Después de la salida de Guiliani en 2001, la criminalidad ha regresado a Nueva York, como un virus mutante.
Cuesta decirlo, pero los pronósticos no nos dejan mentir. Las condiciones están dadas para que la ciudad de Nueva York retorne a los elevados índices de criminalidad que se registraba en la década de 1990.
Guardando distancias en el tiempo, y circunstancias, hay quienes rememoran la estrategia que utilizó el ex alcalde republicano Rudolph Guiliani, en cuanto a enfrentar con mano dura el crimen en las calles de la Gran Manzana.
Los enfrentamientos a tiros entre delincuentes armados y agentes del Departamento de Policía de la ciudad (NYPD), los constantes crímenes por asaltos, robos de vehículos, violación a la propiedad privada, violencia doméstica y enfrentamientos sangrientos entre pandillas, eran la gran preocupación de las familias residentes en los cinco condados: Bronx, Manhattan, Brooklyn, Queens y Staten Island.
A poco de asumir el cargo como alcalde en 1994, Guiliani aplicó una estrategia que a la postre le dio muy buenos resultados en cuanto a la reducción del crimen que aterrorizaba a la gran urbe.
Su plan, muy criticado en principio por quienes dudaban de su efectividad, logró reducir los hechos delictivos, ganándose los elogios de la comunidad, el gobierno federal, de los políticos y los comandantes del NYPD.
Analizaba Guiliani en ese entonces que los pequeños conflictos sociales conducían a otros más grandes.
Para él, en ese entonces, los hechos criminales y el “grafitti” eran dos acciones delictuosas diferentes que iban de la mano de forma continua, y que tolerar uno era lo mismo que tolerar el otro.
Aplicó una política de endurecimiento contra los responsables de cometer delitos violentos y no violentos, implementando vigilancia constante y agresiva contra los delincuentes en todos sus aspectos.
Incrementó las horas de trabajo a los agentes del orden, mejores pagas salariales, beneficios económicos adicionales individuales y colectivos, entrega de modernos equipos de protección personal, de comunicación y monitoreo electrónico.
Después de la salida de Guiliani en 2001, la criminalidad ha regresado a Nueva York, como un virus mutante.
Los cambios de estrategias implementados por los alcaldes demócratas Michael Bloomberg (2002-2013) y Bill De Blasio (2014-2021) para combatir la criminalidad fueron más políticos y económicos que policiales, creyendo que con ello podrían alcanzar ambiciones muy altas dentro del Capitolio.
Apenas acaba de comenzar el año 2022, y la criminalidad se ha llevado a dos agentes del orden y varios civiles, por disparos de armas de fuego portadas de forma ilegal.
El número de heridos –niños, adolecentes y adultos- por la misma causa, es elevado en los cinco condados.
Eric Adams, demócrata, cumplirá en breve un mes de juramentarse como nuevo alcalde de la ciudad.
Como ex miembro del NYPD, Adams debió de haber impuesto una estrategia contra el crimen desde los primeros días posteriores a su juramentación, que dieran una señal clara y contundente a los criminales, de que su libertinaje y acciones violatorias a las leyes entraban en decadencia.
En lo que va de año, cinco oficiales de la policía han sido tiroteados, cuatro de ellos en menos de 72 horas. Un aumento de 16% desde el primero de enero.
Luego del asesinato de los agentes Jason Rivera, de 22 años, y Wilbert Mora, de 27, por parte de un delincuente que gozaba de libertad condicional, a pesar de tener un amplio historial delictivo, Adams propone una estrategia llamada “Plan para poner fin a la violencia armada”.
Las políticas y estrategias puestas en práctica por legisladores y autoridades estatales, de despenalizar los delitos sin violencia, aplicando más restricciones a los policías para los arrestos, la disolución de las unidades contra la delincuencia, y facilitar la libertad bajo fianza, favorecieron más a los criminales y perjudicaron más a los miembros del NYPD.
La ley de reforma policial del ex gobernador demócrata Andrew Cuomo, que entró en vigencia en 2020 después de la muerte del afroamericano George Floyd, más el recorte de fondos al NYPD por parte del ex alcalde Bill De Blasio, fueron las acciones más severas que frenaron la persecución efectiva de la criminalidad en Nueva York.
Recuperando en parte la estrategia de Guiliani, el nuevo alcalde Adams anunció que incrementará el patrullaje policial en las calles y estaciones de trenes, e intentará restablecer la exitosa unidad callejera contra el crimen; pero tendrá que enfrentar a los defensores de los derechos civiles que se oponen a ella.
Pero no solo eso, ¿cómo piensa Eric Adams hacer regresar al 30% de los policías que se fueron a vivir fuera de la ciudad de Nueva York, sin restablecerles los beneficios económicos que les fueron quitados en la pasada administración?.
El alto costo de la vida en la Gran Manzana, hizo que un alto número de miembros del NYPD, se fueran a vivir a otros condados suburbanos como Orange, Rockland, Nassau, Suffolk y Westchester, amparados en una ley estatal en vigencia por más de medio siglo.
Intentar hacerlos regresar a vivir en Nueva York sin reintegrarles los beneficios económicos necesarios, provocará más peticiones de retiro y renuncias, lo que complicará aun más la crisis de seguridad que afecta a esta ciudad.