Esto requiere de embalaje o empaque que haga que a la calidad natural de nuestra producción se añada una buena presentación y una adecuada preservación o calidad del producto.
La actual coyuntura política en los planos nacional e internacional es favorable para el desarrollo de la agricultura local. Es tiempo de llegar a la soberanía alimenticia mediante el fomento de la producción local de rublos agrícolas y agroindustriales.
Se sabe que, el país cuenta con tierras de primera calidad agrícola que se está perdiendo debido a que el urbanismo se entiende más rentable que la agroindustria debido al poco apoyo estatal, a la falta de políticas pública en materia agrícola que permitan un desarrollo de los sectores agrícolas del país. El país produce el mejor caco del mundo, el mejor café y la mejor azúcar de caña. Estos productos dan lugar a la llamada industria del postre. Lo que es indicativo de que ahí se tiene un ámbito donde podemos abastecer al mercado local y a la industria hotelera, a los casi cinco millones de turistas que visitan la isla cada año; también debemos producir para exportar y abastecer a nuestro vecino más cercano, por ser este nuestro mercado más próximo; incluso, se puede producir para el archipiélago del Caribe, para las islas de las Antillas Menores. De ahí la necesidad de preservar las tierras de calidad agrícola, ganadera, avícola, apicultura, etc.
Esto requiere de embalaje o empaque que haga que a la calidad natural de nuestra producción se añada una buena presentación y una adecuada preservación o calidad del producto, esto es que lleguen frescos a la mesa del consumidor luego de haber pasado por la cadena de producción y de comercialización mayoristas y minorista. Para llegar a este desarrollo, el apoyo del Estado es indispensable. Esto así, porque se sabe que el productor dominicano es excelente, pero tiene grandes falencias en el mercadeo y en la presentación de su producción. El primer gran problema es que no cuenta con técnicas adecuadas, ni con vías de transporte adecuadas desde su centro de producción a los mercados. Es ahí donde la acción estatal debe ayudar al productor.
Ayudando al productor, se ayuda al consumidor, pues un mercado bien abastecido con productos de calidad y a precios razonables, es un mercado que funciona y que puede dar lugar a la llamada mano invisible del mercado. El obstáculo, para llegar a este punto, es la tradicional predilección de los gobiernos dominicanos a carecer de una estrategia de protección y desarrollo de la agroindustria nacional, la cual, solo recibió debida atención bajo la dictadura de Trujillo. El gobierno dominicano post Trujillo ha centrado su atención, en favorecer al sector importador. Ya desde 1966, se detectó este problema, pero las soluciones han sido difusas; solo bajo el gobierno de Salvador Jorge Blanco se enfrentó este problema, pero de un modo poco adecuado porque se intentó sustituir la tradicional industria del postre por una economía de servicios integrada por zonas francas, agroindustrias y turismo. Lo que, en principio, no tiene nada de malo, el error consistió en que se desmontó la industria del postre y en su lugar, se colocó la economía de servicios. Lo inteligente debió ser, mantener lo que ya se tenía y añadir lo nuevo.
Ahora, no se tiene clara ni una cosa ni la otra, sino que el problema se retrotrae al 1966 pero invertida, cuando se implementó una industria de sustitución de importaciones, ahora se consolida una política de sustitución de la producción nacional por una política pura y simple de sustitución de productos nacionales por productos importados. El mejor ejemplo de ello, es la denominada ley de tasa cero para las importaciones. De aprobarse ese proyecto de ley, presentado por el Poder Ejecutivo, se podría dar el tiro de gracias a la producción local. Por suerte, el empresariado, por intermedio del CONEP, ha dado su voz de alarma.
Punto en el cual coinciden con muchas organizaciones de defensa al consumidor, quienes saben muy bien que, entre productores y consumidores existe una alianza estratégica frente al enemigo común representado por los importadores. Pues, al fin de la jornada, el empresariado nacional se ve también afectado por el dumping que aplican los importadores, primero quiebran la producción nacional, supuestamente para favorecer al consumidor, pero una vez destruyen la producción nacional, sustituyen el dumping por el monopolio. Es decir, terminan imponiendo precios prohibitivos al consumidor. Es una pena que el gobierno entienda que esto es así en materia del comercio aéreo donde para combatir los altos precios de las tarifas aéreas ha creado, nueva vez, una aerolínea criolla. Entonces esa misma política debe aplicarse, de manera urgente, al campo dominicano.
Obviamente, para comprender esto, el Banco Central y su indicie de precios al consumidor, Pro consumidor, los ministerios de agricultura y turismo, deberían diseñar y ejecutar políticas públicas que permitan una comprensión en el Poder Ejecutivo, sobre el quid del asunto; sin embargo, no parece prevalecer en el gobierno, la capacidad, ni el interés en volcar los esfuerzos del Estado en el fomento de la producción nacional.
Así las cosas, productores, consumidores y empresarios, tendrán que ir a las calles, a exigir del gobierno, políticas públicas pro producción nacional. Los insumos agrícolas básicos en la avicultura, la agricultura y la ganadería pueden y deben ser producidas localmente. En el pasado, se dijo, que los buenos precios en el mercado internacional, hacían innecesaria tal política. Siempre se advirtió que esa política era peligrosa porque la política internacional siempre ha sido inestable, por guerras o catástrofes naturales; no se escuchó pero ahora la pandemia del Covid 19 y la guerra han distorsionados de tal manera el mercado mundial que, obligan por necesidad, a una revisión de la postura de favorecer a importadores. DLH-27-3-2022