No creo que haya mejor forma de honrar ese discurso que ocupándose de auxiliar a Haití a salir a camino.
Lo ha hecho bien el presidente Luis Abinader en aprovechar el escenario de la Novena Cumbre de las Américas, celebrada en Los Ángeles, para resaltar el que debió ser uno de los temas principales de ese cónclave: la crisis haitiana.
El presidente estadunidense, Joe Biden, anfitrión y convocante de la reunión de gobernantes había resaltado que el propósito del encuentro era el “trabajar juntos para demostrar el poder de la democracia”, y que “no importa lo que ocurra en el mundo, las Américas siempre será una prioridad para Estados Unidos”
No creo que haya mejor forma de honrar ese discurso que ocupándose de auxiliar a Haití a salir a camino, porque tal y como lo advirtió en su discurso el presidente dominicano, es un factor de desestabilización no sólo para quien sufre la mayor presión migratoria, RD, sino para toda la región:
“República Dominicana no puede cargar sola con los problemas de Haití, de hecho ya está haciendo demasiado, mucho más de lo que puede. La situación del vecino país ha desbordado los límites de un problema migratorio”.
“Es para los dominicanos, un tema de seguridad nacional, por lo que haremos lo necesario, como haría todo país soberano ante una amenaza similar, para asegurar adecuadamente nuestra frontera”.
“Es para mí y nuestro gobierno injustificable que esta comunidad de naciones permita que un Estado, en el medio del continente americano, tenga gran parte de su territorio controlado por bandas criminales“.
He reiterado en mis análisis que esa prioridad que Estados Unidos expresa tener por la región sólo se hace sentir cuando percibe algún peligro.
Resguardó la seguridad de su territorio invadiendo a Panamá, México, Nicaragua, Haití y República Dominicana en ocasión de la Primera Guerra Mundial, previniendo que algunos de los países enemigos usaran algunos de esos vecinos para producir ataques contra Estados Unidos, que en esos momentos también controlaba a Cuba y Puerto Rico.
Superada la guerra sustituyó la presencia militar directa por dictaduras militares que resguardaban sus intereses, pero con el triunfo de la revolución cubana en 1959, se percató que esos regímenes podrían ser generadores de revueltas que emularan la de los Castro, y auspició su cambio hacia democracias, regenteadas por la Agencia para el Desarrollo Internacional (USAID).
Y, entendiendo además que para contrarrestar el comunismo se requería de desarrollo económico, lanzó la denominada Alianza para el Progreso, en la administración del presidente Kennedy.
Después de la crisis de los misiles diluyó el peligro del expansionismo soviético, y asimismo se difuminó el especial interés de los Estados Unidos por el desarrollo de las Américas hasta que lo hizo reaparecer el triunfo de la revolución sandinista en 1979, que se expresó con el lanzamiento del Plan Reagan para la Cuenca del Caribe.
En la era de Donald Trump y Joe Biden, el amor especial por las Américas, lo está despertando China, país con el que varias democracias incluida la dominicana han formalizado relaciones diplomáticas y en el que han amparado las semidictaduras contestatarias de Nicaragua, Venezuela y Cuba para contar con algún soporte internacional poderoso.
El discurso de Abinader también discurrió sobre otros temas: la resiliencia y capacidad de crecimiento de la economía dominicana, reflejado sobre todo en la recuperación del turismo; la eficiencia en el enfrentamiento del Covid19, demostrada con la vacunación y baja letalidad; las incautaciones de drogas y la independencia del Ministerio Público, el mismo que encontró al llegar al poder salvo la procuradora.