El relanzamiento implica hacer los reajustes a partir de la percepción ciudadana sobre competencias e incompetencias de los funcionarios perremeistas.
El presidente Luis Abinader está obligado relanzar su gobierno para tratar de validarse por otros 4 años en el poder.
El trance, mitad de período, se da en un momento de serias dificultades económicas, agudizadas por las consecuencias de la epidemia del Covid y de la guerra europea.
El relanzamiento implica hacer los reajustes a partir de la percepción ciudadana sobre competencias e incompetencias de los funcionarios perremeistas, empresarios, aliados e independientes, así como de la imagen de transparencia que proyectan.
El bisturí recorrería la geografía del oficial PRM, en el que se escuchan quejas por el terreno ganado por “extraños” en la administración abinaderista, pero cuyos dirigentes (no todos; no pocos) han sido pieza de escándalos por alegada corrupción, inconductas, incomprensión de sus funciones, torpezas en manejo de crisis o, simplemente por incapacidad para ejercer la función pública.
Los independientes hasta ahora han sido eficientes, bombardeados internamente por dirigentes oficialistas, que ven en sus decisiones alegadas obstrucciones a “la forma en que se hace realmente la política en este país”. Los dardos dirigidos fundamentalmente a Procuraduría y la dirección de Contrataciones Públicas.
Los empresarios, hostigados desde el principio por una guerrita de baja intensidad por litorales partidarios, que ha dado lugar a una falsa “lucha de clases”, sufrieron una terrible caída con la salida de Lisandro Macarrulla como ministro de la Presidencia, luego de que un hijo y la empresa familiar fueran encartados en el expediente Medusa.
Hay quejas en influyentes segmentos empresariales por este caso y otros supuestos incumplimientos y “desconsideraciones” que algunos entienden podrían influir y variar apoyos electorales, aunque la experiencia es clara en que las emociones no dictan el comportamiento de estos sectores.
(“Los empresarios les damos a todos, votamos por uno y estamos con el que gana”. Siempre recuerdo al filósofo y empresario Celso Marranzini).
Entonces, ¿hacia dónde giraría el presidente Abinader al introducir los cambios que se esperan en los próximos días?
El camino tradicional manda a que el presidente al buscar la reelección se abrace a su partido, y dé riendas sueltas “a los que saben buscar votos” y abortar la política anticorrupción y de transparencia con decretos que descabecen a los responsables de esas áreas.
Esto implica desguañangar la administración pública y buscar recursos sin importar la manera ni la procedencia, lo que ha llevado a la cárcel a funcionarios del gobierno anterior y mantiene bajo investigación a decenas de peledeistas. El PRM, aún sin llegar al poder asumió esas líneas irresponsables de recaudación de recursos y cosecha consecuencias legales y de imagen, no superados.
Además, sería muy difícil para el presidente Abinader mantener en sus puestos a ministros y directores generales que marcan rojo en eficiencia y que registran un sólido rechazo ciudadano. Claro, hay casos en que la oposición exagera políticamente las fallas de funcionarios.
El problema también afecta algunos aliados, como el caso de Eduardo Estrella, a quien ha faltado liderazgo en la presidencia del Senado, pese a que Abinader lo apuntala y mantiene a su lado hasta en consejos de gobierno, donde constitucionalmente no debería estar. (Alfredo Pacheco, presidente de la Cámara de Diputados acaba de darle una clasecita sobre consenso respecto al manejo de la ley de extinción de dominio).
Abinader tendrá que hacer filigrana para relanzar su gobierno y anunciar formalmente su repostulación, en un PRM que aún no ha podido construir otra opción.
No hay ambiente para otros empresarios en el gobierno, los perremeistas rebeldes se han radicalizado demasiado y algunos dirigentes importantes se han “quemado”.
Abinader tendrá que escudriñar en las filas de jóvenes perremeistas y seguir la búsqueda de independientes que asuman su discurso.