En la fauna salvaje dominicana abunda una especie que sólo existe aquí: el motorus motoristum, el más agresivo animal que tenemos, con la agravante de que no habita en el bosque, ni en las cuevas, ni en los refugios costeros, sino en todos los espacios urbanos, pues los humanos son sus principales víctimas. Lo peor es que no ha podido ser amaestrado (salvo escasos ejemplares) y, por tanto, no respeta ninguna norma ni acata órdenes de nadie. Pero, además, no hay autoridad que reprima a esta especie salvaje, la más abundante en este país, con unos dos millones de feroces ejemplares, que día y noche cometen impunemente sus tropelías por todos lados.