que enfatiza abiertamente, la importancia de los dominicanos en el exterior, como promotores de desarrollo que el país requiere. Ruta que además requiere del compromiso y accionar del gobierno dominicano y el sector privado por vía de sus instituciones y gremios, llamándole a crear los canales innovadores y necesarios para esta inclusión. Aquellos que permitan que los expatriados sean partícipes e inversionistas de procesos y proyectos importantes en lo productivo, la gobernanza, la educación y la salud.
Los dominicanos en el exterior quieren seriamente impactar el desarrollo de su nación de origen, abrazando acciones y conceptos que van más allá de las remesas o la generosidad humanitaria por la cual se le conoce. Y el documento refleja en sus partes, eso mismo. Articulando un “llamado a la acción”, de lo que pueden y quieren hacer ahora, los dominicanos que radican en los Estados Unidos. Guardando una clara intención de hacer ver y valer el rol que la diáspora residente en los Estados Unidos quiere y puede jugar, justo en este momento.
Mas allá de cuántos son y cuánto envían
Para mediados de siglo, los países que hoy llamamos en vías de desarrollo, que además guarden estabilidad democrática y económica, y que a su vez posean grandes y activas poblaciones fuera de su territorio y por ende, se identifiquen con su nación de origen, estas últimas, terminarán por liberar a los estados y sus poblaciones de las influyentes agencias internacionales de cooperación y préstamo, como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Interamericano de Desarrollo, GTZ, JICA, Alianza Francesa, Cooperación Española, USAID y otras. – Las diásporas se convertirán en la principal fuente de inversión, cooperación y desarrollo, para sus naciones de origen. Y lo que propone la Agenda Integral de Cooperación y Desarrollo de la Diáspora Dominico-Americana es fijar desde ya, la visión y los canales necesarios para lograr esa posibilidad. Un “llamado a la acción”.
Aunque para muchos, la valía de las comunidades en el exterior solo puede ser medida citando titulares de cifras poblacionales o nuevos récords en emisión de divisas, el real avance en el pensamiento por parte de los que residen en el territorio dominicano, sobre cómo el futuro sólo puede concebirse mediante la inclusión de sus nacionales y descendientes que residen fuera del país, es basado en otros tres elementos fundamentales: 1. El escenario actual se proyecta como uno lleno de optimismo, compromiso, valoración y reciprocidad positiva entre la diáspora dominicana y su nación de origen. 2. Los individuos que viven en el exterior y que a su vez se identifican como parte de una diáspora funcional y activa, han avanzado social, política y económicamente. 3. Las comunidades han agotado la evolución natural de ser facilitadores de una filantropía caritativa a ser promotores de una filantropía de inversión e innovación.
El primer capítulo del gran salto
Las riquezas económicas de los dominicanos en el exterior que pueden impactar la República Dominicana, no se limitan al capital humano que aún no se ha explotado, ni al económico con el cual se le cita, sino en cómo ese complemento de capitales que está llegando vía el conocimiento y las remesas, es instrumentado. Y a su vez, de qué forma, otros canales de nuevos instrumentos y plazas de inversión e inclusión están siendo creadas, para el resto de las riquezas que guarda el patrimonio de los dominicanos residentes en el exterior.
Aún dispersa sobre el territorio norteamericano, los para-diplomáticos miembros de la diáspora que reside allí, no tardan en superar poblacional y económicamente a cada una de las provincias y Distrito Nacional de la nación dominicana. Una apabullante fuerza que no solo se limita a la República Dominicana. Esa misma población se encamina a ser el tercer grupo inmigrante latinoamericano de mayor población, poder económico, profesional e influencia política, superado solo por las diásporas mexicanas y cubanas. Y en cuanto a las comunidades inmigrantes de Estados Unidos, la dominicana es la que posee mayor influencia económica y política, sobre su nación de origen. Por ende, poseedora de un patrimonio nutrido de riquezas bien intencionadas, capaces de impactar la actualidad de la República Dominicana y redefinir su futuro de manera moderna, innovadora y positiva. Por ello estamos seguros de que, los planes presentes y futuros de la nación, sean estos públicos o privados no pueden visualizarse sin la inserción de los nacionales emigrantes, sus descendientes y el patrimonio que poseen.
Y luego que se ejercite la plena inclusión de sus nacionales extraterritoriales, la Quisqueya de mañana mirará hacia este momento y lo valorará como el año donde iniciamos el gran salto socioeconómico, político y cultural. 2022: El Año de la Diáspora.