Los cínicos fueron los primeros en percatarse de estos cambios en el discurso político.
El discurso inicia como verdad en los tiempos originarios, siendo Pericles su mayor expositor en la Grecia Clásica, se apela a principios filosóficos que, en el inicio, parten de la filosofía, pero con el andar del tiempo, se transforman en retórica.
¿Qué diferencia existe entre verdad y retórica en el discurso político? Cuando el Movimiento Renovador arrancó lo hizo apelando a ideas filosóficas que aspiraban, desde la perspectiva del discurso político, a convertirse en verdad, en el discurso hegemónico por y para la democracia y por el constitucionalismo como lo mostró la Revolución de 1965. Pero una vez se hizo dominante, pasó a las edades de Herodoto, primero, una época de oro, luego otra de plata y, finalmente, una de bronce. En la edad de bronce, la verdad ha desaparecido, ya no existe filosofía, no hay ideas sólo discurso. Esto es: solo existe retórica.
Los cínicos fueron los primeros en percatarse de estos cambios en el discurso político. Luciano de Samosata fue el gran maestro de la Antigüedad en exponer estas diferencias en sus obras: El Pescador de hombres y en Filósofos en venta. En esta última, éste filósofo humorista, pone en escena, a cinco personajes que podrían encontrarse en cualquier certamen electoral, a saber: Areté (la virtud), Dikaisyne (la justicia), Sophrosyne) (la sabiduría), Paideia (la cultura) y Aletheia (la verdad). La trama consiste en un juicio donde el juez es la filosofía y se trata de determinar quién dice la verdad y quién miente en cada discurso. Para determinarlo, se llevan como testigos a declarar, a: la Eleuthería (la libertad) y a la Parresía (el hablar franco o libertad de hablar diciendo solo la verdad y nada más que la verdad).
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Se concluye, se llega al veredicto, a la sentencia, como en los diálogos socráticos de Platón, que la filosofía es el decir verdad, el hablar franco en todo tipo de regímenes sea este democrático, aristocrático o monárquico; en pocas palabras, que quien miente en el discurso político es la retórica, porque esta tiene como fin adular. Esto es, la defensa o discurso requiere de argumentación, la argumentación siempre pretende descalificar a alguien para favorecer a otro. O, lo que es lo mismo, cuando se llega al periodo o edad de bronce, solo existe argumentación, retórica, discurso vacío, pero jamás ideas políticas o filosofías. Es entonces cuando se habla de decadencia, de intereses creados, de vacìo existencial.
Pero como bien sostiene David Easton, a pesar de todo ello, el sistema político persiste, no desaparece, sino que la argumentación se limita a conservar lo existente o a pretender cambiar el todo o algunas de sus partes. En el primer supuesto, se habla de revolución, en el segundo de reforma o bien, de estancamiento, de conservadurismo para hacer prevalecer los intereses creados.
Esta edad de bronce que vive la UASD, busca preservar intereses creados, ampliar otros y abrir la brecha para la entrada al modelo prevaleciente de nuevos actores desde una perspectiva no académica, pero si populista y clientelar. Es decir, el conservadurismo es lo que prevalece, por tanto, no hay ideas a defender sino intereses a preservar, a ampliar o a abrirse paso dentro del caos existencial y decadente que se trata de mantener.
La pregunta a responder, sería entonces la de ¿si este es el ambiente electoral propio de una academía? Ciertamente, su virtud es que todo ocurre en un escenario en que se realizan importantes ejercicios democráticos. Por eso alguien ha dicho que el positivismo del modelo político imperante en el país, no se transforma desde la UASD, sino que se reproduce desde el interior de esta. Es decir, la UASD actúa, desde hace tiempo, como catalizador del clientelismo político y del populismo. De modo que no contribuye con la transformación del sistema político sino que se limita a reproducirlo, a vigorizarlo.
Ese modelo, debe ser cambiado y los actores políticos del mismo deben reflexionar, al momento de ejercer el voto, si desean continuar así. Sobre todo, ahora que desde el poder político prevaleciente, se observa, como nunca antes, una incursión en la cual, se pretende imitar a los partidos políticos en el sentido de que las élites que dirigen los partidos dirigen también el Estado, ahora pretenden dirigir también la UASD. Antes, aquel que estaba en el Estado tomaba licencia en la UASD, ahora hace proselitismo político desde ella con la finalidad de controlarla y convertirla en plataforma de sus intereses políticos extra academia. Esta forma de hacer política, en su momento, fue repudiada por Balaguer, quien siempre entendió que la academia debía ser el baluarte de la oposición, sin importar lo radical que esta fuese. Esto es: los actuales detentadores del poder están yendo más lejos que su supuesto archienemigo Joaquín Balaguer. Con ello, se ha involucionado porque se aleja la posibilidad de que la academia pase a ser un mecanismo transformador del sistema político, donde se amplíen los espacios públicos de la democracia en construcción que tiene el país. Por tanto, la responsabilidad del votante institucional es muy grande. Toda vez que se ve atacado por estos grupos que centrifugamente tratan de atraerlos hacia su órbita olvidando el interés primario de la academia.
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Así las cosas, es muy difícil que una medición nacional o internacional, estrictamente academicista, pueda ponderar la virtud del modelo uasdiano de universidad pública. Es más, puede afirmarse que, desde el Ministerio de Educación Superior Ciencia y Tecnología (MESCYT), se debe coadyuvar, desde la perspectiva institucional no injerencista, a evitar los desafueros de una campaña electoral donde la retórica ha sustituido a la filosofía, a la ciencia política. En pocas palabras, a la posibilidad de que la academia contribuya a la transformación del sistema democratico nacional.
No resulta sano que, desde el Estado mismo, se creen esferas de influencias ajenas al quehacer académico porque luego eso se revierte en presión al Gobierno Central, no para fortalecer la academia, a los académicos, a los estudiantes, ni a la nación sino para saldar compromisos políticos. El gobierno de Luis Abinader requiere de aportes desde la academia que le ayuden a gobernar de manera productiva. La UASD no es un ayuntamiento ni un ministerio sin cartera, es la universidad del pueblo, por el pueblo y para el pueblo que no tiene la oportunidad de ir a otra institución de estudios superiores. Ahora que el fantasma de la alianza público-privada socava los cimientos mismos de lo público, por intermedio de fideicomisos públicos que permiten al sector privado comprar y lucrarse con los bienes públicos sin pagar un peso, e incluso, obtener financiamiento, se requiere, de auténticos intelectuales que venzan estos demonios privatistas, llevando luz al presidente. No sabemos desde cual lugar, de los descritos por Dante en su Divina comedia, rien a carcajadas Luciano de Samosata y Balaguer, pero de que rien rien. DLH-22-5-202