La oposición interna y externa está “vuelta loca y sin idea” al no encontrar elementos sólidos para combatir al presidente.
Decir que todo está “por las nubes”, que “esto no lo aguanta nadie”, que “el gobierno no hace nada por los pobres”, que los productores “están quebrados”, que “el campo está abandonado”, que “todo hay que importarlo”, son puras mentiras; desesperación política ante los altos niveles de popularidad que a pesar de la pandemia, de la crisis económica, de la guerra, de los “caballos de Troya” dentro del Partido Revolucionario Moderno, incluso dentro del propio gobierno, mantiene el presidente Luís Abinader.
La oposición interna y externa está “vuelta loca y sin idea” al no encontrar elementos sólidos para combatir al presidente.
Es verdad que la inflación es el principal enemigo del presidente Abinader porque muchos de los elementos que inciden en los altos precios de los combustibles, los fletes y alimentos como el trigo, la soya, entre otros, son foráneos y por lo tanto inmanejables internamente.
Abinader no puede controlar los precios del petróleo, de los fletes y las materias primas o commodoties. Pero no es cierto que tengamos desabastecimiento de alimentos básicos para la dieta de los dominicanos. No es verdad que tenemos escasez de arroz, por ejemplo. Al contrario, los dominicanos consumen alrededor de 13 millones de quíntales del cereal todos los años y la producción sobrepasa los 14 millones de quintales. De igual manera hay habichuelas, ajo, cebolla, plátanos, carnes tanto de pollo como de res y cerdo, entre otros.
No hay, pues, una hambruna. Los alimentos están caros, es cierto, pero no tanto como dicen los políticos de la oposición. Tampoco es verdad que el gobierno no haya acudido en auxilio de los más pobres. Al contrario, el presidente ha volcado grandes recursos en beneficio de los sectores más vulnerables a través de los distintos programas de asistencia social, incluyendo subsidios millonarios en los combustibles, la energía eléctrica, el transporte, etc. En este país la inflación es menor que en los demás países de la región. ¡Y los opositores lo saben! Pero no quieren reconocerlo por mezquindad y politiquería.
Mantener la estabilidad cambiaria, un ritmo de crecimiento económico adecuado, con reservas monetarias millonarias como nunca antes, aumento de las exportaciones en diversos renglones, crecimiento de las zonas francas, para un país pequeño, con una economía igualmente pequeña, es una proeza, que lejos de ser criticada tan acremente ha debido ser reconocida y elogiada.
En este país el Covid-19 prácticamente ha desaparecido. Y no ha sido por casualidad, ha sido producto de una cuidadosa planificación, de acciones preventivas. No ha sido suerte. El presidente Abinader y el equipo del gabinete de salud y de economía sabían que solo reduciendo los efectos de la pandemia podía recuperarse el país. Y en efecto, el turismo renació; los empleos perdidos se recuperaron y marchan en aumento. El crecimiento económico superó el 12%, siendo uno de los más altos del mundo. El país no está tan bien como desea el presidente Abinader, para lo cual trabaja arduamente, pero tampoco tan mal como dicen y quisieran los enemigos.
La lucha contra la corrupción es cada vez más consistente. El Ministerio Público trabaja incesantemente para perseguir y castigar la corrupción. Lo reconocen los organismos internacionales. Pronto dejaremos de ser uno de los países más corruptos del mundo gracias a la voluntad firme del presidente Abinader que no roba ni permite que otros roben, como ocurría en los cinco gobiernos del Partido de la Liberación Dominicana.
¡Esa es la verdad! Los hechos hablan más que las palabras. La oposición desquiciada, en su frenesís no quiere admitirlo, pero los hechos son muy testarudos. ¡No mienten!