Las muertes del animador deportivo, Manuel Duncan, y del hijo del diputado perremeísta, Darío Zapata, Dabel de Jesús Zapata Rosa, ocurren en circunstancias distintas, pero ambas estremecedoras, en una misma semana, en el polígono central en parapetes de comida rápida. Y, son expresión de la cultura violenta que prima en la llamada posmodernidad para el desenlace de los conflictos interpersonales, o la búsqueda de recursos económicos a cualquier costo.
Ambos hechos deslucen uno de los logros enarbolados por el presidente Luis Abinader, en el acto de reposicionamiento político de su gobierno que llevó a cabo en Santiago de los Caballeros, en ocasión del 159 aniversario de la Restauración de la República: la disminución de los homicidios que entre julio y agosto fue de un 18%, de los robos un 10% y de las raterías un 20%.
Pero no hay cifras que puedan anteponerse al impacto de una tragedia como la que golpeó a los Zapata, cuyo cabeza acompañó al presidente en el Cerro de Capotillo, y estaría junto a él en Santiago, a no ser por la fatídica ocurrencia.
Precisamente esta semana la Oficina Nacional de Estadísticas sirvió un telón de fondo, al dar las cifras de lo que ha ocurrido entre el 2007 y el 2021, con los muertes violentas: 27, 850, una media anual de 1,857 homicidios. Redujeron entre 2012 y 2020, pero después de la pandemia se dispararon otra vez.
En 2021, 1,349 para una subida de 16% con relación a 2020, información que puso en evidencia una manipulación por parte del Ministerio de Interior y Policía, que al presentar el programa “Mi país seguro” en abril 2022, dejó por debajo de la mesa 177 homicidios.
Un dato relevante es que los homicidios intencionales han disminuido, pero aún así tenemos más muerte, lo que indica que la fatalidad se desata por el carácter violento que alcanzan las confrontaciones, y muchos matan sin haber salido a matar.
Otra salida violenta es la de los suicidios, 8,757 en los 15 años que abarca el estudio, con la mayor cantidad en 2021que hubo 670, lo que representa una subida de un12.1% con relación a 2020.
En el caso de Duncan, todo parece indicar que hubo una discusión circunstancial, en la que probablemente medió el alcohol y asuntos temperamentales que derivaron en una tragedia.La víctima entendió que el caballero que terminaría matándolo se burlaba de él porque se había embarrado la camisa con salta kéchup, y le voló encima, ignorando que era un vicealmirante retirado o una persona armada que iba a reaccionar de manera totalmente airada.
Hay a todas luces un homicidio, que nada lo excusa, y que debe recibir el tratamiento judicial que corresponde, pero hay varias lecciones que asimilar para evitar repeticiones de hechos similares: además de implementar campañas y programas contra las reacciones violentas frente a conflictos que no tienen porqué llegar a fatalidad, hay que adoptar previsiones que tomen en cuenta el ambiente de inseguridad en el que vivimos.
Sentarse de madrugada en un lugar de comida rápida en la calle, portando vehículos, smartphone, pistola y dinero, es colocarse de carnada a la delincuencia. Salir en horas de amanecidas con hambre a buscar comida en la calle, o te busca un conflicto con borrachos o un atraco, que ojalá que lo que pierdas sean sólo cosas materiales, y no la vida.
Otro asunto es deterioro de salud mental muy presente en esos hechos.